La poesia es una de las formas más bellas y puras de transmitir emociones. La sonoridad y melodía de unas palabras bien elegidas nos llega al alma y nos conecta con esos sentimientos que a veces no sabemos cómo expresar. 

En las redes sociales a menudo nos encontramos con versos de autores contemporáneos que reflexionan sobre la vida, la espiritualidad, el amor o la belleza. Autores clásicos como Lorca, Bécquer, Shakespeare o Góngora, maestros con un gran dominio de los recursos lingüísticos, fónicos y morfosintácticos y con una estudiada rima y métrica, también han indagado sobre estos temas. Unos y otros son capaces de emocionarnos con sus diferentes estilos.

A continuación tienes 34 poemas cortos y bonitos de autores clásicos y contemporáneos para compartir.

Los poemas que nos encontramos más a menudo hoy en días suelen ser más claros, concretos, concisos y, en su mayoría son cortos. ¿Es esta claridad y concisión mejor o peor que la retórica más intrincada, por ejemplo, de la poesía barroca? Sobre gustos, como se suele decir, no hay nada escrito. Lo que parece ser cierto que la sociedad de la inmediatez en la que vivimos lleva a muchos a optar por poemas más cortos y directos.

Ahora bien, ¿lo importante no es leer y disfrutar de la belleza de la palabras escrita?  Pues quizá estas poesías más cortas despierten la curiosidad y sean también la puerta para llegar a los grandes clásicos, que también son citados en numerosas ocasiones en todas las redes sociales.

¿Cuál es el poema más corto del mundo?

No hay un acuerdo sobre cuál es el poema más corto del mundo. Hay quien dice que lo escribió Borges, mientras que otros se lo atribuyen a Gloria Fuertes… En lo que sí hay consenso es en que el tipo de poema corto más habitual son los haikus.

El haiku es un poema corto de origen japonés que consta de tres versos sin rima de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente, aunque esta métrica se puede modificar según la necesidad del escritor. Lo más importante es que su temática gire en torno a la vida cotidiana o la naturaleza, ya que su función es capturar y dar relevancia al momento presente que es fugaz. Posiblemente, es la concreción y la sencillez de su mensaje y estructura la que hizo que hace unos pocos años su popularidad fuera indiscutible.

No obstante, hace siglos que este tipo de poema corto conquistó Occidente, hasta tal punto de que fueron muchos los escritores reconocidos que cayeron rendidos ante la fuerza de su mensaje y comenzaron a incluirlos en sus trabajos. Entre los escritores en lengua española, Borges es un ejemplo de ello. Escribió algunos haikus, como este:

¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

34 poemas cortos y bonitos para dedicar

Los poemas cortos tienen una estructura sencilla y sus mensajes son concretos y directos. ¿Te animarías a escribir uno? Dicen que, por ejemplo, los haikus tienen un poder terapéutico porque, no solo potencian la creatividad y la sensibilidad, sino que además nos conectan con el momento presente, ayudan a expresar emociones, invitan a la relajación y fomentan la autoestima.
Mientras decides si pruebas o no a escribir el tuyo, aquí tienes 34 poemas cortos y bonitos para dedicar. 

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Fuego y hielo (Poema de Robert Frost)

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Fuego y hielo (Poema de Robert Frost)

Unos dicen que el mundo terminará en fuego,
unos dicen que en hielo.
Por lo que he probado del deseo,
estoy con los partidarios del fuego.
Pero si tuviera que perecer dos veces,
creo conocer lo suficiente del odio
como para decir para en la destrucción el hielo
también es poderoso.
Y bastaría.

Soneto de la dulce queja (Poema de Federico García Lorca)

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Soneto de la dulce queja (Poema de Federico García Lorca)

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Sophia (Poema de Clara Janés)

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Sophia (Poema de Clara Janés)

Ésta es la hora del deseo ardiente.
De mi cerebro una centella
cae en mi pecho
y me abro al espacio
como un eco.

Para hacer una pradera (Poema de Emily Dickinson)

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Para hacer una pradera (Poema de Emily Dickinson)

Para hacer una pradera se necesita un trébol y una abeja,
un trébol y una abeja
y ensueño.
Bastará con el ensueño
si las abejas son pocas.

