El mar triste - Antonio Machado
Palpita un mar de acero de olas grises
dentro los toscos murallones roídos
del puerto viejo. Sopla el viento norte
y riza el mar. El triste mar arrulla
una ilusión amarga con sus olas grises.
El viento norte riza el mar, y el mar azota
el murallón del puerto.
Cierra la tarde el horizonte
anubarrado. Sobre el mar de acero
hay un cielo de plomo.
El rojo bergantín es un fantasma
sangriento, sobre el mar, que el mar sacude…
Lúgubre zumba el viento norte y silba triste
en la agria lira de las jarcias recias.
El rojo bergantín es un fantasma
que el viento agita y mece el mar rizado,
el tosco mar rizado de olas grises.
Antonio Machado, el poeta más joven de la generación del 98, nos muestra en este poema un mar melancólico, oscuro y sombrío, que contrasta con la habitual representación del mar como símbolo de la aventura y la libertad.
Sobre el mar - John Keats
No cesan sus eternos murmullos
junto a las desoladas playas, y el brío de sus olas
diez mil cavernas llena dos veces,
hasta que el hechizo de Hécate las devuelve a su silencio.
Pero a menudo tiene tan dulce continente,
que apenas si la concha más menuda
se mueve de donde cayó la última vez
que se agitaron los vientos celestiales.
Los que tenéis los ojos dolientes o cansados,
regaladlos con la amplitud del mar;
y los ensordecidos por el estrépito,
o los que estáis hartos de fatigosas melodías,
sentaos junto a la gruta a meditar,
hasta despertaros con al cantar de las ninfas.
John Keats, uno de los principales poetas ingleses del Romanticismo, habla en este poema del poder, el misterio y la energía del mar. Lo presenta al vez como una fuerza eterna y cambiante, capaz de abrumar con su poder, pero también de ofrecer paz.
Mar - Federico García Lorca
El mar es
el Lucifer del azul.
El cielo caído
por querer ser la luz.
¡Pobre mar condenado
a eterno movimiento,
habiendo antes estado
quieto en el firmamento!
Pero de tu amargura
te redimió el amor.
Pariste a Venus pura,
y quedose tu hondura
virgen y sin dolor.
Tus tristezas son bellas,
mar de espasmos gloriosos.
Mas hoy en vez de estrellas
tienes pulpos verdosos.
Aguanta tu sufrir,
formidable Satán.
Cristo anduvo por ti,
mas también lo hizo Pan.
La estrella Venus es
la armonía del mundo.
¡Calle el Eclesiastés!
Venus es lo profundo
del alma...
...Y el hombre miserable
es un ángel caído.
La tierra es el probable
Paraíso Perdido.
En este poema lleno de referencias religiosas, mitológicas y existenciales, Lorca presenta el mar como un símbolo de la caída (como Lucifer, el ángel caído), el sufrimiento y la redención, como un ente condenado pero sublime, capaz de generar belleza a pesar de su castigo.
Junto al mar - Christina Rossetti
¿Por qué el mar se lamenta eternamente?
Expulsado del cielo, hace que su llanto
se rompa contra el borde de la costa;
ni todos los ríos de la tierra pueden llenarlo;
el mar todavía bebe, insaciable.
Puros milagros de gracia
yacen escondidos en su lecho nunca visto:
anémonas, sal, desapasionados
pétalos florecidos; lo bastante vivos
para soplar y multiplicarse y prosperar.
Pintorescas caracolas, curvas, puntos o espirales,
con incrustaciones vivas como los ojos de Argos,
todas bellas por igual, pero todas inigualables,
nacen sin angustia, mueren sin dolor,
y así pasan.
La poetisa británica Christina Rossetti reflexiona en este poema sobre la naturaleza inquieta e insaciable del mar que oculta bajo su superficie una tranquila belleza. Al mismo tiempo, hace explora temas como la separación y los misterios de la vida y la muerte.
Del mar azul las transparentes olas - Rosalía de Castro
Del mar azul las transparentes olas
mientras blandas murmuran
sobre la arena, hasta mis pies rodando,
tentadoras me besan y me buscan.
