Parece imposible ser buenos padres. Lo que un día es perfecto, y es exactamente lo que deberíamos hacer, al siguiente es un horror y jamás deberías haberlo hecho. Entre tanto, la crianza avanza y nos dirigimos a ciegas hacia la adolescencia, preguntándonos si hicimos bien en hacer que nuestro bebé durmiera en la cuna, si estuvo bien darle el pecho hasta el año o debió ser un poco más. O un poco menos. Si debimos cogerlo en brazos o no. Si debimos permitirle saltar en el sofá o no. ¿Quién sabe a ciencia cierta lo que es bueno o es malo para nuestros hijos?
Responder a esa pregunta es complicado, pero si hay alguien que puede arrojar algo de luz sobre el asunto es, sin duda, el Dr. Carlos González. Todo aquel que haya oído sus conferencias o haya leído sus libros sabe que el doctor en Pediatría aplica algo que pocos usan en estos tiempos modernos: el sentido común. En esta entrevista que concede a Cuerpomente lo hace a diestro y siniestro, desmontando mitos y dándonos pautas claras que apuntan en una saludable dirección: quiere a tus hijos, y si crees que estás haciendo las cosas bien, sigue así.
Ser buenos padres
-Vivimos en la era de la información, lo que no siempre quiere decir que recibamos información correcta. En este panorama, ¿cómo podemos tomar decisiones los padres? ¿A qué información atendemos y cuál ignoramos?
Es complejo. Por una parte, hay que saber distinguir la calidad y prestigio de las fuentes. No es lo mismo lo que diga la OMS, la American Academy of Pediatrics, la Asociación Española de Pediatría, el National Health Service británico... que lo que diga tu vecina, tu pediatra o un “influencer”. Claro que las fuentes prestigiosas también a veces se equivocan; pero si todas dicen lo mismo, pues igual es verdad.
Por otra parte, tienen que dar pruebas de lo que dicen. Esas fuentes prestigiosas normalmente lo hacen; citarán estudios científicos que respaldan sus afirmaciones. Si no lo hacen, a lo mejor sólo están dando una opinión.
Y también tienes qué valorar cuál es la importancia intrínseca de los argumentos que te dan. Si una fuente fiable dice que coger al niño en brazos produce cáncer, me preocuparé en buscar información para comprobarlo o desmentirlo (pero, claro, es un ejemplo absurdo, ninguna fuente fiable diría algo así). Pero si lo único que me dicen es que no coja al niño en brazos “porque se acostumbra”, me da igual quién lo diga, porque, primero, es una mentira evidente (¿cuántos niños de siete años van en brazos porque “se acostumbraron”?), y segundo, no me preocupa lo más mínimo que mi hijo “se acostumbre” a que sus padres le traten con cariño.
Una alimentación saludable
-Uno de sus libros más vendidos ha sido Mi niño no me come. ¿Cuáles son las claves para llevar una buena alimentación en familia?
Ese libro no habla mucho de lo que es una “buena alimentación”. Algo que por otra parte casi todo el mundo en realidad ya sabe, aunque pocos lo cumplan: más fruta y verdura, cereales y legumbres; poca carne y menos embutidos, poca sal y casi nada de azúcar, dulces y golosinas, pocos fritos, pocos ultraprocesados...
De lo que va mi libro, en resumen, es que jamás, jamás hay que intentar obligar a comer a un niño, por ningún motivo, con ningún método.
-Permítame que reformule la pregunta. Obligar no es una opción, como usted dice. Entonces, ¿cuáles son las alternativas si queremos, por ejemplo, que nuestro hijo tenga una dieta variada, con frutas y verduras, pero se niega a comerlas?
Durante muchos años, un niño solo va a comer lo que le den en casa (o en la escuela). Si quieres que tu hijo coma fruta y verdura, compra fruta y verdura. Si no quieres que coma pasteles, no compres pasteles.
Los padres son responsables de qué comida ponen al alcance de sus hijos. Pero los niños pueden elegir, dentro de eso que sus padres les ofrecen, qué comen y qué no, y qué cantidad de cada cosa.
Habitualmente, los bebés comen de todo. A veces en muy poca cantidad, pero de todo. De hecho, hay que estar vigilantes para que no coman papel o tierra de las macetas. Más adelante suelen volverse mucho más selectivos con la comida. La mayoría de los niños prefieren los macarrones a las verduras. Probablemente porque las verduras son muy pobres en nutrientes; están creciendo, y el cuerpo les pide alimentos con más calorías, grasas, proteínas... Más adelante vuelven a cambiar, y a probar diversos alimentos, a no ser que con nuestra insistencia en hacerles comer verdura hayamos conseguido hacerles aborrecer la verdura por completo.
