Para crecer autoconociéndose, con alta autoestima y valorándose como ser humano corresponsable, de iguales derechos, deberes, oportunidades e importancia, nuestras criaturas necesitan jugar, explorar, inventar, crear, manipular e implicarse emocionalmente con todo tipo de juguetes: tanto muñecas, como pelotas, tanto construcciones, como cocinitas, tanto juegos simbólicos basados en el aprendizaje de la comunicación, el lenguaje, las emociones y los cuidados, como juegos científicos, creativos, de acción, construcción y movimiento.

Si a las niñas les regalamos un solo tipo de juguetes, como muñecas o enseres de princesas, además de estar cercenando su autonomía física, les estamos dejando el mensaje subliminal de que la función tanto de niñas como mujeres es la de cuidar, servir, lucirse y someterse a las demandas de los demás.

Por otra parte, si a los niños les compramos únicamente construcciones, juegos de acción, naves, coches, experimentos, además de estar fomentando los aprendizajes lógico-matemáticos, implícitamente les cala el mensaje de que ellos son movidos, activos, inteligentes, que sirven para crear, luchar, someter a los que les sirven (ergo a las niñas y mujeres).

Referentes positivos y sin estereotipos

La actual cultura patriarcal educa a nuestras hijas e hijos bajo un sesgo que les hace pensarse, desde su infancia, como desiguales. Podemos romper con este dañino paradigma criándoles en la equidad. Parte del cambio pasa por librar los juguetes de la interpretación de género.

Todos los juguetes cumplen una (o varias) funciones educativas. Las muñecas, por ejemplo, representan simbólicamente la función social de cuidar, empatizar, cobijar, apegarse. Mientras que los juegos de construcción y montaje suponen desafíos matemáticos y físicos de lógica.

  • Libres de clichés. Para construir su feminidad o masculinidad como realmente la sientan, sin imposiciones o sesgo, los juguetes deben estar libres de estereotipos machistas: fuera muñecas hipersexualizadas y muñecos guerrilleros hipermusculados. Que sus modelos adultos de referencia para sus juegos simbólicos no sean personas irreales construidas en base a los cánones patriarcales que cosifican a la mujer y enaltecen al hombre machista y violento.
  • Ni rosa, ni azul. Desde hace algunos años asistimos a una agresiva escalada en el marketing de género dirigido a la infancia. Las niñas tienen que vestir de rosa y sus juguetes también, ¡incluso las bolas del mundo!, tienen que ser de este color, mientras que a los niños se les reserva el azul. ¡Rompe con esta imposición! Deja que tu hija o hijo escoja su ropa y sus juguetes con total libertad y en función de sus gustos y preferencias, no de las pautas sexistas que nos marcan las tiendas, las marcas y las normas de la sociedad.
  • Construcciones y cocinitas. Niños y niñas necesitan, para hallar y desarrollar sus dones, talentos y cualidades, experimentar con todo tipo de juguetes respetuosos. Aprender a cuidar su cuerpo, cocinar, reparar, construir, expresar emociones, etc., es tarea de todas las personas.

Regala juguetes variados, cada uno de ellos le va a ofrecer un tipo de aprendizaje diferente.

  • Referentes. Durante milenios, el patriarcado ha ocultado la labor de las mujeres fuera del ámbito del hogar. Sin embargo, han sido muchas las que, oponiéndose a una sociedad que las discriminaba, lograron superar los obstáculos y convertirse en científicas, pintoras, constructoras, músicas, doctoras, filósofas, escritoras, etc. Háblales a tus pequeñas/os sobre estas pioneras, regala libros sobre sus logros y sus talentos, ofréceles referentes positivos tanto femeninos como masculinos. Comparte y regálales una visión amplia de las posibilidades que tienen más allá del género.

Por qué los juguetes no sexistas favorecen su salud mental

Juan, de siete años, jugaba feliz empujando a su Darth Vader hasta su casa en el cochecito de bebés que su prima Ana le había prestado. Se sentía bien y disfrutaba cuidando a su muñeco con ternura y empatía. Sin embargo, en cuanto su padre le vio empujando el carrito por la calle, comenzó a burlarse un poco cruelmente del niño y a afearle su comportamiento, diciéndole que ese juguete era de niñas. Aunque le gustaba mucho, Juan nunca más volvió a jugar con el cochecito de su prima.

Las palabras del padre de Juan, y la presión que la cultura familiar y social ejercieron sobre el niño, empujaron al pequeño a reprimir sus deseos y necesidades.

Juan, que nació sin prejuicios, deseaba y necesitaba jugar con todo tipo de juguetes para desarrollarse plenamente, pero la sociedad se lo impidió. El pequeño, al ser varón, únicamente podía jugar con “juguetes de niño”, como dictan las normas patriarcales implícitas. Estamos ante el currículo oculto de la sociedad patriarcal, el aprendizaje de roles de género a través del sesgo impuesto en sus juegos y juguetes. Un adiestramiento solapado, extremadamente dañino, que induce a criar y educar a niños y niñas en la desigualdad, la injusticia y el sometimiento a estos preceptos.

Nuestra labor, tanto desde una maternidad como una paternidad corresponsable y consciente, resulta básica si pretendemos no cargar (ni que otros carguen) a nuestras criaturas con todas estas pesadas cadenas de sumisión y represión. Cadenas que someten, no solo a través de las palabras, la cultura, los usos y costumbres, sino que también actúan a un nivel inconsciente a través de la pérdida de la salud emocional (y de la debilidad y la inacción que derivan de esta).

Baja autoestima, depresión, ansiedad, enfermedades somáticas, fobias, etc., parten de una crianza y educación patriarcales violentas y desiguales que se basan en la desconexión de las personas de sus deseos y necesidades a través de la represión (miedo, dolor, terror) y el control (castigos, premios, manipulaciones, jerarquía...). Liberándoles de la opresiva cultura patriarcal, además de ofrecerles independencia y autonomía, les estamos facilitando a nuestras hijas e hijos salud mental, física y emocional. Esto lo lograremos si crecen conociendo cómo son, quiénes son, qué necesitan y cómo comunicarse con los demás de forma asertiva y empática. Estos aprendizajes, en parte, llegarán mediante las palabras y las acciones, tanto conscientes como inconscientes, de los adultos que les rodean, pero también a través de sus juegos y juguetes.