La medicina del siglo XIX se basaba en el estudio de los humores corporales. Si estos no fluían de forma armónica aparecía la enfermedad. El fisiólogo holandés Jacob Moleschott (1822-1893) preconizó que "la construcción y vitalidad de los órganos están condicionadas por la presencia de componentes orgánicos en la cantidad necesaria". Su coetáneo prusiano, el doctor Rudolf Virchow (1821-1902), padre de la teoría celular, explicaba que "la esencia de la enfermedad es la alteración de los procesos fisiológicos esenciales de la célula, la unidad vital más pequeña".

Influido por las teorías innovadoras de sus contemporáneos, el doctor alemán Wilhelm Heinrich Schüssler (1821-1898) defendió en el año 1872 que la pérdida de la salud estaba relacionada con la falta de determinados minerales en las células.

El espíritu inquieto de Schüssler le llevó a estudiar las sustancias minerales en las cenizas de los muertos y descubrió que cada tejido del cuerpo humano contenía unas sales bioinorgánicas: calcio y sulfato el hígado; potasio, magnesio y fosfato los músculos…

Las sales de Schüssler ayudan a restablecer el equilibrio

Como resultado de su investigación, llegó a la conclusión de que, si las células no reciben una cantidad adecuada de sales minerales, se altera su equilibrio molecular y en consecuencia el metabolismo, lo que desencadenará diversas enfermedades.

El sistema terapéutico que desarrolló el doctor Schüssler lo denominó, inicialmente, "terapia bioquímica" y consiste en el empleo selectivo de doce sales minerales que, de forma natural, tenemos siempre en la sangre y en los tejidos.

El objetivo del método no es aportar directamente estas sales en cantidad, con un criterio nutricional, sino estimular a las células mediante un aporte infinitesimal para que aumenten su capacidad de absorción de los minerales contenidos en los alimentos.

Para ello sugirió el empleo de la potencia sexta decimal homeopática (6D). Además, al aplicarse vía oral, las sales se reabsorben a través de las mucosas y van directamente a los vasos sanguíneos, y de ahí a los tejidos sin pasar por el tracto gastrointestinal.

Aunque las sales de Schüssler se suelen prescribir de forma sintomática en función de las diferentes patologías (véase tabla de la izquierda), presentan similitudes con los remedios homeopáticos de potencias superiores hechos con minerales.

Tener en cuenta ciertos rasgos faciales, físicos y comportamentales nos puede guiar para detectar el déficit de una sal en el organismo antes de que se presente una enfermedad.

Cómo elegir una sal de Schüssler

  • Sales con calcio. Las personas que necesitan sales con calcio son generalmente frioleras, suelen padecer trastornos glandulares, sus articulaciones son débiles, su piel pálida y presentan ojeras oscuras. Son muy sensibles a las críticas, por lo que se autoprotegen encerrándose en sí mismas.
  • Sales de fósforo. Estas sales son ideales especialmente para nutrir nuestro sistema nervioso. El fósforo equilibra a las personas hipersensibles, delicadas, nerviosas y nostálgicas, que se agotan con el trabajo mental. Estas personas suelen presentar un rostro pálido, tienen ojeras de color gris y presentan las sienes hundidas.
  • Sales de magnesio. Otro mineral imprescindible es el magnesio, pues un ligero déficit puede provocar irritabilidad, calambres y dolores, tanto musculares como neurálgicos. Esta sal está indicada en personas celosas e impacientes, que se enojan fácilmente y padecen rigidez muscular, tensión en los hombros y el cuello, agitación emocional y desconcentración.
  • Sales de sílice. La sal por excelencia más fácil de prescribir en función de los rasgos faciales es Silicea. Se recomienda en niños inseguros y tímidos, que tienen problemas de desarrollo óseo, piel pálida y cabeza grande en relación al cuerpo. En adultos está indicada cuando aparecen arrugas prematuras, patas de gallo, pelo y uñas frágiles, exceso de sudor y fotofobia.
  • Sales del equilibrio ácido-base. Sodio, potasio y cloro son electrolitos de los espacios intersticiales y del plasma. De ellos depende el metabolismo del agua y el equilibrio de los líquidos corporales dentro y fuera de las células. Las personas que necesitan sodio presentan la piel grasienta con tendencia al acné y digieren mal las grasas. Suelen ser pesimistas, melancólicos y vulnerables. Con déficit de potasio aparecen edemas, sobre todo en tobillos y párpados; también hay estreñimiento y trastornos digestivos. Son personas hipocondríacas, perseverantes y con un gran sentido del deber.
  • La sal de la desintoxicación. El azufre o sulfuro se encuentra en la piel, los huesos, el hígado, los músculos, las uñas... y desempeña un papel importante tanto en la formación de tejidos como en los procesos de desintoxicación del cuerpo.
  • Combinaciones. Si hay carencia de azufre la piel tiene un aspecto amarillo brillante, con manchas marrones, y los párpados adquieren una tonalidad parda. Combinada con el potasio (Kalium sulfuricum), ayuda a eliminar las toxinas al final de un proceso inflamatorio; con el sodio (Natrium sulfuricum), drena la vesícula biliar y regula la retención de líquidos; y con calcio (Calcium sulfuricum), actúa como una sal regenerativa.

