Después de Zeus, el rey de los dioses del Olimpo, Apolo fue la divinidad a la que los griegos profesaron una mayor devoción. Su vinculación a las artes y, sobre todo, su capacidad de profetizar el futuro, explican su popularidad.

de qué era dios Apolo

Apolo fue un dios con poderes sobre un número nada despreciable de ámbitos que afectaban a la vida humana, como las epidemias y la medicina, la fecundidad del ganado o la música, la poesía y las artes, sin olvidar la luz que ilumina el mundo o el arte de la adivinación.

dónde nació el dios griego apolo

Apolo es uno de los dioses más importantes de todo el panteón griego, pero también de uno de los más misteriosos, al menos en lo que se refiere a sus orígenes. Muchas personas se preguntan cuál es la isla en la que nació el dios griego Apolo pero todo apunta a que, a diferencia del resto de los olímpicos, no nació en lo que hoy es Grecia, sino en Oriente Próximo. Lo hizo como un dios particularmente temible, pues con sus flechas provocaba todo tipo de pestes y plagas.

Solo más tarde, probablemente a partir del siglo VII a.C., empezó a adquirir otras virtudes más positivas, como el arte de curar, que adquirió de un antiquísimo dios cretense llamado Peán, con el que acabó fundiéndose. Hacia el siglo V a.C. empezó a identificarse con el sol, de ahí el apelativo de Febo, que puede traducirse como “luminoso” o “puro”.

EL difícil nacimiento de Apolo

Apolo fue uno de los muchos hijos que Zeus tuvo con otras mujeres, tanto inmortales como mortales, diferentes a su esposa Hera. En este caso, la madre fue la titánide Leto, quien, llegada la hora del parto, buscó por toda Grecia un lugar donde dar a luz. No lo encontró, pues la celosa esposa del rey de los dioses había ordenado que nadie que viviera en la tierra le diera cobijo si no quería sufrir su ira.

Desesperada, Leto llegó hasta el mar, donde encontró un peñasco que se movía a la deriva. Pudo saltar a él y, dado que no se trataba de tierra firme, no se veía afectado por la prohibición de Hera. Fue allí, al pie de una palmera, donde nació Apolo, aunque solo después de su hermana gemela Ártemis. Ambos niños eran de una belleza excepcional.

En premio al cobijo prestado a Leto, Zeus decidió que ese peñasco dejara de errar y quedara definitivamente anclado en el mar. Como nombre recibió el de Delos, “la brillante”, en referencia al carácter deslumbrante de Apolo.

Apolo: arquero pastor y músico

Apolo es protagonista de un gran número de mitos. Uno de los más célebres es el que relata su enfrentamiento con la monstruosa serpiente Pitón, que vivía entre las rocas y grutas del monte Parnaso, donde protegía un antiquísimo oráculo asociado a Gea, la Madre Tierra. El dios mató al reptil con sus flechas y se adueñó del lugar, lo que le permitió disfrutar del don de la adivinación y la profecía. Allí fundó un nuevo oráculo, Delfos.

Esas flechas que Apolo disparaba podían ser portadoras de las más temibles enfermedades, como la epidemia de peste que desencadenó durante la guerra de Troya en el campamento griego por el modo en que su rey Agamenón habían tratado a uno de sus sacerdotes. Otros mitos, sin embargo, lo muestran como sanador, aunque en esta faceta se vio superado por su hijo Asclepio, quien era capaz, incluso, de resucitar a los muertos.

En otros mitos Apolo aparece como pastor de ganado, casi siempre en castigo por alguna falta cometida. Por ejemplo, matar a los cíclopes que habían forjado el rayo de Zeus, en venganza porque el rey de los dioses había fulminado a Asclepio. Apolo se vio entonces obligado a servir como boyero de un mortal, Admeto.

¿Cómo se representa el dios Apolo?

Además de armado con arco y flechas, los mitos muestran a Apolo acompañado siempre de una lira. Ese instrumento lo obtuvo de su hermano Hermes, quien lo había inventado a partir de la concha de una tortuga a la que había añadido unas cuerdas tensadas. Apolo pronto adquirió una extraordinaria maestría con él. Su duelo musical con el sátiro Marsias, que se jactaba de tocar mejor su flauta que el dios su lira, tuvo trágicas consecuencias: Apolo desolló vivo a su rival.

Mejor fue su relación con las nueve Musas que habitaban en el monte Parnaso. Estas hijas de Zeus y de la titánide Mnemosine, la Memoria, se convirtieron en parte del séquito de Apolo, al son de cuya lira cantaban y danzaban para alegría de los dioses, pero también de los mortales. Aquellos a quienes el dios y ellas amaban se veían dominados por un espíritu creativo que se plasmaba en composiciones musicales, poemas épicos y líricos, comedias y tragedias…

 

Los amores trágicos de Apolo

Apolo aparece siempre representado como un joven de resplandeciente belleza. Su suerte en el amor, sin embargo, fue dispar. El mito más conocido, gracias a obras maestras como Las metamorfosis, del poeta latino Ovidio, o Apolo y Dafne, del escultor barroco Gian Lorenzo Bernini, es el de la ninfa Dafne, quien, huyendo del acoso del dios, pidió al río Peneo, su padre, que la salvara. Fue así transformada en laurel, árbol cuyas hojas Apolo tomó como emblema al lado de la lira, el arco, la aljaba y las flechas.

Mas no fue esa la única vez en que un amor del dios se transformó en una planta: el joven Jacinto, al que Apolo mató accidentalmente mientras practicaban el lanzamiento de disco, se metamorfoseó en la flor del mismo nombre.

No más afortunada fue la princesa troyana Casandra. El dios se enamoró de ella y, para conquistarla, llegó a transmitirle el don de la profecía. La joven, sin embargo, siguió rechazándolo, por lo que Apolo la condenó a que sus vaticinios nunca fueran creídos. Y así fue: durante la guerra de Troya, todas sus profecías no provocaron más que burlas y escarnios. La ciudad, finalmente, fue destruida y ella, convertida en esclava del rey griego Agamenón.

Hubo, sin embargo, también historias con final feliz. Con Manto, la hija del adivino Tiresias, tuvo al también adivino Mopso, mientras que la princesa Coronis le dio a Asclepio.

El culto al dios Apolo

El culto a Apolo estaba extendido por toda Grecia. No obstante, dos fueron sus santuarios más importantes: Delos y Delfos.

  • El primero era el lugar en el que había nacido Apolo, una isla rocosa y árida, cuya extensión no supera los 16 kilómetros cuadrados, pero estratégicamente situada en medio del archipiélago de las Cícladas. Aunque los primeros vestigios de culto al dios se remontan al año 1000 a.C., fue en el siglo VII a.C. cuando se levantó el primer templo.
  • Al pie del Parnaso, Delfos resulta más impresionante. Durante siglos, gentes de toda condición acudieron hasta allí para purificarse y preguntar a la profetisa del dios, la Pitia, sobre cualquier tema público o privado que les preocupara: alianzas, guerras, matrimonios, negocios… “Conócete a ti mismo” y “Nada en demasía” eran los lemas que presidían ese complejo, en el que, además del templo de Apolo, se levantaban los llamados “tesoros”, pequeños edificios construidos por las ciudades que consultaban el oráculo y en los que se guardaban sus exvotos y ofrendas. Cada cuatro años, Delfos acogía los Juegos Píticos, una serie de competiciones atléticas, poéticas y musicales que conmemoraban la muerte de Pitón por el dios.