Quién es Hécate

Hécate es una de las diosas más oscuras y misteriosas de la mitología griega. Asociada a la noche, era la patrona que protegía a los viajeros nocturnos y a las hechiceras, pues era ella la que había inventado la magia y la hechicería.

Tenía también poder para controlar a los espíritus malévolos y a los fantasmas que, aprovechando la oscuridad, podían perjudicar a los seres humanos, de ahí la veneración que le dispensaron las clases más populares.

Además, era la señora de las encrucijadas de caminos y los lugares no vigilados.

Los poderes de la diosa Hécate

Hécate no pertenecía al linaje de los dioses olímpicos, sino al de los titanes, pues era hija de Perses y Asteria, esta última hermana de Leto, la madre de Apolo y Artemisa. Aun así, el olímpico Zeus, probablemente llevado por la pasión que había sentido por Asteria, le concedió a Hécate todo tipo de dones y privilegios nada más nacer. 

Entre esos dones destacaba el de dispensar a los humanos los favores que le pedían, desde la elocuencia en las asambleas y juicios hasta la victoria en la guerra, pasando por la obtención de un premio en una competición, una pesca abundante o la multiplicación del ganado. Hécate estaba siempre ahí para garantizar la prosperidad material de sus fieles

Hécate, diosa de la luna y de la noche

Con el paso del tiempo, Hécate fue perdiendo esos primeros atributos, quizá porque empezaron a asociarse a otras divinidades, estas sí, de la familia olímpica.

Por ello, fue identificándose cada vez más con la oscuridad de la noche y sus misterios, incluida la magia. Se convirtió así en la diosa que regía la sutil frontera que separaba el mundo normal del de los espíritus. Como tal, se aparecía a las brujas, en ocasiones bajo forma humana, en otras, bajo la de una perra, una loba, una yegua o una osa.

Hécate empezó también a asociarse con Selene y Artemisa, con las que formó una tríada relacionada con la luna: si Selene simbolizaba la luna llena y Artemisa, la luna creciente, Hécate representaba la luna nueva

Hécate, una diosa griega de triple rostro

Las estatuas de Hécate empezaron también a levantarse en las encrucijadas de caminos o en las entradas de las ciudades como elemento protector contra los malos espíritus.

El elemento más sorprendente de esas estatuas es que la diosa aparece en ellas con tres rostros humanos, aunque estos pueden ser también de animal. Algunos artistas la han representado también con tres cuerpos.

En las manos, lleva una antorcha (símbolo de la luz que destruye las tinieblas), un cuchillo (que corta todo lo que no es esencial) y una llave (la de las puertas del conocimiento sagrado).

Hécate, madre de monstruos

Hécate no tiene un mito propio. Tampoco contrajo matrimonio, aunque algunas tradiciones sí le atribuyen descendencia. La más famosa de sus hijas fue la que tuvo con una antigua divinidad marítima, Forcis: la ninfa Escila.

Celosa de su belleza, la maga Circe la transformó en un monstruo cuyo cuerpo, de la ingle hacia abajo, estaba formado por seis espantosos perros que devoraban todo lo que se ponía a su alcance. 

A Hécate se la relaciona también con las Empusas, unos espectros del mundo infernal que se alimentaban de carne humana y eran los responsables de provocar las pesadillas, sobre todo a las mujeres y los niños.

Culto a la diosa Hécate

El culto a Hécate se llevaba a cabo sobre todo en las casas y ante las estatuas de la diosa que se levantaban en los caminos y ante las que se dejaban ofrendas. 

El único gran templo dedicado a la diosa se encontraba en Lagina, en la actual Turquía. En él se celebraba cada año un festival y, cada cuatro, uno mayor protagonizado por unas doncellas que llevaban al templo principal la llave, símbolo del acceso al inframundo.