Siempre apetece recuperar los versos de uno de los poetas más grandes de la literatura española de todos los tiempos. Francisco de Quevedo es, sin duda alguna, uno de ellos y un imprescindible creador de léxico.

Su poesía se disfruta, sorprende, perdura.  Por eso, y porque compartir multiplica el disfrute, hemos querido recopilar para ti algunos de sus poemas más famosos, 

quién fue Francisco de Quevedo

Nacido en 1580 en Madrid, Francisco de Quevedo fue uno de los grandes representantes del Siglo de Oro Español junto a Luís de Góngora, quien fuera su gran enemigo y al que dedicó algunos de sus poemas satíricos más famosos.

Miembro de la nobleza, Quevedo estudió filosofía, lenguas clásicas, árabe, hebreo, francés, italiano y teología. Pronto destacó por sus dotes intelectuales, que fueron elogiadas por grandes nombres como Miguel de Cervantes o Lope de Vega.

Destacó por su amplia creación poética barroca, con más de 800 poemas, pero cultivó numerosos géneros, entre ellas la narrativa, el teatro y obras filosóficas, políticas, teológicas, satírico-morales o ascéticas.

Entre algunos de sus versos más importantes encontramos poemas satíricos y burlescos dedicados a algunos de sus escritores e intelectuales coetáneos, pero también destacan sus creaciones amorosas. Fue famoso por la creación del conceptismo, un estilo literario caracterizado por la utilización de juegos lingüísticos y  metáforas de gran complejidad literaria. 

Los Poemas de Quevedo más famosos

Aquí os invitamos a recuperar algunos de sus versos más conocidos. Seguro que algunos os sonarán y resonarán en vuestro álbum de recuerdos literarios escolares. Esperamos que los disfrutéis. 

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POEMA A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ, DE FRANCISCO QUEVEDO

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A un hombre de gran nariz

Poema satírico dedicado al poeta Luís de Góngora, uno de sus grandes enemigos literarios, y a su nariz prominente. Puede que una de las creaciones más famosas del autor. 

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;

Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

POEMA A UNA DAMA BIZCA Y HERMOSA, DE FRANCISCO QUEVEDO

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A una dama bizca y hermosa

Otra creación satírica del poeta, esta vez dedicada a una mujer bizca. Una creación de gran complejidad lingüística y una gran belleza poética. 

Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l’alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?

POEMA DEFINICIO´N DEL AMOR,  DE FRANCISCO QUEVEDO

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Definición del amor

Poema precioso sobre lo que significa el amor según el autor, sobre qué representa y sobre cómo lo sentimos. Con metáforas hábilmente escogidas y elaboradas. 

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

Fue suen~o ayer (poema de Quevedo)

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Fue suen~o ayer

Obra dedicada al tiempo, al pasado, presente y futuro y a lo temporal. Solo es real el presente, el ayer fue sueño. 

Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.

A un avariento,  DE FRANCISCO DE QUEVEDO (2)

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A un avariento

Poema crítico con las personas avariciosas que, por no gastar, sufren los más terribles dolores antes de su muerte. 

En aqueste enterramiento
humilde, pobre y mezquino,
yace envuelto en oro fino
un hombre rico avariento.

Murió con cien mil dolores
sin poderlo remediar,
tan sólo por no gastar
ni aun gasta malos humores.

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

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Poderoso caballero es don Dinero

Otro de los poemas que resuenan en nuestro interior cuando hablamos de Quevedo. Dedicado al dinero y a la fortuna y a cómo afecta su posesión al que lo tiene y al que no lo tiene. 

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

POEMA SONETO AMOROSO,  DE FRANCISCO DE QUEVEDO

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Soneto amoroso

Y acabamos esta serie de imágenes, aunque no de poemas del autor, con este soneto amoroso de cómo nos comportamos cuando estamos enamorados. La razón se nos nubla y actuamos movidos casi por un sueño. 

A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.

Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.

Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.

Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.

Amor constante más allá de la muerte

Quevedo escribió ampliamente al amor y en este caso, sobre como sobrevive el amor incluso a la muerte, si el amor es verdadero.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esa otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrán sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.

Miré los muros de la patria mía

Poesía dedicada a su tierra, a su entorno, a su naturaleza, en la que el autor confiesa su amor a ella. 

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Romance satírico

El poeta tenía una fijación negativa con algunas profesiones, entre ellas sobre todo la de los médicos, a los que dedicó algunas de sus sátiras más famosas, como la que os dejamos a continuación. 

Pues me hacéis casamentero,
Ángela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo
las grandezas y el valor.

Él es un Médico honrado,
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.

Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce, y mintió,
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.

En entrando en una casa
tiene tal reputación,
que luego dicen los niños:
«Dios perdone al que murió».

Y con ser todos mortales
los Médicos, pienso yo
que son todos venïales,
comparados al Dotor.

Al caminante, en los pueblos
se le pide información,
temiéndole más que a la peste
de si le conoce, o no.

De Médicos semejantes
hace el Rey nuestro Señor
bombardas a sus castillos,
mosquetes a su escuadrón.

Si a alguno cura, y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.

Si acaso estando en su casa
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta
escribe: «Ante mí pasó».

No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes que se mueran
los mata sin confesión.

De envidia de los verdugos
maldice al Corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.

Piensan que es la muerte algunos;
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del juicio,
pues es total perdición.

No come por engordar,
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre,
que es matar su inclinación.

Por matar mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciégalo vive
a la sombra de un rincón.

Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que se escapó,
que está matada de suerte
que le viene a ser peor.

Él, que se ve tan famoso
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.

No pide le deis más dote
de ver que matáis de amor,
que en matando de algún modo
para en uno sois los dos.

Casaos con él, y jamás
vïuda tendréis pasión,
que nunca la misma muerte
se oyó decir que murió.

Si lo hacéis, a Dios le ruego
que os gocéis con bendición;
pero si no, que nos libre
de conocer al Dotor.