Las 12 sales de Schüssler y sus indicaciones

  1. Calcium fluoratum. Refuerza el tejido conjuntivo, óseo y epidérmico. Varices, hemorroides, caries dental, espolones, laxitud de tejidos...
  2. Calcium phosphoricum. Ayuda al crecimiento y a la cicatrización, refuerza los huesos y es revitalizante. Fracturas, osteoporosis, dolores del crecimiento, convalescencias...
  3. Ferrum phosphoricum. Regula la hematopoyesis, fortalece el sistema inmune, tonifica. Primera fase de procesos inflamatorios, anemias, congestiones, quemaduras...
  4. Kalium chloratum. Equilibra las secreciones mucosas y la produción de fibrina. Segunda fase de procesos inflamatorios, resfriados, celulitis, artritis...
  5. Kalium phosphoricum. Nutre el sistema nervioso. Refuerza la mente y los músculos. Estrés, ansiedad, agotamiento psíquico, insomnio, debilidad, apatía...
  6. Kalium sulfuricum. Desintoxicación hepática, elimina toxinas y oxigena los tejidos. Tercera fase de procesos inflamatorios, rinitis crónica, manchas cutáneas...
  7. Magnesium phosphoricum. Acción antiespasmódica, descontracturante y analgésica. Espasmos, calambres, migrañas, ciáticas, cólicos, dolores menstruales...
  8. Natrium chloratum. Regula el metabolismo de los líquidos y el equilibrio ácido-base. Sequedad o hidratación excesiva en órganos, diarrea, estreñimiento, gastritis...
  9. Natrium phosphoricum. Regula el metabolismo de las grasas y neutraliza la acidosis. Obesidad, reflujo ácido, gota, exceso de secreción sebácea
  10. Natrium sulphuricum. Acción depurativa y desintoxicante, regula la secreción biliar. Reumatismos, edemas, bronquitis crónicas, sabor amargo...
  11. Silicea. Activa la formación de colágeno. Elimina las supuraciones crónicas. Piel envejecida, arrugas, alopecia, fístulas, quistes, hiperhidrosis...
  12. Calcium sulfuricum. Limpia la sangre y los órganos de sustancias de desecho. Regenera los tejidos. Acné, abscesos, eccemas, conjuntivitis, anginas...

La "siete caliente"

La sal nº 7 Magnesium phosphoricum merece una mención especial porque puede utilizarse para realiza un tratamientorápido y efectivo de los dolores causados por contracturas y calambres.

Consiste en disolver 10 comprimidos en un vaso de agua caliente. Debe beberse lentamente a pequeños sorbos, manteniéndolos en la boca unos segundos para favorecer su absorción. Se puede repetir el proceso hasta tres veces al día hasta que el dolor desaparezca.

Cómo tomar las sales de Schüssler

Las sales se venden en forma de comprimidos o trituradas en polvo (una cucharadita rasa equivale a dos comprimidos). Deben dejarse en la boca hasta que se disuelvan, de modo que la mucosa bucal absorba completamente sus principios activos y lleguen directamente a la sangre.

La dosificación dependerá de la edad y de si se trata de una patología crónica o aguda. Se recomienda tomarlas fuera de las comidas.

  • Bebés: disolver 1 comprimido en un poco de agua y aplicar en los labios 1 o 2 veces al día hasta que el bebé mejore.
  • Niños de 2 a 8 años: 1 comprimido, 2 o 3 veces al día.
  • Adolescentes y adultos: 2 comprimidos, 3 veces al día.

En una enfermedad aguda: tomar 1 comprimido cada 10, 15 o 30 minutos durante la primera hora en la que se manifiesta y pasar a 2 comprimidos, 3 veces al día hasta desaparecer los síntomas.