El escritor Roy Galán nos reflexiona con estas palabras, que puedes escuchar con su voz en este vídeo, sobre lo improbable que es que suceda el amor y nos invita a arriesgarnos a amar cuando la situación lo permite pues no se sabe si será la última vez que podremos amar de verdad.
Es tan complicado nacer.
Quiero decir.
Que absolutamente todo confabule para que estemos aquí y ahora.
Para que, oh, adiós.
Pero es igual de complicado el encuentro.
Que un otro que no eres tú y que jamás podrá ser tú, te vea.
Te vea no como a una proyección de sus sueños.
Te vea sin sus ojos.
Te vea con el cuerpo vacío.
Con los brazos abiertos.
Es tan complicado el amor.
Que se dé.
Que se produzca.
A la vez.
Porque a veces amas mucho a alguien pero no es el momento.
No lo es porque tú estás mal o la otra persona está mal.
Porque los seres humanos no somos individuos.
Somos lugares.
Somos colectividades atravesadas por el miedo y la esperanza.
Somos estructuras familiares.
Que arrastran mochilas muy pesadas.
A veces tú quieres pero es que no puede ser.
Y ese no poder ser es la vida.
Es todo aquello que no decidimos.
En lo que no podemos intervenir.
Que simplemente sucede y es.
Todo aquello a lo que le da igual cómo te sientas.
El río, el amanecer, la hoja o el ciervo.
Todo lo que existe sin ti.
A pesar de ti.
Querer a la misma vez es una chispa.
Es un estallido.
Es algo altamente improbable.
Tanto que cuando sucede hay que arriesgarse.
Hay que decir que sí.
Hay que parar las rotativas.
Porque hay algo que viene a asombrarnos.
A sacarnos de la rutina.
Amar es siempre volver a nacer.
Es una oportunidad para que la mirada se ponga a cero.
Es hacer las cosas por segunda o tercera vez y sentirlas como la primera por un momento.
Amar es alejar a la muerte durante un rato.
Es hacer justicia a la existencia.
Es decir: me iré, sí.
Como todos y como todas.
Pero lo haré.
Habiendo amado.
El amor es lo que haces con tu existencia
Te pueden robar los días.
Te pueden robar dinero.
Te pueden robar la ilusión.
Te pueden robar el corazón.
Te pueden robar los recuerdos.
Te pueden robar el futuro.
Te pueden robar la casa.
Te pueden robar el agua, la luz, el sol.
Te pueden robar la cartera o el móvil.
Te pueden robar la dignidad.
Te pueden robar la alegría.
Te pueden robar el dolor.
Te pueden robar la esperanza.
Te pueden robar la curiosidad.
Te pueden robar los ojos.
Te pueden robar la boca y las manos.
Te pueden robar los sueños.
Te lo pueden robar todo.
Y creer que te dejan sin nada.
Pero lo que nadie podrá nunca robarte es el amor.
Porque el amor es tuyo.
Está dentro de ti.
Antes de que las estrellas fueran estrellas.
El amor es lo que tú haces con el hecho de que te roben.
El amor es lo que tú haces con esta existencia que tienes.
El amor es la vida que se expande y contrae como un latido.
Que oscurece en lo más profundo del brillo.
Porque el amor eres tú.
Y tu posibilidad.
No dejes el amor para mañana
Tienes el mañana siempre en la boca.
Luego lo hago.
Después la llamo.
Del año que viene no pasa.
Lo postergas todo dando por sentada la existencia.
Asumiendo que te queda tiempo.
Que este es infinito.
Y está disponible eternamente para ti.
Te acostumbras a la vida.
A que todo en ti funcione.
A que todo en el exterior funcione.
A malgastar los días como si los tuvieras repetidos.
Pero resulta que llega el momento en que a la persona que ibas a llamar ya no está.
La posibilidad simplemente desaparece.
Y te quedas con una conversación muda trenzándose en tu estómago.
Y te arrepientes.
Y tomas conciencia del espacio que ocupas y del que ocupan los demás.
Y te da miedo.
Porque eres consciente de la finitud de las cosas.
De lo mortal.
Pero ese miedo no puede paralizarte.
Lo único que has de hacer es empezar a hablar en presente.
A soltar las amarras del recuerdo.
A hacer aquello que sientes.
Aquí y ahora.
Porque todo lo que te dejes por vergüenza.
O por no molestar.
O por no creer que seas capaz.
Ya nadie nunca más.
Lo podrá hacer por ti.