Muchas personas acuden al médico quejándose de dolores persistentes en la espalda, el hombro, las manos, las rodillas… De hecho este tipo de dolores son el primer motivo de consultas médicas, y los analgésicos, uno de los fármacos con mayor porcentaje de consumo.

Según las estadísticas, alrededor de un 17% de adultos jóvenes sufre dolor crónico, porcentaje que se eleva al 57% en los mayores de 65 años. Afecta mayoritariamente a las mujeres, en una proporción de 8 de cada 10 afectados.

El dolor está presente en la vida de un 33% de la población femenina. Algunos estudios, como el publicado en la revista Estudis de psicologia1 en 2014, analiza esta relación entre el dolor crónico sin causa orgánica y su mayor prevalencia en las mujeres.

Con frecuencia, al dolor se le acaba etiquetando como síntoma asociado a una determinada enfermedad: artritis, artrosis, lupus, síndrome de Sjögren, miopatía endocrina, osteoporosis, polimialgia reumática, fibromialgia…

Pero, ¿qué tienen en común todas estas patologías? ¿Por qué producen dolor? ¿Hay alguna forma de mitigar el sufrimiento que afecta a tantas personas sin tener que tomar fármacos que acaban perjudicando al organismo?

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Cómo afrontar el dolor crónico

Causas del dolor crónico

El dolor aparece por una rotura del equilibrio físico, emocional o mental, que va a llevar al organismo a un desequilibrio de hormonas, neurotransmisores y moléculas del sistema inmune. Estos desequilibrios afectan a la producción energética, cuyo mecanismo principal son las mitocondrias celulares.

Estos pequeños orgánulos ubicados en el interior de cada célula son los responsables de generar la molécula de ATP (trifosfato de adenosina), que aporta energía al cuerpo para llevar a cabo diversas funciones:

  • Función química: síntesis de compuestos orgánicos.
  • Función osmótica: intercambio activo de sustancias a través de las membranas celulares.
  • Función mecánica: contracción muscular.

Pero el buen funcionamiento mitocondrial puede verse alterado por un exceso de adrenalina, cortisol y otras hormonas relacionadas con el estrés, por un aumento de los radicales libres (ROS), por la acumulación de desechos metabólicos o por la falta de nutrientes. Todo ello va a provocar una inflamación lenta de los tejidos, una reacción del sistema inmunitario y una limitación de la regeneración celular.

Acumulación de toxinas en la matriz celular

La matriz extracelular es la clave para entender cómo se gesta el dolor. En ella confluyen el sistema nervioso, el endocrino y el inmunitario, así como las diversas moléculas que producen estos tres sistemas. Es el soporte funcional de la célula y la que mantiene la homeostasis.

Es en la matriz extracelular donde se acumulan los residuos metabólicos, las toxinas y los metales pesados, pero es también el espacio donde se encuentran los nutrientes y en el que se producen múltiples reacciones bioquímicas.

La alteración de la matriz extracelular supone la pérdida de su función de filtro eficaz. Es ahí donde se empiezan a desarrollar las enfermedades inflamatorias.

Se trata de un proceso acumulativo. Por ello, a partir de cierta edad es más frecuente sufrir dolores en el cuerpo sin que haya un diagnóstico causal. A más suciedad de la matriz, más disfunciones celulares y, a la larga, más posibilidades de sufrir una patología.

El intestino siempre está implicado

La microbiota intestinal participa tanto en los procesos de detoxificación como en la síntesis de nutrientes, neurotransmisores y moléculas del sistema inmune.

Recientes estudios, como el publicado en la revista Pain2 en 2019 por un equipo de investigación de Montreal, han puesto de manifiesto la relación entre la alteración de las bacterias intestinales (disbiosis) y las personas que sufren fibromialgia.

Cuando se produce una disbiosis, la mucosa del intestino se irrita y se vuelve permeable: moléculas alimentarias así como patógenos, que deberían ser expulsados a través de las heces, acaban atravesando la barrera intestinal y llegan al torrente sanguíneo.

El sistema inmune reacciona contra estas "moléculas extrañas" y forma anticuerpos que pueden terminar agrediendo a nuestras propias células. El resultado es la inflamación de los tejidos atacados por el sistema inmune y la aparición del dolor crónico.

Tratamiento natural del dolor crónico

El estrés continuado y las emociones fuertes provocan alteraciones del sueño, una función imprescindible del cuerpo para limpiar y regenerar los tejidos.

La falta de descanso influye en el desequilibrio de neurotransmisores: suele haber un exceso de adrenalina y noradrenalina y un déficit de serotonina y melatonina.

Esta situación lleva a un estado de constante ansiedad y propicia la progresión de la inflamación silente que, a su vez, dificulta el sueño de calidad. Se entra en un círculo vicioso que acaba mermando la salud de la persona.

