Algunas personas parece que no acaban de sentirse satisfechas con nada. Por más que la vida les sonría en muchos aspectos, nunca tienen bastante, siempre les falta o falla algo.

En vez de regocijarse con lo que han logrado, siguen pensando en el camino que les queda por recorrer y en lo que no tienen (o tienen los demás y ellos no).

Pueden fijarse objetivos inalcanzables y, con frecuencia, les cuesta poner límite a sus aspiraciones y aceptar que en esta vida no se puede tener todo. Son los eternos insatisfechos, los grandes inseguros.

Quienes viven a su lado sufren al verles permanentemente amargados, atrapados por la envidia, por un sentimiento de incapacidad, por la búsqueda desesperada de aprecio o rabiando por lo mal que les trata la vida, a la que consideran, ante todo, injusta.

La razón por la que unas personas se contentan con lo que tienen mientras otras se bloquean sintiendo que les falla todo o se lanzan a una carrera sin fin en pos de altas metas tiene que ver, sobre todo, con la inseguridad.

La inseguridad hace perder la capacidad de disfrute e impide evaluar las aspiraciones de forma realista aceptando las limitaciones personales.

Todas las personas tenemos unas necesidades que cubrir y, en ocasiones, buscamos satisfacerlas de forma equivocada, es decir, de una forma que nos aleja de la felicidad.

Necesidades sociales: logro, poder y afiliación

Más allá de la satisfacción de las necesidades fisiológicas y de protección y seguridad, todas las personas precisan la aceptación y valoración propias y de los demás.

Como parte de estas necesidades sociales, la psicología destaca tres importantes motivaciones humanas:

  • La motivación de logro tiene que ver con el afán de superación. Deseamos dar lo mejor de nosotros mismos en aquello que nos proponemos emprender; eso nos impulsa a enfrentarnos a retos, a mejorar personalmente y a intentar destacar en alguna faceta.
  • La motivación de poder representa la necesidad de dejar huella, de ejercer algún tipo de influencia sobre otras personas y el deseo de que las cosas se ajusten a los planes que uno ha trazado.
  • La motivación de afiliación es la necesidad de tener amigos, de pertenecer a algún grupo, de cooperar y compartir con otras personas, de establecer relaciones íntimas de calidad y de ser aceptados.

Cuando la necesidad es patológica

La motivación de logro incita a ponerse a prueba, a enfrentarse a desafíos y a perseverar en el empeño a pesar de las dificultades que puedan surgir.

La motivación de poder se expresa muchas veces a través de la búsqueda de prestigio, fama o estatus, del empeño por ejercer cierto liderazgo en grupos pequeños, de la búsqueda de puestos de responsabilidad o del afán por acumular bienes materiales.

La motivación de afiliación, por su parte, estimula a buscar, iniciar y mantener relaciones personales.

Satisfacer estas motivaciones es normal y saludable hasta cierto punto, pero puede convertirse en una fuente de insatisfacción o incluso de patologías si la necesidad o el deseo se vuelven desmedidos.

La motivación de logro llevada al extremo suele derivar en ambición patológica; las necesidades exacerbadas de poder podrían convertir la frustración en agresividad, trastornos de ansiedad o estados depresivos; la búsqueda excesiva de afiliación y aprobación ajena podría estar en el origen de multitud de dependencias o de situaciones de abuso.

Cualquiera de esos caminos puede conducir a la insatisfacción crónica.

En la base de estas necesidades, cuando son más intensas de lo deseable, subyace la inseguridad en cualquiera de sus formas: perfeccionismo, necesidad excesiva de aprobación y reconocimiento, necesidad de control, duda patológica, falta de aceptación de los propios límites, inclinación a compararse constantemente con otras personas...

¿Qué diferencia el afán de superación de la ambición desmedida?

  • El deseo de mejorar o lograr un objetivo impulsa y anima a seguir en momentos de duda o desánimo. No impide pensar en otras cosas ni dedicar esfuerzo a otros menesteres.
  • Los objetivos fijados son realistas. Y cada día, cada semana, se tiene la satisfacción de lograr alguna pequeña meta.
  • La ambición no entorpece las relaciones habituales con los compañeros de trabajo ni con los amigos o la familia.
  • El afán por lograr los objetivos trazados resulta perfectamente compatible con el disfrute y cuidado de otras facetas de la personalidad.
  • Se disfruta de los logros, de los retos superados y de lo que se vive en el momento presente.

¿Qué esconde la envidia?

Superar la insatisfacción crónica requiere aprender a hallar el punto medio entre el afán de superación, influencia o afiliación y la ambición desmedida, el apego a la fama, el estatus, los bienes materiales o la búsqueda de aprobación a cualquier precio.

Nadie puede hacer suya la frase de Walt Whitman –"soy suficiente como soy"– si no desarrolla una buena seguridad en sí mismo.

Eso implica aprender a valorarse, a aceptar los propios límites y a liberarse de trampas como la envidia, la duda patológica, el afán de control y el perfeccionismo.

Cuando una persona se infravalora, tiende a compararse de forma excesiva con las demás y a magnificar lo bueno que percibe o se imagina en ellas.

Cierto sentimiento de injusticia puede invadirla entonces: ¿por qué ellas sí y yo no? Ante esa situación, dejarse corroer por la envidia solo trae insatisfacción y amargura. Para no caer en esta trampa es útil entender que no tiene sentido compararse con los demás.

Cada uno de nosotros es igualmente digno y único, y tiene el mismo derecho que los demás a ser igual en unos aspectos y distinto en otros.

No hay otra alternativa que aceptarnos como somos, lo que no implica que no se pueda mejorar. Cada persona se enfrenta a la vida y a sus circunstancias como mejor puede y sabe.

Un modo de vencer la envidia es tratar de acercarse a la persona que la inspira a fin de conocerla mejor. Si se logra comprender su punto de vista y sus circunstancias, será más fácil dejar de idealizarla e incluso captar las cosas que se comparten con ella en vez de las que generan distancia.

También es eficaz plantearse con sinceridad si aquello que se envidia es lo que se quiere conseguir realmente. De resultar así, sería útil abandonar los lamentos y encaminar los esfuerzos hacia ese objetivo, siempre que fuera realista.

En todo caso, hay que evitar sentirse víctima. De nada sirve escudarse en lo mal que uno lo ha pasado o en la inseguridad que ha acabado teniendo por una u otra causa.

Llega un momento en que hay que dejar de quejarse y empezar a pensar qué hacer para mejorar la situación.

Y es esencial desarrollar la gratitud por todas las cualidades que se tienen y todas las ayudas que se han recibido a lo largo de la vida.