A menudo, las personas que sufren fatiga crónica o fibromialgia tienen problemas para dormir bien, lo que agrava el cansancio común a ambos trastornos. Los días en que los problemas de insomnio se agravan, no es raro que se agraven también otros síntomas como el dolor. Para mejorar los problemas de sueño y mejorar el cansancio en estas patologías conviene antes comprender en qué consisten y abordarlas de forma integral.

Fatiga crónica y fibromialgia: síntomas y causas

La fatiga crónica y la fibromialgia tienen síntomas parecidos en muchos casos: cansancio intenso agravado por el esfuerzo, trastornos del sueño, dolores de cabeza, depresión, rigidez de músculos y tendones, sensibilidad a las infecciones…

Este síndrome afecta entre el 2 y el 6% de la población general, sobre todo mujeres, una cifra que en los últimos años ha ido en aumento.

La diferencia entre fatiga crónica y fibromialgia radica principalmente en el diagnóstico: en el de la fibromialgia se focaliza en los puntos de dolor, mientras que en la fatiga crónica se centra en la falta de energía.

La fibromialgia no es una afección psicológica, sino una patología orgánica derivada de la alteración de diversos mecanismos fisiológicos. Las personas que la padecen presentan:

  • Un exceso de la sustancia P, un neurotransmisor implicado en el aumento de la respuesta inflamatoria y en la sensibilización al dolor.
  • Una sobreexcitación de losreceptores nerviosos NMDA del cerebro.
  • Un déficit de serotonina, dopamina y endorfinas.
  • Un factor genético que predispone al padecer el síndrome serotoninérgico, caracterizado por una disfunción del sistema neuromuscular y neurológico.

En las últimas décadas la ciencia ha demostrado la estrecha relación existente entre ciertos virus y la aparición de patologías crónicas. Uno de los virus más nocivos para la salud y al mismo tiempo más silencioso es el virus de Epstein Barr. Se ha comprobado que las personas que padecen fibromialgia tienen una carga vírica muy elevada, que sistemáticamente afecta al organismo generando una neurotoxina que inflama el sistema nervioso central y todos los nervios del cuerpo, lo que provoca dolor constante, sensibilidad al tacto, fatiga grave y muchos síntomas más.

El farmacólogo Jean-Georges Henrotte, en colaboración con el premio Nobel Jean Dausset, descubrió en la década de los 80 la asociación entre una alteración genética del grupo tisular HLA-B35 y la aparición de la entonces poco conocida fibromialgia. Las personas que tienen esta mutación retienen menos magnesio en sus células, lo que las hace más vulnerables al estrés, una situación que les lleva a sufrir de forma continua altos niveles de ansiedad, impaciencia, impulsividad, irritabilidad y espasmos.

Es frecuente la aparición de fatiga crónica o fibromialgia tras haber pasado por largos periodos de estrés y haber sufrido diversos episodios traumáticos (abusos sexuales, conflictos familiares, acoso laboral, accidentes…) previos a la enfermedad.

Cómo mejorar el insomnio y mejorar el cansancio

Las tensiones permanentes generan secreción de noradrenalina por parte de las glándulas suprarrenales, un neurotransmisor que envía a todos los tejidos mensajes de movilización para hace frente a una amenaza: los músculos se acortan, el tubo digestivo se agita, la vejiga sufre espasmos, los vasos sanguíneos se contraen y aparece dolor crónico que, a su vez, contribuye a aumentar la contracción de músculos y tendones… un auténtico círculo vicioso.

La gestión del estrés es una de las claves en el tratamiento de la fatiga crónica y de la fibromialgia, pero también hay otras cosas que podemos hacer. Veámoslas una a una:

  • Como hemos dicho, en caso de fatiga crónica o fibromialgia es imprescindible buscar herramientas para la gestión del estrés: practicar natación, yoga, meditación… así como descansar cada día las horas necesarias para poder reponer las fuerzas.
  • No hay que olvidar hacer estiramientos a diario para descontracturar los músculos, así como liberar las tensiones acumuladas con masajes o sesiones de osteopatía, técnicas que facilitan que la energía fluya y se restablezca un tono vital óptimo.
  • La falta de energía contribuye a que las personas con fatiga crónica tengan una menor capacidad para detoxificar el organismo, por lo que aumenta su hipersensibilidad a los contaminantes. Es fundamental alejarse de las sustancias procesadas y tóxicas,.
  • También es importante apostar por una dieta antiinflamatoria basada en vegetales frescos, cereales integrales y grasas saludables. Incorpora a tu dieta arándanos silvestres, apio, germinados, hinojo, cilantro, anís estrellado, algas rojas, aceite de coco, ajo, jengibre, papayas, granadas… alimentos que ayudan a librarse de virus insidiosos como el Epstein Barr.
  • Por el mismo motivo de que es importante ayudar al cuerpo en sus procesos de detoxificación, es muy recomendable potenciar el contacto con la naturaleza para oxigenar y regenerar el organismo
  • El estrés propicia la disbiosis y la permeabilidad intestinal. La alteración de la mucosa y de la microbiota va a generar intolerancias alimentarias que, a su vez, van a alterar las funciones orgánicas y a provocar múltiples y molestos síntomas, desde malas digestiones a problemas musculares, nerviosismo o astenia. Si padeces fatiga crónica empieza por restablecer el equilibrio intestinal y tu salud mejorará.

Suplementos que ayudan

Para mejorar el cansancio, el insomnio y, en general, otros síntomas de la fatiga crónica y la fibromialgia, algunos suplementos naturales pueden ayudar. Consulta siempre con tu médico o un especialista antes de tomar cualquiera de ellos. Las dosis que se indican aquí son las más recomendadas, pero un especialista podrá personalizarlas y tener en cuenta posibles indicaciones o contraindicaciones según el caso particular.

  • La ingesta de magnesio (400 a 1.500 mg diarios) contribuye a la relajación muscular, inhibe el dolor, mitiga la ansiedad, propicia el sueño, disminuye la inflamación y es un factor clave en el ciclo productor de energía.
  • Son también imprescindibles los precursores de la serotonina como el triptófano o el 5-HTP (600 a 900 mg/día), que impiden la descomposición de los analgésicos naturales del sistema nervioso.
  • Entre 300 y 600 mg diarios de un adaptógeno como la ashwagandha (Withania somnífera) o el eleuterococo o ginseng siberiano (Eleuterococus senticosus) regulan el sistema nervioso y combaten el insomnio y el estrés.
  • El aminoácido tirosina (1.000 a 3.000 mg) es útil siempre y cuando haya un cuadro depresivo, pues es un precursor de la dopamina que, a su vez, promueve la secreción de endorfinas.
  • No hay que olvidar tomar una dosis equilibrada de ácidos grasos omega 3(1.500 mg EPA + 800 mg DHA), por su poder antiinflamatorio, así como sustancias que activan el ciclo energético de las células: N-acetil-carnitina (500 mg), ácido alfa lipoico (200 mg), coenzima Q10(300 a 1.200 mg), SAME (400 a 1.600 mg) o NADH (5 a 20 mg).
  • Los detoxificantes naturales del tejido conectivo como el MSM (300 a 500 mg diarios) y la cúrcuma(600 a 1.200 mg) son también de gran utilidad.
  • En algunas personas, la ingesta de extractos de valeriana, pasiflora, lúpulo o amapola les ayuda a conciliar el sueño.