Todos conocemos a alguien que no para de quejarse. Siempre hace demasiado calor o demasiado frío. Las cosas van mal, todo está torcido y nada es suficientemente bueno. Si no conoces a nadie que encaje en este perfil, cuidado, porque la quejosa o el quejoso podrías ser tú.
En cualquier caso, y por más que las quejas constantes puedan ser agotadoras, la psicóloga Leticia Martín Enjuto nos pide paciencia y calma ante esta situación. “Es importante no caer en el juicio rápido y tratar de comprender el trasfondo del comportamiento”, explica para Cuerpomente. Y estas son las posibles explicaciones que nos ofrece la psicología, desde su perspectiva profesional.
Solo ve lo negativo
“Cuando hablamos de una persona que se queja constantemente, en psicología nos referimos a un patrón de comportamiento que puede tener múltiples interpretaciones y causas subyacentes”, explica la experta, para la que “la queja frecuente no suele ser un simple acto de desahogo, sino que puede estar relacionada con necesidades emocionales no satisfechas, dificultades para gestionar el malestar o incluso con estilos de afrontamiento poco adaptativos”.
Siguiendo con esta línea, la psicóloga presenta su primera hipótesis para este comportamiento. “Desde una perspectiva cognitiva”, expone, “muchas veces la queja constante está vinculada a un sesgo atencional hacia lo negativo”. Es decir, que quien se queja sin parar solo presta atención a lo negativo o, por lo menos, le da más peso a lo malo que a lo bueno.
“Estas personas tienden a focalizarse en los aspectos desfavorables de su realidad”, continua la experta, “lo que refuerza un ciclo de insatisfacción y malestar”. Según su experiencia, “este patrón puede estar aprendido desde la infancia o reforzado por el entorno, donde la queja ha sido una vía válida para recibir atención o apoyo”.
Una forma de expresar frustración
Hay otra posibilidad, señala la experta, y es que la queja se haya convertido para esa persona en “una forma de expresar frustración ante una sensación de impotencia o falta de control sobre su propia vida”.
En este sentido, Leticia Martín Enjuto señala que “cuando una persona siente que no puede cambiar su situación, verbalizar su malestar puede convertirse en una manera de canalizar la frustración”.
El problema de esta manera de lidiar con la frustración es que, cuando es el único recurso disponible, “puede cronificarse y afectar negativamente tanto a la persona como a su entorno”, señala la psicóloga.
Función social
Aunque las dos primeras explicaciones son quizá las más evidentes en el contexto emocional, la experta tiene otra hipótesis que cobra sentido en terminados entornos. Según señala, la queja “puede cumplir una función social”.
“A veces”, continua la psicóloga, “quejarse es una forma de buscar empatía, validación o incluso conexión con los demás”. Y es que determinados grupos convierten la queja compartida en una vía válida para fortalecer lazos. El problema, nos explica, es que “si se convierte en el eje central de la comunicación, puede generar rechazo o fatiga emocional en quienes rodean a la persona”.
Queja adaptativa
Aunque vivimos en una sociedad que grita “no te quejes, actúa”, para Leticia Martín Enjuto es importante matizar que no toda queja es esencialmente negativa. De hecho, nos explica, “en consulta, siempre tiendo a trabajar la diferencia entre la queja adaptativa, que permite identificar problemas y buscar soluciones, y la queja crónica, que se convierte en un obstáculo para el bienestar”.
Con la primera, podemos manifestar un malestar, que es siempre el primer paso para poder solucionarlo. Si no sabemos que algo nos molesta, no podemos cambiarlo o buscar maneras de corregirlo.
En cambio, señala la psicóloga, la queja constante puede ser preocupante. De hecho, en su experiencia clínica “la queja constante puede estar asociada a trastornos como la depresión o la ansiedad, donde el malestar emocional se expresa a través de una visión pesimista y repetitiva de la realidad”.
Es hora de dejar de quejarse
Tanto si eres de las que siempre se quejan, como si convives con alguien que lo hace, Martín Enjuto tiene un consejo para ti.
En el primer caso, su consejo es “establecer límites saludables y practicar la escucha activa sin dejarse arrastra por la negatividad”. La psicóloga añade, además, que en este tipo de situaciones suele ser útil “validar el malestar ajeno”, pero intentando “redirigir la conversación hacia posibles soluciones o enfoques más constructivos.
A veces basta con una pregunta: ¿qué podrías hacer para cambiar esta situación?
En caso de que te hayas reconocido en este patrón, la experta asegura que “el primer paso es tomar conciencia de la frecuencia y el contenido de las quejas”. Para ello puedes llevar un registro que te ayude a “identificar situaciones o emociones desencadenantes” de las quejas, para, posteriormente, “trabajar en el desarrollo de habilidades de afrontamiento más adaptativas”, entre las que la psicóloga destaca “la búsqueda activa de soluciones, la gratitud o la reestructura cognitiva”.
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