-Usted también ha escrito En defensa de las vacunas, y me parece un tema de rabiosa actualidad. ¿Qué les diría a los padres que se preocupan por el tema de las vacunas? ¿Cuál es su recomendación como experto?
Pues, sin duda alguna, que procuren seguir lo más exactamente posible el calendario oficial de vacunaciones del lugar en el que vivan. Todas las vacunas del calendario oficial, por cierto, son gratuitas en España. Pero aquí tenemos un curioso fenómeno: tenemos algunos grupos antivacunas (pero de eso hay en todas partes), y al mismo tiempo una asociación de pediatría que recomienda más vacunas de las que hay en el calendario oficial (y eso es lo que creo que no pasa en muchos países).
Dulces sueños
-Otro tema recurrente en sus charlas es el sueño de los más pequeños. ¿Qué debería preocuparnos y qué no del sueño de un bebé?
A mí lo que me preocupa es ver a tantos padres preocupados porque les han hecho creer que los niños tienen que dormir solos, tienen que dormir de un tirón, tienen que dormir muchas horas... Y el que no lo hace, tiene un grave problema.
En realidad, los niños pequeños suelen dormir acompañados y suelen despertarse varias veces cada noche durante años.
-A medida que crece ese bebé, ¿cómo deberíamos ir adaptando al niño, por ejemplo, a dormir en su propia cama o en su propio cuarto?
Pues cada familia hará lo que quiera y pueda. La mayoría de los niños duermen durante meses o años en la cama de sus padres, luego, durante otros meses o años, en la habitación de sus padres, pero en su propia cama; más tarde en su propia habitación, solos o con algún hermano; más tarde aún es posible que los niños que compartían cuarto con un hermano exijan tener su propia habitación (pero, claro, no todos podrán. Dependerá de cuántas habitaciones y cuántos hermanos hay en la casa), y finalmente la mayoría empezarán a buscar a otra persona con la que dormir.
Y el que cada una de estas etapas sea más o menos larga dependerá de las preferencias y decisiones de cada madre, cada padre y cada hijo.
En brazos
-¿Qué papel juegan el contacto físico y el cariño en el desarrollo del sistema nervioso y emocional de un bebé?
En cuanto al sistema nervioso, ni lo sé ni me importa. No sé si tratar con cariño a mi esposa o a mis hijos produce algún cambio en su sistema nervioso. Pero no me cabe duda de que tanto mi esposa como mis hijos serán más felices si les trato con cariño, y además los quiero. Y a mí me apetece tratarlos con cariño, así que eso es lo que hago. No necesito estudios neurológicos para querer a los míos.
-Siendo tan sencilla está situación, como usted la expone, ¿por qué durante tantos años se ha “recomendado” justo lo contrario? El típico, “no lo cojas en brazos que se acostumbra”.
Sabe Dios. Probablemente ha sido una combinación de múltiples causas.
Hay que ser consciente de que eso de “no coger al niño en brazos” y “que duerma solo” son cosas muy modernas, que apenas se popularizaron en la segunda mitad del siglo pasado, y solo en la cultura occidental. Todavía hoy, la mayoría de los niños del mundo maman durante años, duermen con su madre durante años y van colgados a la espalda de su madre durante años.
Tal vez esas normas absurdas que nos prohíben el contacto con nuestros hijos provengan de libros escritos hace décadas por “expertos” con muy poca experiencia. Varones que se ocupaban poco de sus hijos pequeños, y que ni siquiera habían visto a su esposa hacerlo, porque eran de clase alta y sus esposas tampoco se ocupaban mucho del bebé: para eso están la nodriza o la niñera.
-¿Qué le diría a una madre que se siente juzgada por llevar en brazo, amamantar “demasiado tiempo” o dormir con su hijo?
Pues lo mismo que le diría a quien se sienta juzgada por no dar el pecho o no coger en brazos o por poner al niño en la cuna: haz lo que tú creas que es correcto, y no te preocupes por lo que digan los demás. Si tú crees que estás haciendo lo correcto, lo que digan no importa. Y si tú crees que estás haciendo algo mal, intenta cambiarlo.
Lo que bien empieza…
-¿Una buena infancia puede ayudarnos a tener una buena adolescencia?
