Armado con el rayo, el relámpago y el trueno, Zeus es el señor de los cielos y del universo, que rige desde su palacio en el monte Olimpo. No lo tuvo, sin embargo, fácil para alcanzar esa posición de privilegio. 

Los dioses griegos no eran iguales. Entre ellos se daban estrictas jerarquías marcadas por el parentesco y, no menos, por la relevancia. En la cima de todo se encontraba Zeus, el señor del cielo, el rayo y el trueno. Era el más poderoso de los dioses y todos los demás, lo mismo que los mortales, no solo respetaban su posición, sino que también se cuidaban mucho de provocar su cólera.  

 

¿Quién era Zeus y cómo conquistó el poder?

Zeus, sin embargo, no nació rey. Su padre Crono lo era, pero una profecía le había advertido de que un hijo suyo le arrebataría el trono, igual que él había hecho con el suyo, Urano. Por eso, todos los niños que le daba su esposa Rea fue devorándolos nada más salían a la luz del mundo. Si Zeus no corrió la misma suerte se debió a que su madre, harta de sacrificar a sus pequeños, lo sustituyó por una piedra que Crono engulló sin notar nada extraño.

Zeus creció y, una vez se sintió lo suficientemente fuerte, se enfrentó a su padre y le hizo regurgitar a sus hermanos: Poseidón, Hades, Hestia, Deméter y Hera. Crono no llevó a bien ese desafío y, no bien se recuperó, llamó a sus hermanos los Titanes para que le ayudaran a vengarse. Estalló entonces una guerra, la Titanomaquia, que devastó el universo. De esa contienda resultaron vencedores los hijos de Crono, quienes establecieron su residencia en el Olimpo, de ahí el apelativo por el que se les conoce: olímpicos. 

¿Cómo Zeus repartió el universo? 

Zeus se mostró generoso en la victoria y repartió el universo con sus dos hermanos varones, Hades y Poseidón. A este le correspondió el dominio de los mares, mientras que, menos afortunado, Hades hubo de conformarse con el mundo subterráneo de los muertos. En cuanto a Zeus, le tocó el cielo. Los Cíclopes, como muestra de agradecimiento por haberlos liberado de la prisión en que su hermano Crono los había encerrado, forjaron para él las que iban a ser sus armas: el rayo, el relámpago y el trueno.  

Los amores de Zeus  

Zeus se casó con una de sus hermanas, Hera, la diosa del matrimonio. Con ella tuvo varios hijos: Ares, el dios de la guerra; Hebe, diosa de la juventud, e Ilitía, diosa de los partos. Según algunos mitos, a esa lista hay que añadir a Hefesto, el dios del fuego y la forja, aunque otros consideran que Hera lo concibió sin necesidad de su esposo. Del mismo modo, de la cabeza del dios surgió directamente su hija Atenea, la diosa de la sabiduría.  

Que Hera fuera la diosa del matrimonio no fue óbice para que Zeus se convirtiera en paradigma de marido infiel. Así, otros muchos dioses nacieron de sus relaciones con otras divinidades, ninfas e, incluso, mortales: su hermana Deméter le dio a Perséfone; la titánide Leto, a los gemelos Apolo y Ártemis; la pléyade Maya, a Hermes, y las mortales Sémele y Alcmena, a Dioniso y Heracles, respectivamente. No paró ahí Zeus: con Mnemosine, la memoria, tuvo a las nueve Musas.  

En ocasiones, el amor llevó a Zeus a hacer gala de sus dotes para el transformismo: a Europa la raptó bajo la forma de un toro y de ese modo se la llevó a Creta, donde yació con ella y engendró tres hijos, Minos, Radamantis y Sarpedón. A Leda, en cambio, la sedujo como un cisne. Según el mito, sus cuatro hijos nacieron de un huevo: fueron Cástor, Pólux, Clitemnestra y Elena, esta última la causante de la guerra de Troya.  

Si lo del animal no funcionaba, Zeus tenía otros recursos: para llegar hasta Dánae se transformó en lluvia de oro. De ese modo fue concebido el héroe Perseo, el matador de la Medusa.  

El culto al dios Zeus

Zeus y los suyos vivían en el monte Olimpo, en el norte de Grecia. Alrededor de él abundaban los lugares sagrados, como la ciudad de Dion, que contaba con un importante templo dedicado al rey de los dioses. 

En Dodona, Zeus contaba con un oráculo. Sus designios se expresaban a través del ruido que producían el follaje y las ramas de un roble sagrado, que los sacerdotes a cargo del recinto sabían interpretar. 

Su santuario principal, sin embargo, se encontraba en Olimpia. Para el templo principal, el escultor Fidias labró una espectacular estatua de Zeus de oro y marfil de trece metros de alto, que llegó a ser considerada una de las siete maravillas del mundo.  

Olimpia, además, era famosa por unas competiciones que, desde el año 776 a.C., se celebraban cada cuatro años en honor al dios: las Olimpiadas. La llama de los Juegos Olímpicos actuales sigue encendiéndose en ese santuario.