¿El tiempo es para aprovecharlo? ¿Debemos vivir con el miedo de quedarnos sin tiempo? Dos dioses de la mitología griega, cronos y kairos, nos ayudan a distinguir dos tipos de tiempo.

¿Una persona que tiene 45 años ha vivido ya la mitad de su vida o le queda media vida por vivir? A través del simbolismo de estos dioses griegos del tiempo podemos comprender dos tipos de tiempo que deben convivir.

Cronos: el tiempo es limitado

Desde que el Papa Sabiniano ordenó que las campanas de los monasterios tocaran siete veces al día para que el trabajo de los monjes se acompasara a este ritmo (y no al del Sol, la Luna y las estaciones), hasta la Revolución Industrial, que instauró el dogma de que "el tiempo es oro", hemos corrido tras él, con la esperanza vana de darle alcance.

Hasta a los niños, para simbolizar su entrada en la responsabilidad, se les regalaba un reloj.

Los griegos tenían un dios temible para significar este tipo de tiempo:Crono, el Saturno romano.

Representado como un gigante que devora a sus hijos, es el tiempo que pasa, irrepetible e irrecuperable, que el dios nos va restando a cada instante de lo que nos queda de vida.

Un tiempo limitado, que nos dicen que hemos de aprovechar, aunque no siempre quede claro cómo hacerlo, ni hagamos caso de esos consejos.

Esta concepción del tiempo genera la necesidad de gestionarlo, de tener proyectos y ambiciones... y promueve tics tan curiosos como los relacionados con la reorientación temporal: mirar de vez en cuando la hora, anotar aniversarios de familia y amigos, y, sobre todo, organizar la agenda.

Un tiempo cada vez más escaso (a pesar del aumento de la esperanza de vida) ya que la sociedad de consumo lo convierte en un bien precario al hacerlo necesario no sólo para conseguir bienes, sino para «disfrutarlos» una vez adquiridos.

Y la paradoja: la consciencia de que contamos con una cantidad de tiempo limitada, a veces empuja, para olvidar la angustia que genera, a olvidar lo importante que es y malgastarlo en actividades de evasión o de convertirnos en adictos a la urgencia, uno de los comportamientos autodestructivos más comunes en nuestras sociedades.

Kairos: vivir el momento

Pero los griegos tenían también otro dios, menos conocido pero no menos importante, para definir otra perspectiva del tiempo: Kairos. Una especie de ser pequeño y calvo con un único mechón de pelo cerca de la frente .

Si la persona era capaz de agarrarse a él en el momento preciso, la suerte le sonreía; en cambio, si tardaba un solo instante más, sus manos resbalaban y perdía esa maravillosa oportunidad de ser feliz.

De ahí deriva la expresión popular de "la ocasión la pintan calva... y con un solo pelo" (¡que alguien se lleva!).

Se trata de un tiempo de calidad imposible de medir con el reloj. Un tiempo que no suele coincidir con el ritmo monótono del segundero, porque se vive en función de la carga afectiva que posee.

Nos construimos a partir de él; somos lo que somos, y no otra cosa, a causa de esos momentos especiales, de esas decisiones que constituyen la esencia de nuestra experiencia vital.

Somos productos de nuestra historia, aunque no la conozcamos.

¿Tiempo de calidad... o cantidad de tiempo?

Decir que Cronos es el tiempo que nos conduce a la muerte y Kairos el que nos devuelve a la vida suena poético, pero sería injusto.

Cronos es necesario para nuestro desarrollo, importante en nuestros proyectos e inevitable, al menos en el mundo temporalmente pautado en que vivimos; por eso cada mañana suena el despertador.

El problema radica en el desequilibrio de nuestra educación temporal. En la supremacía de un tiempo frente al otro; en nuestra confusión entre lo urgente y lo importante.

Siempre tendremos oportunidades a nuestro alcance, pero sólo si sabemos descubrirlas (y no es fácil, ya que todo requiere entrenamiento) seremos capaces de agarrar al vuelo el mechón de pelo de la cabeza de Kairos.