El colon o intestino grueso forma parte del sistema digestivo, uno de los más importantes para la vida, pues procura sustento a todo el organismo.

El síndrome del colon irritable aparece, como su nombre indica, al irritarse el intestino grueso y presenta síntomas muy diversos: dolor abdominal, borborigmo, gases, distensión abdominal, diarrea, estreñimiento, fatiga, nerviosismo, ansiedad, insomnio, pesadez de piernas, cefalea, inapetencia, indigestión, caída de cabello, pérdida de memoria, irritabilidad, depresión, tristeza, alergia, dermatitis y pérdida de masa muscular, entre otros.

Se suele asociar a estados de estrés, tensión, disgusto o ansiedad, aunque obviamente los hábitos alimentarios son importantes.

El colon puede irritarse por ingerir alimentos picantes o de naturaleza fría o caliente, pero también si el ambiente que se vive es tenso o incómodo.

Somos en parte lo que comemos y comer no solo implica el acto de ingerir los alimentos, sino también todo lo que lo rodea, desde el ambiente hasta los componentes personales y emocionales.

Las causas del colon irritable según la medicina china

En medicina china, la enfermedad de colon irritable se incluiría en el trastorno de diarrea y se clasifica en cuatro tipos:

  1. Afección alimentaria. Los alimentos muy fríos o crudos a la larga pueden disminuir el chi de bazo y estómago, y los calientes, muy grasos o picantes pueden provocar un estancamiento de calor y humedad y favorecer el consumo de los líquidos orgánicos del estómago, lo que altera el sistema digestivo.
  2. Desorden emocional. Es la causa más común. Las emociones provocan diversos trastornos del mecanismo del chi, cuya armonía es la base del bienestar, y cada órgano rige un tipo de emoción. Estrés, disgusto, ansiedad, angustia, enfado contenido, preocupación... se experimentan a menudo y, si no se procesan correctamente, bloquean el mecanismo del chi, en especial del hígado. Precisamente una de las funciones principales del hígado es mantener libres las vías de paso de chi. Al bloquearse se genera un desorden, que puede describirse de forma simple y comprensible como que lo que ha de bajar no baja, y lo que tiene que subir no sube. El hígado y el bazo coordinan uno de los mecanismos más sencillos e importantes del cuerpo: la digestión. El bazo, un elemento tierra, ocupa el lugar central donde todo se encuentra y todo se tiene que transformar. Para realizar esa transformación necesita el chi y fuego de riñón. El hígado es esencial, ya que mantiene el paso libre a la circulación de chi.
  3. Deficiencia de bazo/estómago. Es una deficiencia creada por malos hábitos alimentarios prolongados, una enfermedad crónica o un excesivo desgaste físico o intelectual. El frío y la humedad son muy perjudiciales para el bazo porque inhiben su función de transformación y transporte de los alimentos (acción muy yang). Sin embargo, el estómago prefiere el frío al calor porque actúa como un fogón. Entre bazo y estómago se mantiene un sutil equilibrio de yin y yang. El chi de bazo tiene que subir para transportar el chi puro hacia el pulmón y el chi de estómago tiene que bajar para poder eliminar todo lo que es consumido. El chi de bazo es el que mantiene todos los órganos en su sitio: cualquier escape puede considerarse una deficiencia de chi de bazo, especialmente en el trayecto digestivo.
  4. Deficiencia de chi de riñón. En el riñón se almacena el chi celeste o hereditario, considerado el fuego que mantiene la llama de la vida. Es un elemento agua, pero su función básica es calentar y transformar. Entre su elemento y su funcionamiento existe otro sutil equilibrio de yin y yang. El riñón necesita ser alimentado y nutrido por el chi de bazo, y el bazo precisa el fuego de riñón para completar su trabajo. Ambos mantienen una colaboración estrecha e imprescindible. La deficiencia del chi de riñón puede ser congénita o adquirida. La sobreactividad intelectual o sexual agota el chi de riñón, y también una enfermedad crónica.

