La amenaza del cáncer de piel ha provocado una especie de fobia al sol que puede resultar contraproducente, porque el astro rey es paradójicamente uno de los principales aliados que tenemos para prevenirlo a través de la síntesis en la piel de vitamina D.

Para protegerse de manera eficaz conviene llevar una dieta sana, rica en determinados nutrientes y, sobre todo, hacerse amigo del sol. Vale la pena establecer una buena relación con él, ya que numerosos estudios –como los realizados por Jean Y. Tang en la Universidad de Stanford (Estados Unidos)– han confirmado que una exposición adecuada a sus rayos ayuda a prevenir el cáncer.

La vitamina D es la mejor protección natural frente a los rayos del sol

Las cremas no protegen tanto como se cree. Se ha extendido la idea de que las cremas con filtros solares constituyen nuestra principal protección, pero varios varios estudios científicos, como el realizado por el equipo del doctor Roger Marais en la Universidad de Manchester, muestran que no reducen la incidencia.

Las razones de la ineficacia son varias. Por una parte, las personas tienen la sensación de que si se ponen la crema son invulnerables y aumentan las horas que permanecen al sol. La consecuencia es que en lugar de protegerse aumentan su riesgo de sufrir cáncer.

Las cremas solares reducen la producción de vitamina D

Otra consecuencia es que precisamente disminuyen los niveles de vitamina D en el organismo. Esta vitamina ha demostrado su capacidad para prevenir varios tipos de cáncer, entre ellos los del piel.

En tercer lugar, las reacciones químicas que se producen entre los componentes de los filtros solares sintéticos y el sol liberan más radicales libres de los que absorben, por lo que el efecto paradójico es que incrementan el riesgo de cáncer.

Compuestos como la oxibenzona, presente en la mayoría de los protectores solares convencionales, están asociados a alergias, disrupción hormonal, lesión celular y bajo peso de los bebés cuyas madres se expusieron durante el embarazo.

Otro ingredientes, como el octinoxato y el alcanfor 4-metilbencilideno, son disruptores endocrinos relacionados con desequilibrios que pueden llevar también al cáncer. Incluso una forma de vitamina A que se añade al filtro, el retinil palmitato, actúa como fotocarcinógeno, pues bajo la acción de la luz acelera el desarrollo de tumores y otras lesiones.

Los niños, las embarazadas y las personas con piel sensible o lesionada (con cicatrices, quemaduras, eczemas y zonas de inflamación) son probablemente más vulnerables a todos estos procesos que aumentan los riesgos.

Tipos de cáncer en la piel

En la piel se pueden desarrollar diferentes tipos de cáncer más o menos graves.

Los carcinomas basocelulares (75% de todos los tumores de la piel) se originan sobre las células basales, y los carcinomas escamosos o epidermoides (20%), sobre los queratinocitos. Entre los dos constituyen la mayoría de «cánceres de piel no melanoma» (CPNM), que muy raramente representan un riesgo vital para la persona que los sufre. Su capacidad biológica de metastatizar y su agresividad son limitados, y suelen ser bien controlados con cirugía.

Las células denominadas melanocitos son las productoras del pigmento melanina, cuya cantidad está acorde con la piel propia de cada raza y la intensidad de la exposición al sol. Nos protegen de los rayos ultravioletas (UV), aumentan con el bronceado solar y cuando forman pequeños acúmulos benignos constituyen las pecas, las manchas del embarazo o de la edad.

Pero también pueden malignizarse y dar lugar al melanoma, un tumor con un potencial devastador cuando no es extirpado en estadios iniciales.

Nuestra relación con el sol

Cada persona responde de manera diferente a las radiaciones solares, según el fototipo y otros factores individuales.

Se ha establecido un espectro de sensibilidad en el que en uno de los extremos se encuentran las personas de piel muy clara, con un número muy bajo de melanocitos, a las que les cuesta mucho broncearse y se queman con facilidad.

En el otro extremo están las personas de piel oscura, con un gran número de melanocitos y muy resistentes a la exposición solar.

