El llamado "teatro de títeres reflexivo" es un recurso dentro de la terapia familiar sistémica, una de las ramas de la psicología más en auge. En nuestro país los títeres se utilizan en el marco de tratamientos de arteterapia o dramaterapia.

Los estudios sobre arteterapia indican que representar un papel con la ayuda de un simple muñeco ayuda a integrar positivamente recuerdos y emociones de una manera que no es posible a través de la racionalización.

Además, la actuación potencia las habilidades sociales y la capacidad para adaptarse a las situaciones ensayando diferentes actitudes y papeles.

Los muñecos se han empleado para ayudar al niño a superar traumas (como abusos sexuales) y retos que le dan miedo (una operación quirúrgica, por ejemplo). Permiten relacionarse en el lenguaje de los niños y a través del juego, que es la manera en que los niños aprenden casi todo.

Existen referencias a la terapia con guiñoles desde la segunda década del siglo pasado. El psiquiatra norteamericano Matthew G. Bernieres quien más ha estudiado esta terapia que se utiliza en el tratamiento de niños con dificultades para controlar sus impulsos, relacionarse o concentrarse.

Beneficios de las marionetas en terapia familiar

La existencia de los guiñoles en muchas culturas y su supervivencia se explica por su efecto favorecedor de la convivencia civilizada. No son solo un entretenimiento. Es significativo que en los tiempos de la televisión, el ordenador y la consola, continúe siendo un arte lúdico antiguo como el guiñol el que más favorezca el encuentro y la comprensión.

  • Observar un espectáculo de guiñol resulta beneficioso, pero aún lo es más actuar. Durante la representación se da salida a las fantasías, se expresan temores y se disipa la ansiedad, pero sobre todo se aprende sobre la naturaleza de los conflictos.
  • La representación por sí misma tiene un efecto terapéutico en niños y adultos, pues al ser humano le resulta imposible no experimentar consciente o inconscientemente las situaciones dramáticas que contempla o interpreta.
  • Aunque se trate de una ficción, puede producirse una catarsis emocional que facilita luego una aproximación menos neurótica a los problemas reales.
  • Se considera especialmente eficaz entre los niños de 5 a 11 años porque les ofrece una oportunidad de liberar su agresividad o de expresar su necesidad de afecto. Los adultos se benefician en los mismos sentidos y pueden solventar deficiencias que comenzaron en su propia infancia.

Proyectar los problemas en los guiñoles

Los comportamientos agresivos son normales y no van acompañados, como en la vida real, de sentimientos de culpabilidad. Es muy frecuente que los niños elijan representar papeles de "malo" y como tales son capaces de actuar con una crueldad extrema.

Una de las razones para este comportamiento es que así aprenden a manejarse en las situaciones desagradables. También se resarcen de todas las limitaciones que normalmente se imponen a los pequeños.

Si el guiñol se comporta mal –pega a otro muñeco, por ejemplo– es el títere, no el niño , el que recibe la reprimenda por parte del personaje que encarna la autoridad. De esta manera se pueden tratar los conflictos -la rivalidad entre hermanos, por ejemplo- de una manera impersonal, relacionándolos con la conducta del guiñol.

El guiñol hace posible que los chicos y los adultos manifiesten emociones que no pueden explicar con palabras.

Niños y adultos proyectan sus problemas en los guiñoles y los resuelven a través de ellos. El juego, la representación, permite experimentar con los sentimientos y con las soluciones a los conflictos.

Cómo usar la marioneta terapéutica

Ante un guiñol, el niño actúa como si fuera un personaje real y pierde de vista al individuo que habla realmente. El muñeco no coarta al niño. Este percibe que no está siendo juzgado y se siente seguro.

Por ello el guiñol tiene una cualidad única: transmite un mensaje sin que se interpongan barreras emocionales. Al mismo tiempo, puede que el niño diga a través del guiñol lo que no consigue decir por sí mismo.

Para no dar al traste con esta magia, el protagonista debe ser siempre el muñeco. El actor debe olvidarse de quién es realmente (padre, madre, terapeuta, hijo... ) para que el muñeco tenga alma.

Si no se cuidara este aspecto, y el niño se diera cuenta de que está hablando su padre o su madre con la voz ligeramente distorsionada, percibiría que se han roto las reglas del juego y tendría razón.

Sin embargo, un personaje concreto -un rey, un policía, un mago sabio...- puede mostrar la manera de solucionar el problema en cuestión a través de su comportamiento en escena. Por la misma razón, la acción no debería reflejar exactamente la situación que resulta conflictiva.

Cómo contar la historia a través de las marionetas

Conviene encontrar o inventar un cuento, con sus elementos arquetípicos, fantásticos y divertidos, que sirva de metáfora de la realidad.

Una opción es utilizar un cuento tradicional, elegido en función del conflicto que se quiera tratar, como base para una representación en la que se puede improvisar libremente.

Otra posibilidad es elegir a los personajes que se desea encarnar y lanzarse a la interacción espontánea, siguiendo cada uno sus impulsos.

El espectador se identifica a la vez con todos los personajes de la historia porque cada uno representa un aspecto de la estructura psíquica humana.

  • El protagonista suele ser el "yo" -en términos freudianos- que reúne todas las cualidades que desearíamos poseer.
  • El "superego", que impone las normas, está representado en los padres o los personajes de más edad (reyes, reinas...), que pueden presentar además un lado malo y un lado positivo.
    • El lado positivo puede cobrar la forma de un policía. El malo, la de un ogro.
    • El hada buena o la reina y la bruja son sus equivalentes femeninos.
  • Un animal simpático, un mono por ejemplo, puede representar el "inconsciente", que puede actuar de cualquier modo sin sentirse culpable. Otros animales como lobos o cocodrilos permiten dar salida a la agresividad y las emociones negativas.