Inquietas lamen de mi planta el borde,
lánzanme airosas su nevada espuma,
y pienso que me llaman, que me atraen
hacia sus salas húmedas.
Mas cuando ansiosa quiero
seguirlas por la líquida llanura,
se hunde mi pie en la linfa transparente
y ellas de mí se burlan.
Y huyen abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable lucha,
como en las tristes playas de la vida
me abandonó inconstante la fortuna.
La escritora gallega Rosalía de Castro utiliza el mar como metáfora de la ilusión, el deseo y la fugacidad de la suerte. Las olas, que parecen amables y cariñosas, solo parecen burlarse y abandonar a la poetisa, del mismo modo que lo hace el destino en la vida.
A la mar - Francisco de Quevedo
La voluntad de Dios por grillos tienes,
Y escrita en la arena, ley te humilla;
Y por besarla llegas a la orilla,
Mar obediente, a fuerza de vaivenes.
En tu soberbia misma te detienes,
Que humilde eres bastante a resistilla;
A ti misma tu cárcel maravilla,
Rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.
¿Quién dio al pino y la haya atrevimiento
De ocupar a los peces su morada,
Y al Lino de estorbar el paso al viento?
Sin duda el verte presa, encarcelada,
La codicia del oro macilento,
Ira de Dios al hombre encaminada.
El mar, que tradicionalmente se ha asociado a la libertad y la aventura, es aquí también una algo sumiso. Entre los poemas de Quevedo encontramos este en el que lo retrata como una paradoja: poderoso pero obediente; prisionero, pero maravilloso. También hace una crítica de la codicia humana, la arrogancia y la explotación de la naturaleza.
Por la orilla del mar - Manuel Magallanes Moure
A la caída del sol,
por la playa inmensa y sola,
de frente al viento marino
nuestros caballos galopan.
Es el horizonte de oro,
oro es la mar y oro arrojan
los cascos de los caballos
al chapotear en las olas.
En blancos grupos contemplan
caer el sol las gaviotas;
mas, al acercarnos, vuelan
en bandadas tumultuosas.
Pesadamente se alejan
sobre las revueltas olas
y abátense a la distancia
trazando una curva airosa.
Alcance pronto les damos
y ellas, de nuevo en derrota,
a volar, siempre adelante,
por sobre la mar sonora.
Por la arena húmeda y firme
nuestros caballos galopan.
Al fuerte viento marino
cabelleras y almas flotan.
A la caída del sol,
en la playa inmensa y sola
tu alma se entregó a mi lama,
tu boca se dio a mi boca.
No se sabe de qué hablar
cuando la emoción es honda.
por la orilla de la mar
nuestros caballos galopan.
Este poema del poeta modernista chileno Manuel Magallanes Moure captura la belleza de un momento junto al mar. Describe una atmósfera onírica, donde los caballos al galope, el mar dorado y el vuelo de las gaviotas acompañan a dos amantes.
Odio el mar - José Martí
Odio el mar, sólo hermoso cuando gime
Del barco domador bajo la hendente
Quilla, y como fantástico demonio,
De un manto negro colosal tapado,
Encórvase a los vientos de la noche
Ante el sublime vencedor que pasa:—
Y a la luz de los astros, encerrada
En globos de cristales, sobre el puente
Vuelve un hombre impasible la hoja a un libro.—
Odio el mar: vasto y llano, igual y frío
No cual la selva hojosa echa sus ramas
Como sus brazos, a apretar al triste
Que herido viene de los hombres duros
Y del bien de la vida desconfía;
No cual honrado luchador, en suelo
Firme y pecho seguro, al hombre aguarda
Sino en traidora arena y movediza,
Cual serpiente letal. —También los mares,
El sol también, también Naturaleza
Para mover al hombre a las virtudes,
Franca ha de ser, y ha de vivir honrada.
Sin palmeras, sin flores, me parece
Siempre una tenebrosa alma desierta.
Que yo voy muerto, es claro: a nadie importa
Y ni siquiera a mí: pero por bella,
Ígnea, varia, inmortal, amo la vida.
Lo que me duele no es vivir: me duele
Vivir sin hacer bien. Mis penas amo,
Mis penas, mis escudos de nobleza.