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¿Deseas que te amen? (Poema de Edgar Allan Poe)

¿Deseas que te amen? No pierdas, pues,
El rumbo de tu corazón.
Sólo aquello que eres has de ser
Y aquello que no eres, no.
Así, en el mundo, tu modo sutil,
Tu gracia, tu bellísimo ser,
Serán objeto de elogio sin fin
Y el amor... un sencillo deber.

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Verano del 99 (Poema de Patricia Benito)

Hoy me he arrepentido
de todas las tormentas de verano
en las que me puse a cubierto.

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En las noches claras (Poema de Gloria Fuertes)

En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.

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Amor propio (Poema de Rafae Cabaliere)

Alejarse cuenta como amor, 

amor a la vida,

amor a estar bien,

amor a no pensar más,

amor a uno mismo.

 

Amor propio.

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En lo más adentro (Poema sin título de Juanito Makandé)

En lo más adentro, 

en nuestros abismos,

Ahí se encuentran 

las verdades asfixiadas

Por la cobardía.

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Por una mirada (Poema de Gustavo Adolfo Bécquer)

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… yo no sé
qué te diera por un beso.

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La carencia (Poema de Alejandra Pizarnik)

Yo no sé de pájaros,

no conozco la historia del fuego.

Pero creo que mi soledad debería tener alas.

Proverbios y cantares - XXIX (Poema de Antonio Machado)

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

En una estación del metro (Poema de Ezra Pound)

La aparición de estos rostros en la multitud;
Pétalos en una rama oscura y húmeda.

Mañana al alba (Poema de Victor Hugo)

Mañana, al alba, cuando blanquea el campo,
Yo partiré. Mira, sé que me esperas.
Iré por el bosque, iré por la montaña.
No puedo permanecer lejos de ti más tiempo.

Caminaré, los ojos fijos en mis pensamientos,
Sin ver nada alrededor, sin escuchar ningún ruido,
Solo, desconocido, la espalda encorvada, las manos cruzadas,
Triste, y el día para mí será como la noche.

No miraré ni el oro de la tarde que cae,
Ni las velas lejanas descendiendo hacia Harfleur,
Y al llegar, pondré sobre tu tumba,
Un ramo de acebo verde y de brezo en flor.

Soneto 18 (Poema de William Shakespeare)

¿Podría yo al estío compararte?
Es mayor tu belleza y tu templanza.
Viento intenso flores de mayo bate
y el verano se acaba sin tardanza
El ojo celeste o con fulgor brilla
o su dorada luz se desvanece;
y lo bello en su belleza declina,
por natura o azar desaparece.
Jamás morirá tu verano eterno,
ni tu belleza te ha de abandonar,
ni Muerte gala hará de ti en su seno,
pues en mis versos has de perdurar:
Mientras haya un hombre u ojos que vean,
vivirán mis versos que te recrean.

Esto es solo para decirte (Poema de William Carlos Williams)

Me he comido
las ciruelas
que estaban
en el refrigerador

y que
seguramente
habías apartado
para el desayuno

Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías.

Cicatrices (Poema de Luna Miguel)

Mi abuelo tiene una cicatriz en el estómago.
Mi abuela tiene una cicatriz en el pecho.
Mi madre tiene una cicatriz en la garganta.
Mi padre tiene una cicatriz en la rodilla.
Mi amante tiene una cicatriz en el costado.
Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,
aceite, tiempo quemado:
un rasguño.

Amo, amas (Poema de Rubén Darío)

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

El poder de lo diminuto (Poema de Macaco)

La gentil delicadeza del guiño añadido
que convierte la flaqueza en la fuerza y ligereza
para la alegría en pobreza y el cuerpo dolido.

Y sí, a veces sobra la palabra y su sobrevalorado poder escrito.

Mejor no dar por hecho y consumir el hecho.
Mejor una caricia a una receta.
Mejor un gesto a un charlatán rocambolesco.
Mejor lo sutil que su hijo tonto el denso.

Si un día despertara sin palabras (Poema de Rocío Acebal)

Si un día despertara sin palabras,
moriría de hambre o de tristeza.