Claves para mejorar la digestión y absorción de nutrientes

Poner claridad en el plano emocional es esencial a la hora de abordar el síndrome del colon irritable, pero tomar conciencia de los hábitos alimentarios y optar por una dieta más cálida y más yang, también puede ayudar.

  • Cinco órganos vitales. La filosofía de la cocina china es respetar los cinco órganos vitales y conciliarlos con el clima y sus sabores correspondientes, teniendo en cuenta las características de cada elemento y la naturaleza de los alimentos. Estas combinaciones permiten equilibrar, regular, tonificar o dispersar, según se requiera.
  • Más calor. Al bazo no le gustan los alimentos fríos ni húmedos. El buen chi de bazo proporciona una correcta transformación y absorción de los alimentos y luego circula hacia el pulmón, el corazón, el hígado y el riñón para mantener la rueda de generación y transmisión de energía.
  • Alimentos "yang". Los alimentos con proteínas e hidratos de carbono son alimentos más cálidos y más yang. Los alimentos crudos y fríos ralentizan la digestión, que desgasta la energía de estómago y bazo en las personas predispuestas a ello.
  • Mantener vivo el fuego. Si el fogón del cuerpo se enfría demasiado, toda la cadena de producción energética se verá interrumpida o se detendrá, y eso genera un déficit de funcionamiento físico y mental. Se entra así en un círculo vicioso. El cuerpo es sabio y no hay que hacer mucho caso a algunas cosas que se dicen, como que hay que beber dos litros de agua al día, que comer verduras crudas es siempre saludable, o que hay que comer mucha ensalada o fruta.
  • Ojo con el agua. El agua es muy necesaria pero su consumo debe ser moderado en caso de colon irritable. Aun tomándola del tiempo es demasiado fría. El cuerpo está a 37 ºC: hay mucha diferencia entre la temperatura del agua y la del estómago. Los chinos beben el agua caliente, pues su bebida nacional es el té. La sabiduría popular conoce bien cómo cuidar la fuente de energía: el estómago.

La influencia del estrés en el flujo del chi o energía vital

Dicen que el intestino actúa como el cerebro físico del cuerpo y, de hecho, hay más terminaciones nerviosas en el intestino que en el cerebro. Se trata de una zona sumamente sensible y vulnerable.

En medicina china, forma una pareja de víscera/entraña (yin/yang) con el pulmón, pertenece al elemento tierra y junto con el estómago forma el sistema energético del meridiano Yang Ming (yang luminoso), un meridiano con abundante chi y sangre a partes iguales.

El funcionamiento del intestino grueso tiene mucho que ver con el estómago, ya que es donde se deposita y finaliza su trabajo. A su vez, el estómago está regido por el chi de bazo, lo cual crea también una estrecha relación entre el intestino grueso y el bazo.

Y si la pareja del intestino grueso es el pulmón, y la del estómago, el bazo, bazo y pulmón cumplen una de las funciones más imprescindibles para el organismo: generar el chi terrestre, una de las dos fuentes de energía vital del organismo junto al chi celeste.

Existen dos fuentes de energía: el chi celeste se hereda al nacer y se almacena en el riñón; el chi terrestre se genera a partir de la comida (bazo) y el aire respirado (pulmón).

Al respirar el pulmón absorbe el chi puro, que en el cuerpo se transforma y procura el chi defensivo, el sistema inmunitario. El bazo, junto con el estómago, transforma los alimentos en chi puro y nutritivo para transportarlo hacia el pulmón y luego hacia los demás órganos.

El chi de riñón está presente siempre, pues es la base de todos los acontecimientos del cuerpo. A su vez, se nutre del chi de bazo para poder seguir desempeñando su labor. Por tanto, las relaciones entre pulmón, bazo y riñón son indisociables, pues forman parte de un mismo ciclo y se dan en cadena.

Los tiempos han cambiado desde que se escribió el libro de medicina más antiguo del mundo: El libro del Emperador Amarillo. La lucha por la supervivencia ya no es lo fundamental.

