El laurel (Laurus nobilis L.), un popular condimento de cocina, se ha utilizado tradicionalmente como planta medicinal por sus numerosas propiedades. Entre estas destacan las propiedades digestivas y expectorantes, aunque le le atribuyen otras, como propiedades aperitivas, carminativas, antiinflamatorias, antisépticas, tónicas, estimulantes, analgésicas, antioxidantes, emenagogas, antiparasitarias, rubefacientes y cicatrizantes.
Se utilizan sobre todo las hojas de laurel, como condimento o en infusiones y decocciones, aunque también tiene un gran uso medicinal por vía externa el aceite esencial de laurel. Con las bayas, se puede preparar manteca de laurel, que se aplica en masaje.
El árbol del laurel es un árbol de porte modesto, de hasta 15 metros de alto, con las hojas alargadas, duras y lustrosas. Estas hojas emanan una poderosa fragancia al ser estrujadas entre las manos, por su riqueza en aceite esencial. Las flores son discretas, de color blanco amarillento, agrupadas en inflorescencia globosas, y los frutos son bayas ovoides, de color verde, negras al madurar.
Se encuentra laurel en rieras, barrancos y setos húmedos y umbríos, pero también se planta con frecuencia en parques y jardines.
Se cree que es originario del Mediterráneo oriental y Asia Menor, orillas del mar Negro y norte de África, pero actualmente podemos verlo crecer de forma espontánea en el litoral y prelitoral de la península Ibérica y las islas Baleares. En las Canarias y Azores contamos con varias especies muy afines, que forman bosques uniformes y umbríos, la laurisilva.
En la mitología griega y romana, el laurel simboliza la inmortalidad conseguida tras una victoria heroica y, por ello, era costumbre coronar con ramilletes de hojas de laurel las testas de héroes, guerreros victoriosos, campeones deportivos, poetas, sabios o genios como señal de grandeza o victoria.