No a la próvida vida haré culpable
De mi propio infortunio, ni el ajeno
Goce envenenaré con mis dolores.
Buena es la tierra, la existencia es santa.
Y en el mismo dolor, razones nuevas
Se hallan para vivir, y goce sumo,
Claro como una aurora y penetrante.
Mueran de un tiempo y de una vez los necios
Que porque el llanto de sus ojos surge
Más grande y más hermoso que los mares.
Odio el mar, muerto enorme, triste muerto
De torpes y glotonas criaturas
Odiosas habitado: se parecen
A los ojos del pez que de harto expira
Los del gañán de amor que en brazos tiembla
De la horrible mujer libidinosa:—
Vilo, y lo dije: —algunos son cobardes,
Y lo que ven y lo que sienten callan:
Yo no: si hallo un infame al paso mío,
Dígole en lengua clara: ahí va un infame,
Y no, como hace el mar, escondo el pecho.
Ni mi sagrado verso nimio guardo
Para tejer rosarios a las damas
Y máscaras de honor a los ladrones:
Odio el mar, que sin cólera soporta
Sobre su lomo complaciente, el buque
Que entre música y flor trae a un tirano.
El escritor y político cubano José Martí confiesa aquí su rechazo por el mar, al que presenta como un símbolo del engaño, la pasividad y la muerte. A diferencia de muchos poetas que romantizan el mar como fuente de inspiración o misterio, Martí lo ve como traicionero y estéril, a diferencia de la tierra, fértil y acogedora.
Cómo será el mar - Guillermo Prieto
Tu nombre ¡o mar! en mi interior resuena;
despierta mi cansada fantasía:
conmueve, engrandece al alma mía,
de entusiasmo férvido la llena.
Nada de limitado me comprime,
cuando imagino contemplar tu seno;
aludo, melancólico y sereno,
o frente augusta; tu mugir sublime.
Serás ¡oh mar! magnifico y grandioso
cuando duermas risueño y sosegado;
cuando a tu seno quieto y dilatado
acaricie el ambiente delicioso?
¿Cuando soberbio, ardiente, enfurecido
gimiendo te abalances hasta el cielo:
cuando haga retemblar al ancho cielo
de tus inquietas aguas el bramido?
Dulce será la luz del claro día
si en tus diáfanas ondas reverbera;
grata el aura y la roca que altanera
tus impulsos vehementes desafía.
Creo ver en tu imperio turbulento
la excelsa eternidad en su palacio,
dominando en el mundo y el espacio,
midiendo la extensión del firmamento.
De la divinidad eres idea;
del mundo miserable poesía
la dulce admiración del alma mía;
con tu vista el Eterno se recrea.
La rama de la playa, que distante
en tu inquieta extensión vaga perdida,
como el recuerdo triste de la vida
en la mente del hombre agonizante.
De la luna fulgente la luz pura,
al través de la nube borrascosa,
cual memoria de madre cariñosa
en medio de una amarga desventura.
De embarcación el mísero deshecho
que gire por tu seno sosegado,
como presentimiento desgraciado
que hace agitar del navegante el pecho.
Todo, todo lo harás interesante:
¿no te habré de admirar? ¿Será vedado
a mis oídos tu mugir sagrado
y siempre, siempre te tendré distante?
¿La mano del dolor que me comprime,
a perecer cautivo me destina
entre paredes de ciudad mezquina
sin venerar tu majestad sublime?
¿O a ti, me llevará la suerte impía,
cubierto de dolor, sin tener padre;
sin mi dulce adorada; sin mi madre,
lanzado, ay triste, de la patria mía?
Guillermo Prieto, un escritor y político mexicano, presenta el mar como algo divino y eterno, aunque también como un reflejo de la incertidumbre y el dolor humano.
Yo tengo mis amores en el mar - Carolina Coronado
¡Hijo del mar, espíritu querido!,
alto ingenio inmortal de la poesía,
escucha desde el mar este gemido
que mi amoroso corazón te envía:
yo te adoro en el mar, y yo he venido
a escuchar en sus hondas tu armonía
y en su brisa tu aliento a respirar,
porque están mis amores en el mar.
