A menudo nos cerramos a los demás, incluso a seres queridos, por la interpretación que hacemos de una mirada, palabra o gesto.
Es fácil creer que se sabe qué opinan los demás y el porqué de sus decisiones. Pero en realidad nunca se sabe con certeza qué esconden las acciones y palabras ajenas. Nadie puede saber qué hay tras el telón de nuestra vida, ni nosotros mismos, ya que también el inconsciente juega su papel.
No es raro creer que se sabe lo que opina el otro y juzgarlo por su comportamiento, si es "bueno", "malo", "acusador" o "víctima", "tiene razón" o "está equivocado". Estos juicios son peligrosos, pues quien se ve como víctima y etiqueta al otro como "equivocado" o "malo" puede caer en pensamientos violentos de venganza.
Tenemos un punto de vista que siempre es limitado. De hecho, los juicios que emitimos dicen más sobre nosotros y nuestros valores que sobre la persona a la que estamos juzgando, que vive bajo otros parámetros y podría argumentar que lo que vemos y pensamos ¡ni siquiera existe!
Vivir con estas conclusiones aporta humildad y una dulce apertura frente a lo desconocido, frente al misterio en la vida.
Asana para aprender a abrirse a los demás (y a la vida)
La apertura es una de las cualidades más dulces y agradables de la mente y el corazón. Practicando esta postura de yoga crearás espacio dentro de ti y dejarás entrar el aire plácidamente. En ese momento, trata de abrirte al hecho de que no lo sabes todo con absoluta certeza. O mejor aún, nada.
1. Alárgate hacia arriba
Siéntate cómodamente de rodillas, con las nalgas apoyadas sobre los talones.
Inhala y alarga la columna, al tiempo que te sujetas la nuca con la mano derecha.
Nota el estiramiento en el tríceps y el lateral del torso.
2. Extiéndete a un lado
Alarga el brazo izquierdo y aléjalo del cuerpo todo lo que puedas para acomodar la columna en una inclinación.
3. Aprovecha el espacio
Respira profundamente hacia el pulmón derecho.
Disfruta de la apertura de la caja torácica y del espacio creado para que tu respiración entre dulcemente.