Las personas que duermen mal suelen levantarse con dolores y contracturas musculares, como explica este estudio publicado en 2018 en la revista Sleep Medicine Reviews3. Con los años, esta situación contribuye de forma directa a la aparición del dolor crónico.

Por eso, el descanso y el control del estrés son tan importantes a la hora de abordar el dolor crónico.

Suplementos naturales que ayudan

La ingesta de algunos complementos nutricionales puede ayudar a limpiar la matriz extracelular, a activar la función de las mitocondrias, a desinflamar los tejidos y a restaurar el equilibrio de la microbiota. Siempre es recomendable consultar con el médico o un especialista sanitario antes de tomar suplementos para el dolor. Entre los más eficaces destacan los siguientes:

  • Coenzima Q10. Activa las cadenas respiratorias de las mitocondrias, actúa como antioxidante y reduce la peroxidación de las grasas. En fibromialgias y polialgias se prescriben dosis elevadas, de entre 300 y 900 mg diarios.
  • Enzimas digestivas. Tomadas fuera de comidas ayudan a eliminar residuos metabólicos del sistema circulatorio y a reducir la inflamación de las articulaciones. Las de origen vegetal se hallan sobre todo en la piña (bromelina) y la papaya (papaína).
  • L-Carnitina. Es el principal aminoácido transportador de la coenzima Q10 al interior de las mitocondrias, junto con el magnesio. La dosis necesaria es de entre 1.000 y 2.000 mg al día. Es recomendable ingerirla 30 minutos antes de realizar actividad física, aunque sea simplemente caminar.
  • Cúrcuma (Curcuma longa L.) Su gran poder antiinflamatorio la convierte en un gran remedio natural para el dolor. Es también antioxidante, reduce los niveles de toxicidad en el cuerpo al estimular el sistema linfático y ayuda a disminuir la degradación de la matriz extracelular. Se suele recomendar una dosis diaria de 100-200 mg de extracto seco de rizoma.
  • Magnesio. Reduce la ansiedad y calma la hiperactividad del sistema nervioso, con lo que disminuye el estrés de las glándulas suprarrenales. Participa en numerosas funciones bioquímicas y actúa como relajante muscular. Para mitigar el dolor se aconseja tomar de 300 a 500 mg diarios.
  • MSM (metilsufonilmetano). Es un compuesto rico en azufre que elimina toxinas de los tejidos conectivos, inhibe la síntesis de prostaglandinas (moléculas inflamatorias) y actúa como un analgésico natural. La dosis recomendada es de 2 a 6 g al día.
  • Omegas 3. Tienen un papel vital en los procesos inflamatorios. A nivel neuronal son fundamentales, pues si a las vainas de mielina les falta este tipo de grasa, hay un aumento del dolor. Se halla en los pescados azules, pero también los aportan las algas, las nueces o las semillas de chía y lino. La dosis recomendada es de 1-2 g diarios (DHA y EPA combinados).
  • Probióticos. La disbiosis intestinal altera la respuesta inmunitaria. Algunas cepas como los Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus acidophilus y Lactobacillus reuteri mejoran la producción de neurotransmisores en el intestino y ayudan a regular el funcionamiento del sistema nervioso y la calidad del sueño.
  • Vitamina D3. Interviene en la salud músculo-esquelética, aumenta el número de linfocitos Th2 produciendo un efecto antiinflamatorio y previene infecciones y enfermedades degenerativas. Si hay un déficit, aumenta el dolor. El cuerpo sintetiza vitamina D al exponerse al sol. Durante el invierno se recomienda tomar un suplemento de 2.000 UI diarias.
  • 5-HTP. Es un derivado del aminoácido triptófano y ayuda al organismo en la producción de serotonina. Su producción puede verse disminuida a causa del estrés, la deficiencia de vitamina B6 o de magnesio. Es también un buen inductor del sueño. La dosis recomendada oscila entre los 100 y 300 mg al día.

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Referencias a estudios científicos:

  1. Pujal i Llombart, M. and E. Mora. 2014. Subjectivity, health and gender: an approach to chronified pain through the Psychosocial gender Diagnostic methodology. Studies in Psychology 35(2): 212-238
  2. Minerbi, Amir; Gonzalez Emmanuel; Brereton, Nicholas J.B. Altered microbiome composition in individuals with fibromyalgia. PAIN (Junio 18, 2019).
  3. F. Afolau, Esther; Ramlee, Fatanah; KY Tang, Nicole. Effects of sleep changes on pain-related health outcomes in the general population: A systematic review of longitudinal studies with exploratory meta-analysis. Sleep Medicina Reviews. 2018 (39); 82-97