«La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?», nos pregunta un proverbio chino. Ciertamente, prestamos más atención a nuestro peinado que al corazón. ¿Por qué lo descuidamos tanto?

En la cultura occidental, el filósofo francés René Descartes redujo el cuerpo a una mera máquina, otorgando a la mente el trono de la vida. Descartes dividió en dos partes la unidad inseparable de la mente y del cuerpo, pero Blaise Pascal afirmaba que «el corazón tiene razones que la razón desconoce».

Cuerpo y  mente  tienen una relación bilateral

Uno de los retos para estar en armonía con uno mismo es dejar de vivir en y desde la mente, siguiendo un camino que a veces se tarda toda una vida recorrer: bajar al centro del corazón. Existen muchas razones para que una persona se aleje de sus sensaciones físicas, de vivir la complejidad de sus emociones.

Lo que percibimos nos llega de todo el cuerpo. La neurocientífica Nazareth Castellanos cuenta en su libro Neurociencia del cuerpo que hay que superar la idea unidireccional de que el cerebro controla el corazón. En realidad, el cuerpo y el corazón están lejos de ser una mera máquina. Castellanos destaca que incluso nuestra psique está bajo la influencia de la variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFN), y buena parte de la información que descifra el cerebro llega mayormente desde las vísceras.

De hecho, investigaciones actuales revelan que «los latidos del corazón tienen la capacidad de generar una respuesta en el cerebro». La comunicación entre nuestro cerebro y nuestro corazón es bilateral, y el corazón influye sobre nuestra manera de percibir el mundo.

El corazón determina cómo percibimos el mundo

Está demostrado que nuestro ritmo cardíaco determina cómo vemos el mundo. Los experimentos revelan que percibimos más cuando late el corazón que en las pausas que se producen entre nuestras pulsaciones. Esto nos lleva a entender que «la reacción del cerebro ante un acontecimiento depende del ritmo cardíaco», asegura Castellanos, que utiliza la palabra cardiocentrista para referirse a una visión de la realidad que dé prioridad al corazón.

Prueba del poder de este órgano que estamos redescubriendo es que las dinámicas de los corazones de algunas personas se acompasan al interactuar. ¿No es bello?

Corazón e intuición

Más allá de la neurociencia, nos referimos al corazón de manera simbólica para referirnos a todo aquello regido por la intuición, por la sabiduría que emerge de lo más profundo de nuestro cuerpo.

Encontramos uno de los pasajes literarios más célebres al respecto en Las Enseñanzas de Don Juan de Carlos Castaneda. Esta es la parte más reproducida de un libro que se publicó por primera vez en inglés en 1968: «Observa cada camino detallada y deliberadamente (…) La pregunta es: ¿Ese camino tiene corazón?… Si lo tiene, el camino es bueno; si no, es inútil. Los caminos no llevan a ninguna parte, pero unos tienen corazón y los otros no. Unos otorgan un viaje placentero, y te haces uno con ellos. Los otros te confunden y te arruinan la vida. Unos te hacen fuerte, los otros te debilitan.»

¿Cómo reconocer los caminos con corazón? Conectando con la coherencia de tus latidos, , observando cómo vives, como reaccionas; en suma, poniendo más conciencia y corazón a tu vida.

En la Murcia del siglo XII, el sabio sufí Ibn Arabi ya afirmaba que el corazón es el lugar donde se materializa el espíritu y se espiritualiza la materia. Hacernos amigos de nuestro corazón, lo cual incluye escuchar las corazonadas, nos permitirá llevar una vida más espiritual, profunda y consciente.

Ejercicio para escuchar lo que dice tu corazón

Seguir estos pasos te ayudará a escuchar mejor lo que dice tu corazón:

  1. Empieza por algo que te preocupe: Elige un tema o asunto que te preocupe actualmente. Quizás ya sabes lo que piensas —racionalmente— sobre ello, pero en este ejercicio incluirás al corazón en la ecuación.
  2. Siéntate con la espalda recta y pies en el suelo: Entorna los ojos. Practica una respiración lenta y profunda, tomando consciencia de tus sensaciones físicas, la postura y el aire que entra y sale de tu cuerpo.
  3. Plantéate la pregunta que te preocupa: ¿Qué sucede dentro de ti? ¿Sientes que tu corazón se acelera o se relaja? ¿Qué otras sensaciones emergen de tu cuerpo? ¿Cómo son? ¿Te reconfortan o te tensionan?
  4. Toma nota de la sabiduría que nace en tu pecho: Al tomar una decisión –incluir una persona en tu vida, hacer una compra...–, el corazón te guía. Con la práctica, se afina la escucha y llegan más mensajes.