No tengo nada más: la inútil vocación
de pensar y explicar lo que he pensado.

Enredaderas (Poema de Juan Ramón Jiménez)

Eres como la flor de la rama más alta del cielo.
Tu olor viene ¡qué fino!, de tan lejos
como te subo yo, por la raíz más honda de la tierra, mi beso.

¡Oh, sí! (Poema de Charles Bukowski)

Hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde.

El amor (Poema de Karmelo C. Iribarren)

Como el viento que encuentra
una rendija
y se cuela en la habitación
y lo desordena todo
libros
facturas
poemas
así llega
en la vida
el amor.

Nada es igual a partir de entonces,
ese caos
es la felicidad.

Pero un día habrá que recoger.

Suerte si no te toca a ti.

El lobito bueno (Poema de José Agustín Goytisolo)

Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.

Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.

Todas estas cosas
había una vez
cuando yo soñaba
un mundo al revés.

En el corazón, quizá (Poema de José Saramago)

En el corazón, quizá, o más exacto:
Una herida rasgada con navaja,
Por donde se va la vida mal gastada,
Con total conciencia nos apuñala.
El desear, el querer, el no bastar,
Equivocada búsqueda de la razón
Que el azar de ser nos justifique,
Es eso lo que duele, quizá en el corazón.

El vaso (Poema de Roger Wolfe)

Siéntate
a la mesa.
Bebe un vaso
de agua. Saborea
cada trago.

Y piensa
en todo el tiempo
que has perdido.

El que estás perdiendo.

El tiempo
que te queda por perder.

Ahora me regañas (Poema de Abraham Guerrero Tenorio)

Ahora me regañas porque duermo poco.
Me cuentas que en mitad de la noche suspiro
como si tuviera un toro negro en el pecho
y que  sumo los ciempiés y las arañas colgantes
de los párpados del dormitorio.
Me regañas porque no grito las canciones
en el coche, y me ves cansado con ojos chiquititos
pero tú no sabes qué es la mariposa del insomnio
revoloteando sobre un miedo
tan pulcro
tan de estas paredes
tan resbaladizo
tan poco poético
como es la certidumbre
de este ahora que ya fue en incontables ocasiones.

Que ahorita vuelve (Poema de Coral Bracho)

Te hace una seña con la cabeza
desde esa niebla de luz. Sonríe.
Que sí, que ahorita vuelve.
Miras sus gestos, su lejanía,
pero no la escuchas. Polvo
de niebla es la arena.
Polvo ficticio el mar.
Desde más lejos, frente a ese brillo
que lo corta te mira,
te hace señas. Que sí, que ahorita vuelve.
Que ahorita vuelve.

Sin título: Ponerlo todo en duda... (Poema de Teresa Mateo)

Ponerlo todo en duda 
es el único modo de 
ordenarme

Ejercicios (Poema de Blanca Varela)

Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo
yo y el gran aire
de las palabras

Sueños (Poema de Langston Hughes)

Aférrate a tus sueños
porque si los sueños mueren
la vida es como un pájaro de alas rotas
incapaz de volar.

Aférrate a tus sueños
porque si los sueños se marchan
la vida es como un campo yermo
cubierto de escarcha.

Florecen los almendros (Poema de Claribel Alegría)

Florecen los almendros
en Mallorca
y no estás para verlos.
De mi balcón anoche
los vi fosforecer.
Te llamé por tu nombre,
conjuré tu fantasma,
te perfilé de pétalos caídos
y una ráfaga de aire
te rasgo.

Sin un día despertara sin palabras (Poema de Rocío Acebal)

Si un día despertara sin palabras,
moriría de hambre o de tristeza.

No tengo nada más: la inútil vocación
de pensar y explicar lo que he pensado.

Los dedos de la aurora (Poema de Luis Alberto de Cuenca)

Entraban en mi alcoba sin llamar a la puerta,
deshojando en el aire la flor de su perfume.
Los oía arrastrarse, leves, hasta la alfombra.
Trepaban a la cama y luego, entre las sábanas,
me anunciaban el día con sutiles caricias.