Puede que tus sábanas parezcan limpias, pero cada noche tu cuerpo deja un rastro invisible. Se calcula que una persona puede liberar hasta 98 litros de sudor al año en su ropa de cama.

A eso se suman otras cosas como son restos de piel, ácaros, polen, grasa del cabello y hasta restos de cosméticos.

Todo este cóctel crea un entorno perfecto para que proliferen microorganismos. Por eso, más allá de lavar, para disfrutar de una cama limpia y fresca que te permita descansar bien y de forma higiénica, también hay que saber cuándo ha llegado el momento de cambiar los distintos elementos de nuestra cama. Aquí te damos una guía detallada para hacerlo correctamente.

Frecuencia de lavado recomendada por pieza de cama

No es lo mismo la sábana bajera o las fundas de almohada que la funda nórdica o el faldón de cama. Cada pieza tiene más o menos exigencias por la cantidad de suciedad que es capaz de acumular con el paso de las noches. No lavarlas con la suficiente frecuencia es uno de esos hábitos antihigiénicos muy comunes en el hogar de los que somos menos conscientes.

sábanas blancas
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  • Sábanas. La doctora Lisa Ackerley y el microbiólogo Philip Tierno, que han analizado la acumulación de partículas en la ropa de cama, recomiendan lavar las sábanas al menos una vez por semana. En verano o si sudas mucho por las noches, incluso cada 4 o 5 días.
  • Fundas de almohada. Lavar también una vez por semana. Es lo más higiénico, ya que están en contacto directo con la piel y el cabello. No lavar con la suficiente frecuencia hará que salgan manchas amarillas en las almohadas más difíciles de eliminar.
  • Rellenos de almohadas. Lavar cada 3 a 6 meses. Usa un ciclo delicado y asegúrate de que se sequen completamente para evitar la formación de moho
  • Colchas y quilts. Lavar cada 3 meses, o solo limpiar en seco si son delicadas o de diseño artesanal. Airearlas al sol también ayuda a mantenerlas frescas.
  • Relleno de edredón nórdico. Lavar una o dos veces al año. Para lavar el edredón nórdico siempre sigue las instrucciones del fabricante y asegúrate de usar una lavadora de gran capacidad.
  • Funda nórdica. Lavar cada semana, especialmente si no usas una sábana superior.
  • Faldón de cama (cubre canapé). Lavar cada 3 a 6 meses. Aunque no tiene contacto directo con la piel, acumula mucho polvo.
  • Protector de colchón. Lavar cada 1 a 2 meses. Si has tenido una fuga o sudas mucho, lávalo con más frecuencia.
  • Colchón. No se lava como tal, pero se recomienda: Aspirarlo cada 1 o 2 meses después de espolvorear bicarbonato de sodio y dejarlo actuar unas horas para eliminar olores y humedad. Este simple gesto te permitirá refrescar el colchón y mantenerlo limpio. Para una limpieza más a fondo puedes utilizar una mezcla de bicarbonato, agua oxigenada, pasta de dientes y detergente como hacen en los hoteles.

Para lavar las sábanas o cualquier otro elemento, es recomendable recurrir a los detergentes ecológicos con una certificación reconocida, como Ecocert, porque nos librarán de exponernos a distintos compuestos irritantes y alergénicos. El uso de percarbonato de sodio puede estar indicado.  

Claves para renovar tu ropa de cama

Más allá del lavado semanal de sábanas, hay una pregunta que pocos se hacen: ¿cada cuánto debemos renovar todo lo que compone nuestra cama?

Los expertos lo tienen claro, hay una vida útil para cada pieza del conjunto y seguirla alarga la comodidad y previene problemas de salud.

1. Almohadas (Reemplazarlas cada año)

Las almohadas absorben los aceites de la piel y el pelo, lo que favorece la acumulación de bacterias. Además, se deforman con rapidez y dejan de cumplir con su función de sostén para la cabeza. Puedes alargar un poco su vida con lavados adecuados, pero tras 12 meses lo más saludable es renovarlas.

2. Fundas de almohada (Reemplazarlas cada 1 o 2 años)

Se lavan con frecuencia, pero eso no impide que con el tiempo se desgasten. Cuando empiecen a perder color, estén ásperas o tengan manchas permanentes, ha llegado la hora del cambio.

3. Sábanas (Reemplazarlas cada 5 años)

Si son de buena calidad (como el algodón egipcio o el lino), pueden durar hasta cinco años con buenos cuidados. Aun así, es importante revisar que no pierdan suavidad o que no aparezcan roturas en los bordes.

4. Colchas y quilts (Reemplazar cada 3 a 5 años)

Las colchas decorativas suelen lavarse menos, pero eso no significa que no se ensucien.  Si tienen daños visibles o manchas imposibles de quitar, es hora de despedirse de ellas.

5. Edredón nórdico  (Reemplazarlo cada 15 a 20 años)

Si está bien cuidado y se lava con regularidad, un edredón puede durar hasta dos décadas.

edredon limpio

Aunque no esté en contacto con la piel, el edredón puede acumular suciedad y gérmenes.

iStock. Olga Nikiforova

El truco está en esponjarlo, airearlo y evitar que se apelmace. Cuando empieza a perder volumen o se ve desgastado, conviene cambiarlo.

6. Funda nórdica (Reemplazar cada 3 a 5 años)

Al igual que las sábanas, las fundas nórdicas sufren el desgaste del uso frecuente. Si notas que los cierres ya no funcionan o que el tejido ha perdido su textura original, es mejor renovarla.

7. Faldón o cubre canapé (Reemplazarlo cada 5 años)

Aunque no entra en contacto directo con la piel, acumula polvo y puede perder forma. Si tiene goma elástica, rizados o bordados, conviene revisarlo periódicamente para asegurarse de que sigue cumpliendo su función.

8. Protector de colchón (Reemplazarlo cada 1-3 años)

Su misión es evitar que el colchón absorba humedad o ácaros, pero se deteriora con cada lavado. Si notas que ha perdido impermeabilidad o se ha deformado, es momento de cambiarlo.

9. Colchón (Reemplazarlo cada 7 a 10 años)

Incluso los colchones de alta gama tienen fecha de caducidad. Pasado este tiempo, la firmeza se reduce y puede afectar a tu descanso.

Dormir limpio es dormir mejor

Mantener la cama limpia no es solo una cuestión estética. Una cama higiénica reduce alergias, mejora la calidad del sueño y contribuye al bienestar general. Además, seguir estas pautas te ayudará a ahorrar dinero a largo plazo, evitando deterioros prematuros.

Al final, la clave está en el equilibrio, lavar con frecuencia, cuidar los materiales y renovar cada elemento en el momento adecuado. Tu cuerpo te lo agradecerá.

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