¿Te imaginas pasarte casi una hora flotando sin esfuerzo en una bañera, relajándote hasta el punto de llegar a no distinguir dónde acaba tu piel y empieza el agua? Es lo que se busca en la terapia de flotación, en la que se invita a pasar un rato flotando boca arriba en una bañera con una alta concentración de sal y reduciendo al mínimo los estímulos sensoriales.

El efecto del agua y las sales, la sensación de ingravidez y la privación sensorial contribuyen conjuntamente a favorecer una agradable experiencia de desconexión y un estado de relajación profunda con diversos beneficios para la salud.

Es cierto que, cuando se piensa en hacer una relajación profunda y adoptar la postura de relajación, uno enseguida se traslada a una clase de yoga o a casa y se imagina haciéndola en el suelo, sobre un colchoneta, o incluso en la cama. Pero si se ha jugado en el mar a lo que se conoce como hacer el muerto, se sabe que también puede llegar a ser muy relajante hacerla flotando en el agua salada.

El efecto se multiplica si se hace en un agua con concentración de sal mucho mayor y en un espacio recogido.

Relajarse en un tanque de privación sensorial o cabina de flotación

Los tanques de privación sensorial o cabinas de flotación son unas bañeras, habitualmente con forma de huevo, pensadas para relajarse flotando en el agua. Algunos spas, balnearios y centros especializados ofrecen sesiones de flotación en estas bañeras para disfrutar de un rato de pura desconexión y relajación profunda.

La persona se tumba dentro boca arriba y permanece aislada del exterior durante la sesión, para reducir al mínimo los estímulos sensoriales. La clave para favorecer la relajación es, en parte, ese aislamiento sensorial, pero también la temperatura y la concentración de sal del agua.

¿Cómo funcionan los tanques de privación sensorial?

En cada bañera o cabina de flotación se añaden unos 300 kilos de sales de Epsom o sulfato de magnesio por cada 600 litros de agua. El sulfato de magnesio, presente en aguas termales y valorado por sus efectos beneficiosos sobre la piel, da al agua una densidad cinco veces superior a la del mar, lo que permite flotar nada más recostarse.

Para eliminar cualquier distracción y facilitar la desconexión del exterior y del propio cuerpo, la bañera está diseñada, además, como una cámara de aislamiento sensorial. Dotada de una tapa superior, permite permanecer durante casi una hora en silencio en un espacio oscuro o, si se prefiere, iluminado tan solo por una tenue luz de color que se suele poder controlar desde el interior. Suele tratarse de una luz roja, violeta o azulada que favorece la relajación.

La temperatura del agua se mantiene a unos 35-35,5 ° C. Es unas décimas menos que la temperatura del cuerpo, pero aun así se evita la sensación de frío o calor que impediría soltarse del todo, pues el sulfato de magnesio hace su dar ligeramente. Esto compensa esa pequeña diferencia a la vez que facilita la eliminación de toxinas del cuerpo.

Beneficios de la terapia de flotación

Al dejar de ofrecer resistencia a la fuerza de la gravedad, el cuerpo descansa y experimenta una ausencia total de peso. Esta sensación de ingravidez reduce la tensión muscular y acelera la recuperación de lesiones.

A su vez, la ausencia de estímulos externos induce la relajación, reduciendo hasta en un 90% las señales que recibe el sistema nervioso central, y predispone para entrar en estados meditativos.

En un estudio publicado en la revista BMC Complementary Medicine and Therapies, en el que participaron 65 personas en un programa de 12 sesiones de flotación a lo largo de siete semanas, se comprobó que la flotación reduce el estrés, la depresión, la ansiedad y el dolor a la vez que aumenta el optimismo y la calidad de sueño.

El estudio, de la Universidad de Karlstad (Suecia), también halló que una correlación entre la práctica habitual del mindfulness y la probabilidad de experimentar estados alterados de conciencia durante la flotación en tanques de privación sensorial.

La flotación reduce también el ritmo cardiaco, posiblemente a través de la relajación, y mejora la circulación sanguínea y linfática.

De todas formas, un estudio publicado en el European Journal of Integrative Medicine advierte que cabe ser prudente con la atribución de beneficios a la terapia de flotación, a menudo con escasa evidencia científica y exagerados por los centros que ofrecen este servicio.

Los estudios sobre los beneficios de la terapia de flotación se centran en un protocolo establecido de 12 sesiones de 45 minutos cada una, dos veces por semana (conocido como Flotation REST). Con este protocolo, se han establecido beneficios como una reducción de los marcadores de estrés o de dolor. También se ha apuntado a beneficios, tras las sesiones de flotación, como una mayor sensación de bienestar, una mayor creatividad, menores niveles de ansiedad y mejor calidad de sueño.

Como en el útero materno

La periodista que escribe este artículo tuvo la oportunidad de probar una sesión de flotación en un centro especializado en Barcelona. Antes me explicaron cómo sería: que me metería en una bañera de agua salada con forma de huevo en la que flotaría sin esfuerzo y me relajaría tanto que me recordaría a cuando estuve en el útero materno, que incluso podría dormirme. ¡Dormirme flotando!

No guardo ningún recuerdo de mi estancia en el útero materno, pero hubo un momento en que, mecida por la densidad de aquella agua, se me ocurrió que no debió de ser muy distinto de esto.

En el interior del tanque de flotación es fácil perder la noción del cuerpo. Poco a poco los músculos se van relajando, no sientes tu peso y las tensiones musculares se van diluyendo. Puedes llegar a sentir que pierdes la noción de tu cuerpo, que no sabes dónde tienes los brazos o las piernas, ni qué parte de tu cuerpo está en contacto con el agua y qué partes no. Dicen que esto último es porque, al ser la temperatura del agua igual que la de la piel, te resulta difícil notar dónde acaba el agua y empieza el aire.

Probablemente habrá a quien esta situación de aislamiento le puede aburrir o inquietar, pero dejarse llevar y aprovechar ese rato de quietud, descanso y relajación para explorar nuestro interior también puede resultar reparador.