Supongo. Parece lógico que, salvo que entre medio se produzca alguna catástrofe familiar, social o personal, lo que empieza bien posiblemente seguirá yendo bien.
-Usted defiende que ni los castigos ni los premios son de ayuda en la crianza, ¿por qué?
Hay numerosos estudios científicos que demuestran que los premios y castigos son inútiles y a menudo contraproducentes. W. S. Grolnick los resumía hace años en el libro The Psychology of Parental Control (por desgracia, no está traducido).
Pero en realidad yo ya estaba en contra de los premios y castigos antes de saber que su inutilidad estaba demostrada. Simplemente, no me gustan. Tal vez porque mis padres no los usaron, y por tanto nunca se me ocurrió pensar que fueran necesarios. Y porque, con el tiempo, me fui dando cuenta de que son, en el fondo, inmorales. Una persona buena no hace el bien porque espera un premio, ni se abstiene de hacer el mal por temor a un castigo. No es eso lo que querría enseñar a mis hijos.
-En la infancia, pero especialmente en la adolescencia, ¿Cómo podemos criar desde el respeto sin caer en la permisividad?
La permisividad no tiene nada de malo. Técnicamente, así es como me criaron mis padres, y así he criado a mis hijos.
El problema es que mucha gente confunde permisividad con negligencia, que en psicología son conceptos distintos. El estilo parental permisivo sería el que da pocas normas rígidas, pero mucho cariño. El estilo negligente da pocas normas y poco cariño. Digamos que uno atiende a su hijo, le da cariño, le escucha, le consuela, le cuenta cuentos... Pero no le importa si salta en el sofá o si corre por el pasillo. Aunque por supuesto, sí que tiene otras normas: no dejas que tu hijo pegue a otro niño, que beba lejía, que salte por la ventana, que juegue con fuego o con cuchillos... El negligente, en cambio, no es que “permita” a su hijo correr y saltar, sino que simplemente no se piensa levantar porque está viendo la tele, y el niño que haga lo que le dé la gana.
Educar en tiempos modernos
-Sobre el tema de las pantallas, ¿cuál es su recomendación? ¿Hay una edad ideal para introducir a los más jóvenes en las pantallas? ¿Cómo deberíamos hacerlo?
Diría que cuanto menos y más tarde, mejor. Por si sirve de orientación, aquí hay unas recomendaciones de la American Academy of Pediatrics:
- Hasta los 18 meses de edad, limita el uso de pantallas a videollamadas en compañía de un adulto (por ejemplo, con un padre o madre que esté fuera de la ciudad).
- Entre los 18 y los 24 meses, el tiempo frente a pantallas debe limitarse a ver contenidos educativos junto a un cuidador.
- Para niños de 2 a 5 años, limita el tiempo frente a pantallas no educativas a aproximadamente 1 hora por día entre semana y 3 horas durante los fines de semana.
- A partir de los 6 años, fomenta hábitos saludables y limita las actividades que incluyan pantallas.
- Apaga todas las pantallas durante las comidas familiares y las salidas.
- Infórmate sobre el uso de controles parentales y utilízalos.
- Evita usar las pantallas como calmantes, niñeras o para frenar rabietas.
- Apaga las pantallas y retíralas de los dormitorios entre 30 y 60 minutos antes de dormir.
Pero debe quedar claro que no están diciendo que “a los 2-5 años conviene ver pantallas una hora al día”, sino “ya sabemos que todos van a acabar viendo demasiadas pantallas, pero, por favor, intente que sea menos de una hora al día”.
-En estos tiempos modernos, en los que todos vamos con prisas, ¿qué está faltando en la crianza?
En nuestro ambiente, creo que lo que más les falta a los niños es la presencia de sus padres. Yo no pisé una escuela hasta los cinco años, y no me quedé a comer fuera de casa hasta la universidad (y sólo ocasionalmente). Y no era raro.
Las guarderías eran tan raras que el nombre estaba en alemán (kindergarten), y en mi clase apenas un tercio o un cuarto de los niños se quedaban a comer. Hoy en día, la mayoría de los niños están escolarizados y se quedan a comer antes del año. Nunca antes tantos niños habían pasado tantas horas al día separados de sus padres desde tan pequeños.
-Para acabar, si una madre o padre nos lee en este momento, y siente que está perdido, que no sabe si está haciendo las cosas bien o siente culpa pese a intentar hacerlo lo mejor posible, ¿cuál sería su recomendación?
Que nunca tengan miedo de demostrarle a sus hijos lo mucho que los quieren.
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