Un psicoterapeuta puede obtener mucha información del comportamiento de niños y adultos, pues los personajes sacan a la luz algunos aspectos del mundo interior de los actores.

El psicólogo puede interpretar lo que ha visto y oído, y aventurar una hipótesis sobre las causas del conflicto, hablar sobre todo ello con la familia y proponerles soluciones.

Pero cuando la familia se lanza a jugar sin la intervención de un terapeuta basta con actuar espontáneamente. Es mejor olvidarse de hacer referencias directas al conflicto mientras se tienen los guiñoles entre manos y también después. Las interpretaciones equivocadas pueden ser nefastas.

Los muñecos más adecuados para la terapia de juego

Para que los niños y los adultos se diviertan y se identifiquen psicológicamente con los guiñoles, estos deben cumplir ciertas condiciones. Sobre todo deben favorecer la comunicación de emociones y la creatividad.

Los títeres de mano son los más adecuados para la representación con fines terapéuticos: resultan más directos y creíbles y sobre todo consiguen más implicación en las acciones agresivas o con contacto. La participación de la mano favorece la identificación.

El guiñol de dedo es más sencillo que el de mano, lo que lo hace especialmente recomendable para los niños más pequeños. La yema del dedo índice sirve de cara (se puede colocar una pelota pequeña agujereada y pintada), mientras que el pulgar y el dedo corazón hacen de brazos.

Los títeres articulados y manejados mediante cuerdas son más aptos para el espectáculo artístico que para la representación en familia.

  • Personajes. Debe haber una buena variedad para elegir. Los tradicionales suelen encarnar a la perfección diferentes cualidades psicológicas básicas: el rey y la reina, el personaje de la cachiporra, el policía, el niño y la niña, el hada, la bruja, el abuelito, el animal fiero, el gigante, el héroe, el mono u otro animal simpático, el monstruo, el ladrón o el asesino...
  • Hechos en casa. Aún mejor que los guiñoles comprados son los personajes hechos por la propia familia. La labor de crear el muñeco, otorgándole una serie de características, potencia los efectos psicológicos de la representación. Calcetines y manoplas pueden convertirse en originales guiñoles.
  • Al menos dos. Conviene que cada participante cree al menos dos títeres. En uno puede plasmar las cualidades que le gustan y en el otro las que le disgustan, teniendo en cuenta que un buen guiñol debe reunir características realistas, humor, exageración y elementos fantásticos. Por otra parte, en el guiñol los personajes suelen ser enteramente positivos o negativos, aunque un personaje malo puede convertirse en bueno.

Una buena idea es invitar a cada participante a crear una familia de títeres. Sus características pueden revelar la dinámica familiar interiorizada y dar pistas sobre el origen de los conflictos.

La representación paso a paso

  1. El calentamiento. Se explica que los muñecos tienen libertad absoluta para decir y hacer lo que quieran. Cada miembro elige su guiñol y se realizan pequeños ensayos.
  2. Durante la acción. Hay que buscar ocasiones para que los personajes se pregunten: ¿qué piensas?, ¿ qué sientes? o ¿qué vas a hacer ahora? Muy importante: el responsable de cualquier mal comportamiento es siempre el muñeco, no quien lo maneja.
  3. Charla posterior. Es opcional. Se comenta el comportamiento de los personajes, no las motivaciones de los familiares. Si la charla es muy distendida, se podrían extraer conclusiones para la vida real.
  4. Cierre. Mientras se recogen los muñecos se va dejando atrás al personaje para reintegrarse gradualmente en la normalidad.

Un ejemplo real de terapia con guiñoles

Juan y Martina tienen dos hijos, Jan y Luis, de cinco y tres años.

Forman en general una familia bien avenida, pero el comportamiento agresivo de Jan provoca crisis periódicas que amenazan con ir a más.

El niño pega a menudo a sus compañeros, a su hermano pequeño e incluso a sus padres, que lo han intentado todo sin éxito, desde la contención cariñosa a los castigos.

La relación de pareja comienza a resultar afectada porque a menudo no se ponen de acuerdo sobre lo que deberían hacer.

Entonces un educador les propone que quiten hierro a la situación y que investiguen las causas de la agresividad del pequeño mediante el juego con guiñoles. Les asegura que los polichinelas ayudarán a toda la familia.

Siguiendo las instrucciones del educador, Juan y Martina se reúnen con sus hijos para pasar una tarde jugando con cuatro o cinco guiñoles. Juan elige la figura del rey. Martina es una bruja. Jan no quiere al principio ningún guiñol, pero coge un tigre que siempre le acompaña.

El juego va evolucionando y comienzan a darse situaciones de conflicto. El tigre ataca al rey y este, con buen sentido, no ejerce toda su autoridad, sino que simplemente le pide que no le haga daño, porque de lo contrario tendrá que refugiarse en el castillo y no podrán luchar juntos contra los leones que les amenazan.

Maravillados, los padres observan cómo el tigre hace caso de buen grado al rey, cosa que Jan casi nunca hace con su padre, quien por otra parte no siempre es tan comprensivo. La bruja y el rey tampoco discuten, sino que se gastan bromas.

Parece que el tigre Jan tiene una imperiosa necesidad de sentirse respetado y poderoso. Los leones de peluche sufren las consecuencias.

Juan y Martina descubren así la capacidad de los guiñoles para derribar barreras de comunicación y sacar a relucir emociones. Deciden que cada día van a jugar un rato de esta manera con sus hijos.

Libros para manejar esta técnica

  • Aprendiendo a resolver conflictos; Stephanie Hudson. Ed. Catarata
  • La imaginación como fuerza curativa; Luise Reddemann. Ed. Herder