Muchas noches al rayo de la luna
te he visto en la mitad del Océano
maldiciendo el rigor de tu fortuna
y mi sombra hacia ti llamando en vano;
y a las olas que van una por una
a estrellarse en el muro gaditano,
les digo que te lleven mi cantar
cuando se tornen con la aurora al mar.
Sobre esa torre que en la noche oscura
brilla como la luz de tu mirada,
muchas veces también subo agitada
a mirar tu bajel desde la altura;
y si está su bandera enarbolada,
mi voz en las borrascas te conjura
para que puedan libres navegar
los amores que tengo en este mar.
Pregúntale a la tórtola africana,
si al cruzar por las costas españolas,
no me encontró llorando esta mañana
al pie de las marinas banderolas;
yo le rogué que fuera por las olas
a buscar a tu nave soberana,
y a decirte, poeta, en su cantar
que tengo mis amores en el mar.
Tú de mi juventud primer suspiro,
la primera ilusión de mis cantares,
el fecundo laurel del Manzanares,
cuyas hojas perfuman mi retiro;
tú cuya imagen en las olas miro,
porque eres hijo de los bellos mares,
escucha, si me puedes escuchar,
el amoroso adiós que doy al mar...
Perdón, amigos, si al sonar mi acento
en el último adiós de despedida,
la mente absorta en su ilusión querida
arrebató mi voz por un momento:
nunca de la amistad el sentimiento
mi agradecido corazón olvida;
pero mirad cuán grande es mi penar
que dejo mis amores en el mar.
Vagarosa ilusión del alma mía
es ya la imagen que en las olas veo;
pero es la sola dicha que poseo,
y venturosa en mi ilusión vivía;
y al dejar esa dicha que tenía,
cuando perderla para siempre creo,
sólo deciros puedo en mi cantar
que tengo mis amores en el mar.
Perdón, amigos, si empecé mi canto
a una memoria de eternal consuelo,
y por amante respetad mi duelo
si al recordar su nombre sufro tanto;
y por amante respetad mi llanto
si en esta agitación y este desvelo
al deciros adiós vengo a llorar
¡porque dejo su tumba en ese mar!
Harto dolor aguarda a mi existencia
lejos del mar que mi tristeza calma,
y harta paciencia necesita el alma
para sufrir, amigos, esta ausencia;
pero si logro al fin con la paciencia
de mi martirio conquistar la palma,
yo volveré después de mi penar
a buscar mis amores en el mar.
Más tarde o más temprano mi barquilla
naufragará en la costa gaditana,
y arrojará la mar hasta la orilla
entre la espuma mi reliquia humana;
y esa poetisa, que me nombra hermana,
os dirá con su voz clara y sencilla:
«Aquí vino su sombra a descansar,
porque están sus amores en el mar».
Mira al mar infinito - Walt Whitman
Mira el mar infinito.
Sobre su pecho sale a navegar un navío
Que despliega sus velas, incluidas las de gavia.
Su pendón ondea en lo alto mientras aumenta
Su velocidad de manera majestuosa.
Debajo, las olas rivalizan,
Rodean al barco, apiñándose,
Con brillantes movimientos circulares y espuma.
Frente al mar - Alfonsina Storni
Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».
Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.
¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.
Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.
Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.
Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.
Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.
Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca,<
¡Que pueda libertarme de su peso!
Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.
Ocaso - Manuel Machado
Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada…!
Parábolas II - Antonio Machado
Sobre la limpia arena, en el tartesio llano
por donde acaba España y sigue el mar,
hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano:
uno duerme, y el otro parece meditar.
El uno, en la mañana de tibia primavera,
junto a la mar tranquila,
ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera,
los párpados, que borran el mar en la pupila.
Y se ha dormido, y sueña con el pastor Proteo,
que sabe los rebaños del marino guardar
y sueña que le llaman las hijas de Nereo,
y ha oído a los caballos de Poseidòn hablar.
El otro mira al agua. Su pensamiento flota;
hijo del mar, navega-o se pone a volar—.
Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota,
que ha visto un pez de plata en el agua saltar.
Y piensa: «Es esta vida una ilusión marina
de un pescador que un día ya no puede pescar.»
El soñador ha visto que el mar se le ilumina,
y sueña que es la muerte una ilusión del mar.
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