Otros factores relacionados con la exposición son:

  • La época del año y el estado de la capa de ozono (que varía según la época del año y los cambios climáticos).
  • La hora del día (alrededor del mediodía se producen los niveles de ultravioletas tipo B, mientras que en la mañana y al final de la tarde los rayos solares atraviesan la atmósfera de manera oblicua y su intensidad es mucho menor).
  • La latitud (más fuerte en el ecuador).
  • La altitud sobre el nivel del mar (a menor atmósfera mayor exposición).
  • Las condiciones climáticas y la turbiedad atmosférica (las nubes reducen el nivel de radiación pero no lo eliminan, aunque no haga calor).
  • La luz reflejada (el agua, la nieve, la arena, hacen que se pueda recibir una apreciable cantidad de radiación incluso a la sombra).

Es cierto que la exposición excesiva a la radiación ultravioleta y las quemaduras del sol están relacionadas con la incidencia de cánceres de piel. Sin embargo, también lo es que el melanoma es más común en personas que trabajan en interiores y se presenta comúnmente en zonas no expuestas a la luz solar.

Asimismo es verdad que un cierto grado de exposición resulta beneficioso y protector.

El sol tiene un lado positivo

Los baños de sol, bien realizados, son extraordinariamente beneficiosos: mejoran la respuesta inmune, disminuyen la tensión arterial y los niveles de colesterol, muestran un efecto beneficioso a nivel respiratorio, cardiovascular y metabólico y promueven la síntesis de vitamina D.

En concreto, aunque la radiación UVB puede estar en el origen de casos de cánceres como consecuencia de quemaduras, cuando se recibe con moderación puede ralentizar la aparición de melanoma si la persona sufre una predisposición genética o es propenso al cáncer de piel, quizás porque ayuda a producir vitamina D.

Es sabido que la forma activa de la vitamina D (D3 o colecalciferol) tiene poderosos efectos anticancerígenos, antioxidantes y beneficiosos sobre los sistemas nervioso, muscular e inmune.

La deficiencia de vitamina D es muy común

La mayoría de la población presenta concentraciones bajas de vitamina D como consecuencia de una exposición solar insuficiente y del uso excesivo de filtros solares, incorporados ya de forma habitual en las cremas faciales.

Esta deficiencia puede estar ligada a un mayor riesgo de mortalidad por una veintena de enfermedades, incluyendo el cáncer. Por tanto, desde un punto de vista preventivo, es prioritario favorecer la síntesis de vitamina D en la piel mediante una exposición al sol razonable.

Cómo tomar bien el sol

Siendo conscientes de nuestro tipo de piel, hay que elegir el momento y la duración de la exposición: en verano, evitar las horas centrales del día (de 12 a 18) y aumentar gradualmente la duración para ir incrementando la síntesis de melanina protectora.

En teoría, exponerse al sol diariamente sin protección de 5 a 10 minutos basta para que la piel sintetice suficiente vitamina D, pero esto puede variar en función del tipo de piel y otros factores. Por
eso conviene obtenerla también de los alimentos (en setas desecadas al sol y productos enriquecidos) y en ciertos casos, si el médico lo considera necesario, de suplementos.

Algunos alimentos desempeñan un importante papel protector sobre el cáncer del piel, incluyendo el melanoma:

  • El betacaroteno, pigmento que se halla en zanahorias, albaricoques y otros alimentos anaranjados, estimula la melanina y su efecto antioxidante protege la piel.
  • Las vitaminas C y E, así como los polifenoles del té verde resultan también beneficiosos.
  • La cúrcuma y los ácidos grasos omega-3 poseen efectos antiinflamatorios que reducen el riesgo de cáncer.
  • El ajo y la cebolla también poseen un gran efecto antiinflamatorio.

Cómo usar las cremas

Si no se puede evitar la exposición aguda está justificado el uso de cremas, sobre todo durante la infancia y la adolescencia. Conviene recurrir a productos con filtros minerales físicos como el óxido de zinc que protegen tanto de los rayos UVA –los que llegan con más abundancia a la superficie terrestre– como de los UVB, si es posible con alguna certificación de la cosmética natural.

La crema (de factor 15 o superior) se aplica cada dos horas o después de nadar o sudar. Por otra parte, no hay que olvidarse de utilizar gorros, gafas de sol, ropa adecuada y ponerse a la sombra siempre que sea posible.

El cáncer de piel, como muchas otras enfermedades, puede ser evitado sin medidas extremas o extrañas, simplemente con un comportamiento equilibrado dentro y fuera de casa.