“Errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios”, escribía el célebre poeta Alexander Pope. El problema es cuando pedir disculpas deja de ser un acto reflexivo, y se convierte en una costumbre. Puede conozcas a alguien, o tú misma encajes en esta descripción, que siempre pide disculpas. Y lo hace por todo. Hasta por respirar.

Lejos de ser algo inofensivo, la psicología nos explica que puede haber algo preocupante tras este acto reflejo de disculparnos por todo. Es por eso que hemos preguntado a la psicóloga, Olga Albaladejo, qué significa pedir perdón o disculparse constantemente, y su respuesta es clara: no tiene nada que ver con los buenos modales, es algo mucho más profundo.

No es humildad

“Pedir perdón es un acto social importante”, nos explica Albaladejo cuando le preguntamos por este gesto tan particular. Este acto, de hecho, suele demostrar que estamos ante una persona empática y humilde, que no teme reconocer sus propios errores.

“La empatía implica reconocer cómo nuestras acciones afectan a los demás”, asegura la psicóloga, “pedir perdón cuando hemos hecho daño o nos hemos equivocado es un acto de responsabilidad emocional”.

Sin embargo, nos avisa, esto se convierte en problemático “cuando se convierte en una respuesta automática”, puesto que “puede estar hablando más de nuestra inseguridad que de nuestra cortesía”.  Porque entonces, lejos de ser un reflejo de humildad o empatía, puede convertirse en una señal de algo más profundo: miedo a molestar, necesidad de aprobación o incluso baja autoestima”.

Cuando las disculpas son el problema

Estas personas que “se disculpan por hablar, por preguntar, por pedir ayuda o incluso por simplemente estar presentes”, nos advierte, no lo hacen por pura empatía, sino que lo que se esconde tras su comportamiento suele ser “una autoimagen frágil o una historia de relaciones en las que hubo que esforzarse por ‘no molestar’”.

Puede haber otras explicaciones, nos advierte Olga, como “una baja autoestima, un ejercicio excesivo de educación o incluso una coletilla”. En su experiencia como profesional, lo importante es abordarlo en terapia, para entender por qué lo hacemos, qué efecto produce en los demás (“no siempre es de aprecio”, asegura la experta) y consigan dejar de hacerlo.

Aunque generalizar puede ser peligroso, la experta nos explica que, “en muchos casos, este patrón viene aprendido desde la infancia o de entornos donde valoraba ‘portarse bien’, no hacer ruido o no crear conflictos”. Este tipo de vivencias refuerzan, por un lado, la idea de que molestamos. Y por otro, la creencia de que solo seremos queridos si evitamos molestar.

No es la única explicación posible, sin embargo. Olga nos explica que otras veces este comportamiento “está asociado a vivencias de crítica frecuente, relaciones desiguales o dinámicas laborales en las que la persona ha sentido que debía justificarse constantemente para ser aceptada”. En estos casos, continúa, el tiempo hace que la conducta se automatice. “La persona se disculpa sin pensar, como forma de prevenir un posible conflicto o rechazo, aunque no haya hecho nada malo.

Cambiando de paradigma

Este tipo de conductas, por suerte, pueden corregirse. Y no solo porque, como ya nos advertía la psicóloga, no todo el mundo se tome bien esto de que te disculpes constantemente, sino porque en muchos casos puede hacernos daño a nosotros mismos.

El primer paso, quizá, sería quitarnos de la cabeza que “pedir perdón constantemente es una señal de que somos educados, empáticos o considerados”, explica Olga. “Muchas veces es una forma de protección emocional que aprendimos en algún momento, pero que ya no necesitamos”. Aceptar esto nos ayudará a recorrer parte del camino, y nos permitirá “aprender a poner límites, confiar en nuestro criterio y expresarnos sin pedir permiso”.

El siguiente paso es, ante una situación en la que sintamos el impulso de pedir disculpas, parar y preguntarnos: ¿de verdad esta disculpa tiene sentido? ¿He hecho algo mal, o simplemente estoy anticipando un posible juicio ajeno?

Con estas dos preguntas, nos explica la psicóloga, conseguiremos frenar el hábito, algo que nos permitirá avanzar en este proceso de cambio. “También es útil sustituir el ‘lo siento’ por otras expresiones más ajustadas, como ‘gracias por tu paciencia’, ‘te agradezco tu tiempo’ o simplemente no decir nada ni no hay nada que reparar”, continua la experta.

Todo esto nos ayudará a “revisar el patrón”, entender “¿cuándo y con quién te pasa?”. Porque, asegura Albaladejo, “a veces ese hábito de disculparse aparece más en determinadas relaciones y contextos” y “detectarlo es importante para cambiarlo”.

A modo de conclusión, nos dice la psicóloga, debemos entender que “una buena educación no debería hacernos sentir pequeños, invisibles o culpables por tener voz. Una buena educación consiste en aprender a cuidarnos, a valorarnos y a no pedir perdón por quienes somos, o por llenar el silencio”.

Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente. 

Descárgate gratis el eBook"Plan semanal. Recetas antiinflamatorias" y descubre deliciosas preparaciones con ingredientes antiinflamatorios elaboradas por nuestros expertos.