Sentimos todos los días que somos músculos y huesos. Y los tenemos en cuenta a la hora de hacernos cargo de nuestra salud. Sabemos también que poseemos órganos pero, quizá, no somos tan conscientes de su funcionamiento. La respiración, los latidos del corazón, la digestión, la circulación sanguínea o la linfática son acontecimientos de los que solo nos damos cuenta cuando algo no va bien.
Las funciones interoceptivas, sin embargo, nos permiten percibir de forma consciente los estímulos generados por las vísceras. Es un sistema sensorial relativamente desconocido. Y es normal, pues las sensaciones viscerales nos llegan en realidad de forma consciente mediante la percepción de estados emocionales subjetivos.
Las emociones reflejan el estado de nuestro cuerpo
Los humanos percibimos estados emocionales que reflejan nuestro bienestar, nuestro nivel de estrés, de energía y de disposición. ¿De dónde vienen estas sensaciones, estos "estados"? Existe un sistema que nos muestra estos estados que han sido elaborados a partir de la información recogida de todos los aspectos de nuestro estado fisiológico.
Este sistema elabora la conciencia del yo físico y proporciona un sustrato para los estados emocionales. Es algo que la medicina china sabe desde hace tiempo, pues considera las emociones como la expresión del hombre desde un núcleo orgánico.
Esto funciona en las dos direcciones: si esa emoción se perpetúa o se excede, daña al órgano pues lo mantiene fuera de su estado de homeostasis. El equilibrio emocional es el reflejo de un sistema visceral equilibrado y viceversa. La generosidad, la confianza y la empatía serían el reflejo de un corazón, riñón y estómago en armonía, pero se tornan en euforia, miedo o preocupación cuando existe un desequilibrio.
¿Qué conclusiones podríamos extraer de esta información? Se me ocurre que es una razón para ser más solícitos con las demandas del mundo visceral. Prestar atención a su palpitante existencia y familiarizarnos con sus mensajes en forma de sensaciones viscerales y de estados de ánimo. Conociendo su lenguaje, el de las sensaciones viscerales y los estados anímicos, pasamos de ser sujetos pasivos a ser oyentes interactivos.
Devuelve a tus órganos su espacio vital
Hay otro aspecto que pasa más desapercibido: el cuidado visceral mecánico. ¿Tienen tus órganos el espacio suficiente para sentirse a gusto? ¿Para sus movimientos? ¿Para no vivir comprimidos o inmovilizados por una mala postura o un exceso de tensión muscular en, por ejemplo, los músculos abdominales o en el diafragma?
El diafragma, principal músculo de la respiración, tiene otro papel importante: incesantemente moviliza y "masajea" las vísceras abdominales, contribuyendo así a su buen funcionamiento y, según los neurofisiólogos, a que nos encontremos "bien y disponibles".
La presión intraabdominal es el estado de presión dentro del abdomen. La elasticidad de sus paredes y el volumen de su contenido determinan que dicha presión sea adecuada. La respiración hace variar suavemente la presión y "acuna" los órganos. La congestión de nuestro mundo visceral o un recinto muscular demasiado pequeño crean un exceso de presión no deseable.
Masajea y toma conciencia de tus vísceras
Te propongo algunos movimientos para la toma de conciencia de esta vida "interior". Te llevará a darle más espacio en tu cuerpo, en tu postura, en tu respiración, en el tono y la longitud de tus abdominales. Recuerda que sentirte emocionalmente equilibrado depende también de ello.
Si realizas estos ejercicios de forma constante tus movimientos se harán más habitados y sutiles. Puedes acompañar tus rutinas con una música voluptuosa y lenta.