¿Dónde se esconde la felicidad? En mi carrera como periodista he tenido la oportunidad de hacerle esta pregunta a decenas de profesionales y personajes ilustres. Cada uno tiene una respuesta diferente. Algunos apuntan a un equilibrio entre salud, relaciones sólidas y un propósito, entre ellos el filósofo José Antonio Marina.

Para otros, la felicidad es sencillamente serenidad, como me aseguraba el experto en crecimiento personal Álex Rovira. Arthur Brooks, con quien tuve la suerte de hablar recientemente, apuntaba hacia el amor como la verdadera fuente de la felicidad sincera.

No puedo decir a ciencia cierta quién de todos ellos tiene razón. Pero puedo asegurar que coincido con Julia Roberts. Quizá la felicidad no sea una sola cosa. Quizá sea algo diferente para cada persona. Y aún más, quizá signifique algo distinto para cada persona en cada momento de su vida. Aprender a aceptar este cambio, navegar su oleaje, es posiblemente la mejor forma de garantizar nuestra felicidad a largo plazo.

La felicidad cambia con el tiempo

Si te preguntasen, a los cinco años, qué es lo que más feliz te hace en el mundo, te sorprendería la respuesta. Podría ser tu mascota, jugar en el parque, estar con tus amigas, ver tus dibujos animados favoritos, que te abrace tu madre o disfrutar de un helado. La felicidad tiene muchas formas, y es siempre en nuestros primeros años donde entendemos su verdadera sencillez.

Con la edad la respuesta cambia. Quieres sacar buenas notas, luego sacarte la carrera, comprar un coche, una casa, tener una pareja, un buen trabajo, conseguir éxito, ser reconocida, ser admirada. Triunfar. Es curioso como a medida que pasan los años esta palabra ocupa cada vez más y más espacio en nuestra mente.

Julia Roberts ha triunfado, no cabe duda. Pero a sus 57 años ha dado un paso más en este camino que todos recorremos hacia la felicidad. “La noción de felicidad cambia constantemente”, confesaba la actriz para Vogue, “evoluciona a medida que avanza la vida, ya sea por las experiencias vitales, el entorno que nos rodea, el trabajo actual o la actitud que tengas”. 

Una etapa más madura

Si a los 5 años la felicidad depende de un abrazo o un helado, y en buena parte de nuestra vida se asocia al éxito (en todos los sentidos posibles), a los 50 sucede algo curioso. Así lo observan los psicólogos, que hablan ya de una “curva de los 50”, que demuestra que la felicidad aumenta a partir de esta edad hasta estabilizarse en su máximo potencial a los 70.

A los 50, parecemos recuperar ese concepto de felicidad sencilla, que no depende de las grandes cosas, sino de los pequeños detalles. Se reduce nuestro nivel de estrés, y tenemos más habilidades para gestionar los días complicados. Como si entendiéramos, tras haber recorrido un largo camino, que en realidad nada es para tanto. Y que lo más importante, siempre está al alcance de nuestra mano.

En el caso de Roberts, para ella sus momentos de máxima felicidad suceden cuando está con su familia. “Por eso, si no he podido estar con ellos durante estos años he pedido tener mayor equilibrio entre mi trabajo y mi vida personal. He sido privilegiada por tener esta perspectiva”, explica para el citado medio.

La felicidad está en una misma

Aunque tenga claro que el concepto de la felicidad cambia, y que la familia es para ella lo más importante en este momento de su vida, Julia Roberts sabe que el verdadero origen de cualquier alegría está en uno mismo. “Estoy convencida de que la felicidad empieza en nosotros mismos”, asegura.

Y la ciencia, le da la razón. También lo hace la filosofía. Sabemos que no podemos ser felices si no nos cuidamos, tanto física como mentalmente. Ese es el primer punto indiscutible de la fórmula que todos los expertos comparten. Si no cuidas de tu cuerpo, si no aprendes a poner límites para proteger tu mente, si no cultivas tu espíritu con amor y cariño, no puedes ser feliz.

Para todo lo demás, recordemos lo que nos decían los estoicos hace más de 2000 años. En particular, fue Epicteto quien escribió en su Manual de vida, “La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Solo tras haber hecho frente a esta regla fundamental y haber aprendido a distinguir entre lo que podemos controlar y lo que no, serán posibles la tranquilidad interior y la eficacia exterior”.

No puedes controlar lo que te sucede, pero sí como reaccionas a ello. Cultivar una mente resiliente, flexible y capaz de distinguir entre lo que puede controlar y lo que no es, posiblemente, la mejor decisión que puedas tomar para ser feliz. Lo demás cambiará. Habrá momentos en tu vida en los que te importe más la familia, otras será el amor, otras la paz. Pero si en todo momento sabes que tu felicidad depende única y exclusivamente de ti, tendrás controlada la parte más importante.

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