¿Conoces a alguien que sonríe siempre? ¿Qué sientes cuándo estás con esa persona? ¿Te transmite confianza, o sientes que hay algo más tras esa expresión constante? En Cuerpomente también nos lo hemos preguntado, y con la ayuda de la psicóloga Olga Albaladejo, nos hemos propuesto dar con las respuestas a todas estas preguntas.

“La sonrisa es una de las expresiones más universales y potentes del ser humano”, nos confiesa la experta.“Pero que una persona sonría siempre, no significa necesariamente que esté feliz. Desde la psicología, sabemos que muchas veces la sonrisa se convierte en un mecanismo de defensas, en un escudo social para evitar mostrar vulnerabilidad o un recurso aprendido para obtener aceptación, evitar conflictos o disimular el malestar emocional”, añade la psicóloga. Para comprender el significado de la sonrisa, por tanto, debemos aprender a diferenciar las genuinas de las forzadas.

Las falsas sonrisas

Hay dos tipos, al menos, de sonrisa. La genuina, y la forzada. La verdadera, y la falsa. Y según Albaladejo, todos podemos diferenciarlas. “Todos tenemos una cierta sensibilidad para distinguir entre una sonrisa que ‘sale del alma’ y otra que parece más social o automática”, nos explica la experta.

Según nos expone, la ciencia lleva estudiando esto desde hace años, y hay algunas expresiones claves para diferenciarlas.

Por ejemplo, la sonrisa genuina, conocida también como sonrisa Deuchenne, “activa tanto los músculos de la boca como los de los ojos”, expone Albaladejo haciendo referencia a “esas arruguitas que se forman al reír sinceramente”. Por otro lado, la sonrisa forzada o social “solo implica la boca y suele carecer de esa calidez que sentimos cuando hay una emoción auténtica detrás”.

Pese a que hablamos de “verdadero” y “forzado”, no debemos confundirlas con sonrisas “buenas” y “malas”. Como explica la psicóloga, ambas tienen su función. “La sonrisa social también facilita las relaciones y suaviza las interacciones”, nos explica la psicóloga. El problema, continua, viene cuando “esta se convierte en la única forma de mostrarse al mundo”, porque entonces “puede volverse una trampa emocional que impide pedir ayuda o recibir apoyo genuino”.

El origen de la sonrisa forzada

Sonreír cuando nos sentimos bien es casi un acto reflejo. Pero cuando lo hacemos, incluso cuando las cosas van mal, algo raro está sucediendo. “En algunos perfiles”, asegura Albaladejo, “la sonrisa puede funcionar como una especie de disfraz emocional. Como si decir ‘todo va bien’ con la cara pudiera ocultar que, en realidad, no es así por dentro”.

En particular, la experta destaca entre quienes más fuerzan esta sonrisa a las personas “muy complacientes, autoexigentes o que han sido educados en la idea de ‘no molestar’”. Pero, en general, nos explica, “no hay una única explicación” para este tipo de sonrisa forzada. Por el contrario, “las causas suelen ser una combinación de factores individuales, relacionales y sociales”, entre las cuales, Albaladejo señala como las más frecuentes las siguientes:

  • Miedo al rechazo. Las personas que han aprendido que mostrar malestar no es “apropiado”, o que hacerlo puede alejarlo de los demás, tienden a ocultar sus emociones con una sonrisa.
  • Educación basada en la autocomplacencia. Este caso, señala Albaladejo, es muy habitual en mujeres. “Se ha reforzado culturalmente la idea de ser siempre agradables, amables, sonrientes”, señala la experta.
  • Modelos de perfección emocional. El perfeccionismo también puede jugar un papel clave en esta sonrisa forzada. “Algunos perfiles perfeccionistas sienten que deben mostrarse fuertes y positivos siempre, aunque por dentro estén agotados o tristes”, asegura Albaladejo.
  • Vidas muy expuestas. La sociedad aún intenta adaptarse a la aparición de las redes sociales. Y en este mundo en el que ahora estamos continuamente expuestos, “muchas personas han interiorizado la necesidad de proyectar una imagen constante de felicidad o control”, nos explica la experta. Esto puede provocar que nos desconectemos de nuestras emociones reales.

El poder de una sonrisa

Tras todas estas razones por las que sonreímos de forma forzada se esconden riesgos. Albaladejo nos habla de desconexión emocional, soledad e incluso cansancio psíquico. De hecho, señala, algunas “investigaciones en psicología del estrés han mostrado que suprimir emociones genuinas o fingir estados emocionales positivos activa el sistema nervioso de forma continuada, aumentando la producción de cortisol y afectando al sueño, al sistema inmunológico y al bienestar general”. Es esto, añade la experta, lo que explica “por qué muchas personas que “parecen estar bien” desarrollan insomnio, cefaleas tensionales o contracturas musculares sin una causa médica clara”.

Por otro lado, la sonrisa forzada con intención puede ser una herramienta fascinante. “Según la hipótesis de la retroalimentación facial”, nos explica la psicóloga, “incluso simular una sonrisa puede influir ligeramente en nuestro estado emocional”. Como si al activar determinados músculos faciales estuviéramos diciéndole a nuestro cerebro que estamos bien, y este activará la liberación de “neurotransmisores asociados al bienestar, como la dopamina o la serotonina”.

El efecto de esta sonrisa forzada con intención nos advierte la experta, “es más sutil de lo que se pensaba”, pero aun así, “sigue siendo relevante”.

Encontrar el equilibrio entre usar esta sonrisa forzada como herramienta de bienestar o como escudo, es la clave para tener una relación saludable con el gesto. Y para ello, Albaladejo nos invita a hacernos una pregunta: “¿cuánto de mi sonrisa es expresión auténtica y cuánto es una forma de agradar o protegerme?” Con esto sobre la mesa, podremos practicar la expresión de otras emociones. Porque, asegura, esto “no se trata de dejar de sonreír, sino de permitirnos también decir “hoy estoy triste” o “no puedo con todo” cuando es verdad”.

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