¿Qué relación hay entre la espondilitis anquiosante y la dieta?

La espondilitis anquilosante se encuentra dentro del grupo de las enfermedades consideradas autoinmunes.

Como la causa de todas estas patologías no está clara, existen multitud de hipótesis que explicarían su aparición, y por lo tanto también se barajan muchas propuestas de tratamiento distintas.

Una de las ideas más extendidas entre las opciones médicas o terapias no convencionales es que las sustancias antigénicas que entran en el organismo (restos de péptidos o proteínas de virus, bacterias, alimentos…), unidas a sustancias propias o por similitud con ellas, provocan la respuesta de los anticuerpos que acaban agrediendo los propios tejidos.

Estas sustancias entran a la circulación a través de la mucosa intestinal (hecho que en situación normal no debería ocurrir) debido a un incremento de su permeabilidad. Ese incremento se debe a un tipo de alimentación habitual hoy que desarrolla una flora intestinal donde predominan las bacterias de putrefacción (agresivas para la pared intestinal) sobre las habituales y beneficiosas de fermentación.

En concreto, parece deberse a un exceso de proteínas animales y de gluten procedente de harinas de cereales híbridos, modificados por el hombre.

El gluten normalmente va unido al almidón, quizá por eso has leído que conviene evitarlo. Pero es el gluten al que se relaciona más con estos problemas de salud.

El hábito de comer cereales refinados, además de disminuir la cantidad de fibra que se ingiere, aumenta su proporción de almidón.

¿Qué comer para mejorar en caso de espondilitis anquilosante?

Como propuesta dietética para la espondilitis anquilosante, contrastada con resultados positivos, seguida al menos durante un año, te resumo la que indica el Dr. Jean Seignalet en su libro La alimentación, la tercera medicina (Ed. RBA-Integral):

  • Supresión de cereales, a excepción del arroz y el trigo sarraceno (la quinoa no es un cereal y la soja es una legumbre, por lo que las puedes consumir).
  • Supresión de la leche animal y de sus derivados (yogures, queso…).
  • Consumo de alimentos preferentemente crudos (si se cocinan, mejor al vapor).
  • Consumo de productos ecológicos o biológicos.
  • Consumo de aceites obtenidos por primera presión en frío.
  • Suplementación con complejos de vitaminas y minerales.

Hay quien, para mejorar los resultados, suprime también las proteínas de origen animal. El objetivo es evitar la posible confusión del organismo con la entrada de polipéptidos más similares a los humanos, que se daría sobre todo por el incremento de la permeabilidad de la mucosa intestinal.

Aunque parezca difícil seguir una dieta así, esta incluye todas las frutas y verduras, las legumbres, los frutos secos, el arroz, el trigo sarraceno y la quinoa.

Al inicio el esfuerzo que requiere respetar estas restricciones dietéticas puede parecer grande pero la mejora de la calidad de vida suele compensar, y al final la dieta no se vive como un sacrificio sino como un hábito saludable que permite controlar la enfermedad.