Lo que piensas de ti mismo importa mucho más de lo que imaginas. La vida no está escrita, el destino no está trazado sobre un mapa. No sabemos lo que va a pasar mañana, y aunque te cueste creerlo, en gran medida depende de ti que las tornas se inclinen a tu favor. No lo digo yo, lo dice la psicología, y en particular, los expertos en crecimiento personal, Francesc Miralles y Álex Rovira.

El autoconcepto, definido como "la imagen o percepción mental que tienes sobre ti mismo", escribe los autores en Homo Solver, es esencial para la autoestima, que es la "valoración emocional que haces de ese autoconcepto (cómo te sientes respecto a lo que crees que eres)". Y esta es solo una de las muchas razones por las que debería preocuparte cómo te ves a ti misma.

El autoconcepto y el efecto Pigmalión

Si le dices a un niño, una y otra vez, que es el más inteligente del mundo, acabará sacando buenas notas. Eso es lo que el experimento de Rosenthal y Jacobson demostró en una escuela primaria en 1968. Y a esto, se lo conoce como efecto Pigmalión. 

Tu autoconcepto se forma, nos explica Rovira y Miralles, por medio de "las experiencias vividas y el feedback que obtenemos de nuestro entorno desde niños". Y a su vez, esta "visión y expectativas que los demás tienen de nosotros definen lo que somos".

O lo que es lo mismo, si tienes un buen autoconcepto de ti misma puedes lograr lo que te propongas. Pero si no lo tienes, difícilmente podrás alcanzar tus objetivos. 

 

Mejorar tu autoconcepto

Si el autoconcepto depende tanto de lo que los demás te dicen y esperan de ti… ¿Qué puedes hacer tú para mejorarlo? Aunque suene complicado, lo que Miralles y Rovira nos explican es que "más allá de las expectativas que los demás proyecten sobre nosotros", existen formas de mejorar nuestra propia imagen. 

Y para ellos, se resumen en tres hábitos esenciales que todos deberíamos practicar.

Elige bien con quien te relacionas

Sabemos que lo que los demás opinan de nosotros nos afecta de forma casi definitoria. No podemos evitar tener unos padres que no han reforzado nuestro autoconcepto, o profesores que nos hicieron sentir inútiles. Pero en la edad adulta sí podemos elegir no rodearnos de quien nos hace sentir inferior. 

"Para que el efecto Pigmalión opere de forma positiva", recomiendan los expertos, "evitemos en lo posible el trato con quienes nos transmiten una visión limitada sobre nuestras posibilidades". 

Por el contrario, su consejo es que nos acerquemos a "personas de mentalidad positiva, que nos empoderen o, como mínimo, no emitan juicios pesimistas sobre lo que deseamos hacer". Esto, aseguran, "mejorará nuestro autoconcepto".

Trabaja en el desapego hacia las opiniones ajenas

No siempre podemos rodearnos de aduladores y personas positivas. De hecho, está bien que haya personas en tu entorno que te señalen, de forma constructiva, cuando te estás equivocando. Pero para que nuestro autoconcepto sobreviva a esas críticas que ni construyen ni han sido solicitadas, es importante trabajar en el desapego hacia las ideas. 

Así lo explican Miralles y Rovira, que nos recuerdan que "siempre habrá personas que no nos comprendan, que nos desaprueben o que incluso nos menosprecien". En cualquier caso, nosotros podemos protegernos de ellos. Porque, continúan los autores, "la vacuna contra estos virus que minan el autoconcepto es dejar de dar crédito a las opiniones ajenas". 

Y es que en lugar de esperar que el mundo apruebe nuestra forma de ser o de actuar, podemos asumir la responsabilidad de validarnos a nosotros mismos, aseguran los expertos. 

Limita el consumo de las redes sociales 

Puede que ya te lo imaginaras, pero lo cierto es que las redes sociales son una bomba de relojaría contra el autoconcepto. Ahí dentro todo es perfecto, todo es maravilloso. Solo vemos lo mejor de lo mejor, los momentos bonitos y los rostros con filtros. Y eso hace que, por comparación, siempre parezca que hemos salido perdiendo. 

No somos tan guapos, tan fuertes, tan inteligentes, tan exitosos ni tan ricos como quienes bailan, hablan y presumen frente a la cámara. Y esto es letal para nuestra autoimagen. 

Para Miralles y Rovira, las redes sociales "son un campo abonado para la comparación y la frustración". Y es que, explican, "el éxito aparente de otras personas, por lo que cuelgan en las plataformas o por los seguidores que tienen, puede hacernos sentir inferiores si, con nuestros post, cosechamos pocos 'me gusta' o comentarios". 

En lugar de cebarnos en estas comparaciones, para los autores la clave está en comprender que "la verdadera identidad trasciende las expectativas sociales y las validaciones externas". Porque solo así podremos "distinguir la voz interior, que nace de la construcción desde la acción, de los cantos de sirena de las expectativas sociales". 

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