El ajo no solo aporta sabor a tus platos, también está repleto de beneficios para la salud: tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y antibacterianas y es bueno para la salud cardiovascular, pues ayuda a reducir la presión arterial y los niveles de colesterol. Además, favorece la salud digestiva y es una buena fuente de nutrientes esenciales.

Aunque es muy común en nuestros mercados, donde podemos encontrar diferentes variedades (blancos, morados, ajos tiernos… hasta ajos negros), también puedes sembrar ajo tú mismo siguiendo unos sencillos pasos.

Cuándo se plantan los ajos

En general, en España los ajos se plantan en pleno otoño (entre noviembre y diciembre) o a finales de invierno, aunque el mes idóneo depende del clima de la zona donde los vayas a plantar. 

Elige los dientes de ajo para plantar

Los ajos se siembran a partir de dientes de ajo. Conviene elegir cabezas de ajo que estén sanas (con la piel intacta) y lo más aconsejable es que sean de origen ecológico, pues las que no lo son pueden haber sido tratadas con productos químicos que perjudiquen su crecimiento.

Una vez elegida la cabeza de ajo, retira la piel que la cubre y separa los dientes con cuidado para no dañarlos. Los dientes más grandes, firmes y sin manchas son los que producen bulbos más grandes, así que selecciona los mejores para plantar.

Cómo plantar ajo paso a paso

Una vez seleccionados los dientes de ajo, es el momento de sembrarlos. Lo primero que debes hacer es elegir el sitio idóneo: debe ser soleado (mínimo 6 horas de sol al día) y sin malas hierbas.

Puedes plantar los ajos en tu huerto, directamente en el suelo, en jardineras o en macetas, como prefieras. El ajo prefiere suelos sueltos, con un buen drenaje y ricos en nutrientes

  • Haz pequeños agujeros en la tierra, de aproximadamente 5 centímetros de profundidad y con una separación de entre 10 y 15 cm para que el bulbo se desarrolle bien.
  • Coloca cada diente de ajo sin pelar en un agujero con el extremo puntiagudo hacia arriba y el lado plano hacia abajo.
  • Cubre los dientes de ajo con tierra (de tal manera que asome su punta) y presiónala suavemente alrededor de ellos.

Una vez que has acabado de plantar los ajos, puedes aplicar una capa de mantillo (con paja u hojas) encima para evitar que crezcan malas hierbas alrededor, conservar la humedad y proteger el ajo durante el invierno.

Cuidado y riego de los ajos

Una vez plantados, hay que regarlos de forma abundante para asegurar que se asienten bien en la tierra. Después el riego tiene que ser moderado, pues de pudren con cierta facilidad, aunque siempre hay que tener en cuenta las condiciones climáticas de la zona.

Conviene retirar cualquier mala hierba que salga en la zona donde están plantados los ajos para evitar que compitan con ellos por los nutrientes y el agua. Espolvorear ceniza (de leña) por encima, además de evitar la aparición de hongos, aporta a la planta minerales como el potasio y el fósforo.

A principios o mediados de primavera, algunas variedades desarrollan el tallo floral. Hay que cortarlo para evitar que absorba todos los nutrientes y perjudique al bulbo. 

Por otro lado, cuando las hojas alcancen una buena altura y empiecen a amarillear conviene anudarlas para que evitar malgastar energía y que el bulbo siga alimentándose. 

Cuándo se recogen los ajos

Unos 10 o 15 días después de plantarlos, aparecerán los primeros brotes y, en general, el ajo estará listo para cosechar cuando las hojas se vuelvan amarillas o marrones, habitualmente después de 7 a 9 meses, a mediados o finales del verano (aunque depende de la variedad y el momento de la siembra).

Para cosechar los ajos hay que soltar con cuidado la tierra de alrededor con una horquilla de jardín y una vez fuera se deben dejar secar en una zona bien ventilada durante algunas semanas.

Una vez estén secos, puedes retirar el exceso de tierra, recortar las raíces y tallos y guardarlos en un lugar fresco, seco y bien ventilado, trenzados en ristras o en bolsas de malla.