Seguro que alguna vez te ha pasado. Estás tranquila, o al menos tú crees que lo estás, y entonces algo pasa. Una contracción en el músculo te hace rechinar de dolor, alguien hace un ruido y saltas, no escuchas lo que te están diciendo o alguien te hace notar que estabas apretando las manos sin parar. “He visto a personas con los hombros cerca de las orejas y cuando les digo ‘relájalos’, me dicen que no se habían dado ni cuenta”, explica el fisioterapeuta Antonio Valenzuela, autor de Estimula tu nervio vago, en el pódcast Tengo un plan.
El cuerpo humano está perfectamente calibrado. Al menos, lo está para que vivamos en circunstancias naturales, sin el estrés crónico que empieza a acosar a buena parte de la sociedad (un 42% de los españoles, según CinfaSalud). El problema, como explica Valenzuela en el pódcast, es que muchas veces no nos damos cuenta de lo estresados que estamos. Y percibir este malestar es siempre el primer paso para poder paliarlo y evitar los demoledores efectos que el estrés puede tener sobre nuestro organismo.
Marcadores somáticos
Para detectar aquello que nos estresa, explica Valenzuela, debemos prestar atención a los famosos marcadores somáticos, popularizados por Antonio Damasio, neurocientífico portugués afincado en Estados Unidos. Estos son “esas huellas que el estrés deja en nuestro cuerpo”, continua el fisioterapeuta en el citado podcast. Son algo así como “señales que nos están diciendo que a nuestro cuerpo le pasa algo”.
Si bien estos marcadores no son “100% exclusivos”, aclara Damasio, suelen estar muy relacionados con una activación del sistema nervioso simpático, que es el encargado de la famosa respuesta de “lucha o huida”.
Tensión muscular
El primero de estos marcadores, señala Valenzuela, y quizá el más habitual es la tensión muscular. “Hay personas que tienen rachas en las que sufren muchos calambres”, explica el experto, refiriéndose, por ejemplo, a esas ocasiones que sientes que el gemelo se te sube.
Estos calambres musculares, aclara, “tienen que ver también con la alteración de la dinámica eléctrica del muslo”. En esta misma línea, hay personas que aprietan las manos, o encogen los hombros, como explicaba al inicio de este artículo. En estos casos, con los hombros casi en las orejas, en muchas ocasiones seguimos sin percibir esa tensión.
El cuello es también una zona habitualmente afectada, lo que puede derivar con el tiempo en problemas cervicales, por ejemplo.
Ir muchas veces al baño
Otro síntoma que pasa muchas veces desapercibido tiene que ver con la cantidad de veces que vas al baño. ¿Eres de las que no puede pasar la noche entera sin levantarte para ir a hacer pis? Es muy probable que estés pasando por problemas de estrés.
Esto de ir al baño, y al poco tiempo tener que volver, “es un síntoma de que puede que tengas el sistema parasimpático muy alto”.
Antojos
“El craving”, explica el experto, es también “un síntoma de desregulación del sistema nervioso autónomo”. Si esta palabra no te suena. La psicología lo define como un “deseo intenso, urgente y muchas veces incontrolable de consumir una sustancia o realizar una conducta específica”.
Aunque el experto se refiere, específicamente, al craving asociado a la comida. “El antojo de comer dulce o salado”, expone Valenzuela, va muy ligado a este estrés crónico. La ansiedad, el aburrimiento y la tristeza también pueden disparar el craving como forma de “autorregulación”.
Sensibilidad auditiva
Otra señal de que estamos muy estresaos tiene que ver con el sonido. Y en este caso, en dos direcciones.
Para empezar, explica Valenzuela, las personas que están estresadas pueden tener hipersensibilidad al ruido. “Es decir”, expone, “estás tranquilo, tú crees que estás tranquilo, pero se cierra una puerta y ya pegas un salto”.
Frente a esta hipersensibilidad auditiva, tenemos también una falta de concentración ante sonidos menos estimulantes. Por ejemplo, aclara el experto, “la gente te habla y no lo escuchas”. Esto sucede, explica Valenzuela, “porque cuando estás en el simpático, en el estrés crónico, tu cerebro solo prioriza sonidos extraños”. Es por eso que “cuando alguien te habla, tu cerebro dice ‘no te voy a hacer caso’, porque al final el simpático estaba para salvarnos la vida del león que venía a comernos”, continua el fisioterapeuta.
Es decir, cuando estamos en ese “modo supervivencia” que activa el estrés crónico, nuestro cerebro prioriza todo aquello que parece una amenaza frente a lo que claramente no lo es.
El rostro contraído
“¿Cuántas veces no nos hemos sorprendido a nosotros mismos con la cara como si estuviéramos enfadados?”, pregunta Antonio Valenzuela en el podcast. Este es otro síntoma más de estrés, explica. “El ceño fruncido, la mandíbula apretada, la cara agresiva”, enumera. Todo esto también es una respuesta de tu cuerpo para prepararte para la pelea.
“Tu cerebro dice, ‘voy a apretar la mandíbula, voy a apretar brazos, voy a poner cara de tío malo, de tío peligroso, voy a estar atento porque voy a tener que darle una leche a alguien o voy a tener que salir corriendo a la mínima’”, expone el experto. Y es que, aunque no estemos en peligro, nuestro cuerpo percibe el estrés como un síntoma de alerta.
Todo esto, por supuesto, puede acabar derivando en un mal que todos conocemos: el bruxismo. Este, explica Antonio, “es una manifestación de que el sistema nervioso está desregulado totalmente, porque el bruxismo es prepararte para darte una leche. Es una señal evolutiva de dominancia. Aprietas la mandíbula para decirle a los demás, ‘ojo, soy un tío peligroso, te puedo dar un bocado’”.
Trastornos del sueño
Para acabar, señala Valenzuela, un sistema nervioso desregulado y enfermo de estrés provocará cambios en nuestro humor, nuestro descanso y hasta en la concentración.
Los despertares nocturnos, por ejemplo, son muy comunes. “Hay personas que se despiertan en el tramo de las 4 y las 5 de la mañana de forma muy súbita, y eso es porque a esa hora ya empieza a producir nuestro cuerpo las hormonas que horas después van a levantarnos”, expone. Cuando estamos muy estresados, “con muy poca cantidad de cortisol ya te despiertas”.
En contra posición, el momento de ir a la cama se hace cuesta arriba. “Es decir”, aclara Valenzuela, “te cuesta trabajo conciliar el sueño, te preguntas, ‘¿qué me pasa que estoy tan cansado que no puedo dormirte’”?
Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.
Descárgate gratis el eBook"Plan semanal. Recetas antiinflamatorias" y descubre deliciosas preparaciones con ingredientes antiinflamatorios elaboradas por nuestros expertos.