Ahora lo que nos mueve y presiona es la competencia entre nosotros y las continuas metas que se nos reta constantemente a superar, tanto en lo material como en lo intelectual. Se ha dejado atrás la base más primitiva, pero sin un crecimiento espiritual en concordancia. Vivimos, además, en una sociedad en la que todo sucede a gran velocidad y no da tiempo a aceptarlo ni a saborearlo.

El estrés altera el mecanismo del chi, especialmente del hígado. El hígado es un órgano muy sensible al estímulo emocional. Actúa como el guardia que mantiene la fluidez vial, evitando el atasco y el colapso. También es básico para el buen funcionamiento de bazo y estómago, ya que la secreción de bilis depende de él.

Si las Vías están libres y recibe el apoyo del hígado, la digestión es buena y puede finalizar el trayecto con armonía. Pero si el hígado está agitado por un estímulo emocional y no regula bien su energía, se ven afectados sus sistemas y órganos. El hígado es el órgano madre del corazón y, cuando le transmite su agitación, provoca ansiedad, insomnio o depresión.

El corazón, por su parte, es la madre del bazo. También aquí la ansiedad de la madre puede trasmitirse al hijo. La preocupación, muy corriente cuando hay estrés, consume el chi del bazo, y este agotamiento genera falta de contención en los órganos y en sus funciones. De ahí la diarrea, la fatiga o la pesadez en las piernas.

Dificultad para digerir las emociones

Los seres humanos somos animales "de emoción" y eso nos diferencia en parte del resto. Comer no solo es ingerir los alimentos sino un ritual, un acto sagrado en el que se toma el alimento que va a nutrir tanto el cuerpo físico como el sutil.

Las emociones se digieren por dos vías: las ligadas a pensamientos son analizadas y digeridas por la cabeza, y las instintivas y primitivas son absorbidas y digeridas por el estómago.

No hay que ser un experto en psicología para darse cuenta de esto: a casi todos nos ha pasado alguna vez, compartiendo mesa con alguien o en una situación desagradable, que nos ha sentado mal la comida y el cuerpo se ha desecho de ella de inmediato, bien por la vía alta-vomitando-, bien por la vía baja -con una diarrea.

Normalmente la cabeza comprende e intenta razonar las situaciones aunque no le gusten, hasta que las "archiva", las "digiere" como puede. El cuerpo instintivo, en cambio, las rechaza; reacciona desde la emoción.

La irritación del intestino puede ser fruto de este desencuentro. Los disgustos o cualquier otra emoción pueden somatizarse de la forma más diversa imaginable. Si el cuerpo físico está fuerte porque tiene suficiente chi, responde bien a cualquier estímulo emocional, pero no cuando tiene alguna deficiencia.

Poner atención y límites

Quienes sufren el trastorno de colon irritable han de detectar el punto de desequilibrio. Han de ser plenamente conscientes a la hora de comer, porque comer no solo es ingerir los alimentos sino un ritual, un acto sagrado en el que se toma el alimento que va a nutrir tanto el cuerpo físico como el cuerpo sutil.

En un cuerpo sano se forma un espíritu fuerte y capaz de afrontar los problemas. El cuerpo es el palacio donde residen el pensamiento y el alma. Sin él, no existimos. Y un cuerpo funcional necesita indispensablemente la comida y el aire.

Respiración (pulmón, la pareja del intestino grueso) y comida (bazo/estómago, sistema digestivo) nutren nuestro ser entero.

La mayoría de personas respiramos sin pensar, sin tener en cuenta la importancia de la respiración: deberíamos prestar más atención, respirar más a conciencia.

Por otro lado, hay que dejar de seguir tragando las situaciones que provocan una digestión difícil y tortuosa, o que no se digieren y de las que el cuerpo se deshace directamente sin extraer ningún provecho de ellas. Sería preferible decir sí a la comida y no a ciertas situaciones que a la inversa, aunque para eso haya que afrontar el miedo o la incomodidad.

Decir "no" no nos hace malas personas ni nos excluye en ciertas circunstancias o vínculos. En muchas ocasiones, el "no" nos salva de indignaciones, dolores y enfermedades. Hay que tener voluntad, deseo y mucha perseverancia para salvaguardar el bienestar físico y mental.