La pérdida parcial o total de los sentidos del gusto y el olfato (esta pérdida se denomina técnicamente anosmia) es uno de los síntomas que frecuentemente se asocian a la infección con el coronavirus de la COVID-19. El problema afecta a entre el 80 y el 90% de los enfermos, según un estudio en el que ha participado la la Sociedad Española de Otorrinolaringología.

Aunque esta pérdida puede producirse también con otros virus respiratorios debido a la congestión, en el caso de la COVID es un síntoma más acentuado y la recuperación puede ser más lenta. Para acelerar la curación se pueden realizar tratamientos de estimulación y reentrenamiento de las células olfativas con aceites esenciales.

El doctor Leo Newhouse, especialista en gerontología y cuidados paliativos, explica en el blog de salud de la Universidad de Harvard que él mismo sufre el problema desde que contrajo el coronavirus. Un día descubrió que no detectaba el sabor del limón en el té que se toma por las mañanas ni el de la mermelada de melocotón sobre la tostada. Pasó el coronavirus sin necesitar atenciones especiales, pero meses después de dar negativo en las pruebas PCR y estar teóricamente curado, su capacidad para degustar y oler no se ha recuperado totalmente.

¿Por qué los pacientes de coronavirus pierden el olfato y el gusto?

Este es el caso de muchos pacientes. Los investigadores han descubierto que el coronavirus SARS-Cov-2 tiene una especial facilidad para penetrar en las células de soporte de las neuronas olfatorias y de las células receptoras gustativas. La buena noticia es que las células olfatorias propiamente dichas no parecen estar dañadas porque no expresan el receptor que utiliza el virus para penetrar en las células, lo que aumenta las posibilidades de una recuperación total.

La pérdida del olfato y del gusto afecta nuestra salud y calidad de vida. Se disftuta menos, pues los aromas están vinculados a las emociones y su ausencia provoca una sensación de vacío. La vida cambia, y no para bien, cuando ya no puedes sentir el sabor de tu comida favorita. Además se pierde el apetito y se corre el riesgo de comer alimentos en mal estado. Por eso la anosmia posterior al COVID se relaciona con una mayor incidencia de depresión y ansiedad entre los pacientes.

Leo Newhouse explica que un paciente con anosmia tiene entre un 60% y un 80% de posibilidades de recuperar parte de su sentido del olfato en el plazo de un año o más tiempo en el caso de las personas mayores. Para aumentar las probabilidades de curación es crucial realizar un tratamiento adecuado que consiste en un entrenamiento del olfato.

¿En qué consiste el entrenamiento del olfato?

Los especialistas recomiendan establecer una rutina diaria de olfateo de aceites esenciales de limón, eucalipto, clavo, rosa y otros. Son olores intensos y reconocibles. Los pacientes pueden sentir al principio que huelen diferente a lo que esperaban (el limón no huele a limón), pero poco a poco el sentido del olfato se va afinando.

Este entrenamiento con aceites esenciales se está realizando, por ejemplo, en la Unidad de Olfato del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínico San Carlos de la Comunidad de Madrid. Los pacientes trabajan cada día, en dos sesiones de 10 minutos por la mañana y por la tarde, su capacidad para identificar, recordar y almacenar en la memoria los olores, lo que favorece la regeneración de las células dañadas. Con este tratamiento se espera acelerar la recuperación.

Incluso si la pérdida es total y no se siente ningún olor, Newhouse y otros especialistas recomiendan continuar con la práctica y al inspirar evocar el olor que se recuerda. Se puede hacer al tomar un café o en cada comida, intentando captar cada uno de los sabores básicos (dulce, amargo, ácido, salado y umami) e intentando adivinar –o, al menos, recordar– los aromas pecualiares de cada alimento. También se puede poner más atención a la textura y las sensaciones en la boca, para que la experiencia de comer siga siendo interesante.

Recurre a los picantes, las especias y las hierbas aromáticas

Un consejo para aumentar el atractivo de la comida es recurrir a los alimentos y especias picantes (ajo, cebolla, chile, pimienta, wasabi, jengibre), cuyo estímulo no es realmente del tipo de los sabores, pues no se percibe a través de las células gustativas, sino de las terminaciones nerviosas. Más que un sabor, el picante es un "dolor", pero a muchos nos resulta muy agradable.

También se puede aumentar la condimentación de los alimentos con hierbas aromáticas (menta, albahaca, orégano, romero, tomillo, laurel, hinojo), zumos y pieles de cítricos. Y tener en cuenta que los alimentos calientes favorecen la percepción del sabor porque aumenta la liberación de compuestos volátiles.