Tuve la suerte de entrevistar a Rafael Narbona para Cuerpomente. Y en nuestra charla, sobre el amor, la felicidad y otros tantos temas esenciales, hablamos de cómo aprender a amar mejor gracias a la filosofía. Fue claro al respecto. La filosofía nos puede enseñar a amar y a ser felices, “cuando lees a los autores adecuados”.

Como profesor de filosofía, Narbona nos invita a afrontar a tantos autores como sea posible, aunque no a todos debemos leerlos con la misma predisposición. De hecho, nos advierte sobre dos nombres muy conocidos que, desde su perspectiva, no deberían estar tan de moda. Y, en cambio, destaca a filósofos de todas las épocas, algunos famosos y otros olvidados, que no deberían faltar en nuestras estanterías para ser felices.

Mejor evitar

Durante nuestra charla, Rafael Narbona me sorprendió citando algunos nombres ampliamente conocidos que, desde su perspectiva como estudioso de la filosofía, deberían, cuanto menos, hacernos levantar una ceja en gesto de sospecha.

Por ejemplo, me explicó, “no hay que hacer mucho caso a Schopenhauer”, que, recuerda Narbona, “sentía un profundo desprecio por el género humano”. El llamado filósofo del pesimismo cuenta con anécdotas tales como que, cuando se enfadaba con un perro, lo insultaba llamándolo “humano”. Este cinismo se reflejaba también en su filosofía oscura, que esperaba lo peor del ser humano y aconsejaba guardar las distancias.

Por otro lado, el filósofo tampoco se siente a fin con las teorías de Nietzsche, que, nos recuerda, “pedía exterminar a los más débiles” y hasta consideraba que el papel principal del médico no era sanar, sino acabar con la vida de quienes enfermaban de forma poco dolorosa.

“Yo no entiendo esta moda de Nietzsche intentando negar que tiene unas ideas terroríficas”, me comentaba francamente sorprendido, “y que además era un hombre enfermo, tímido, amargado y solitario”.

Los filósofos que debemos leer según Rafael Narbona

“Yo prefiero leer a autores mucho más humanos”, me confesaba el autor de Elogio del amor, un libro profundamente positivo, y profundamente humano. Sus recomendaciones comienzan con los nombres que te dejo a continuación.

Victor Frankl

No es la primera vez que Rafael Narbona habla de su especial predilección con este autor que, recordemos, fue superviviente de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, y escribió El hombre en busca de sentido, narrando su propia experiencia y su búsqueda de la belleza incluso en los minutos más oscuros de la historia de la humanidad.

Para Narbona es, además de una inspiración, “un gran pensador”, del que seguimos teniendo mucho que aprender.

Carl Rogers

Habría que leer también, continua Narbona, “al psicólogo Carl Rogers, que tiene una psicología preciosa”. Rogers, psicólogo humanista, revolucionó la psicoterapia al poner en el centro a la persona y su experiencia subjetiva, a diferencia de otras corrientes clásicas, como el psicoanálisis.

Su enfoque se basa en la empatía, la autenticidad y la aceptación incondicional, temas que resuenan con el enfoque Narbona nos ofrece también su libro. Rogers, además, defendía que la terapia debe desarrollarse en un espacio seguro en el que el individuo pudiera explorar y desarrollar su potencial personal, una visión que dignifica al ser humano y lo acompaña en su camino hacia la autorrealización.

Platón

“Hay que leer también a Platón”, continua Narbona mientras busca en su estantería su edición de El banquete, a la que guarda especial cariño, porque es de consulta habitual para él.

Este quizá sea el libro ideal por el que empezar si nos queremos acercar a esta visión optimista de la filosofía, puesto que, en ella, Platón nos presenta un diálogo sobre el amor, representado como una fuerza que impulsa al ser humano a ascender desde el deseo físico hasta la contemplación de la belleza pura. Amar, nos explica el filósofo ateniense, no es un acto emocional, sino más bien un camino hacia la sabiduría, la verdad y la bondad.

San Agustín

La siguiente recomendación de Narbona es, específicamente, La ciudad de Dios, de San Agustín, “que también tiene cosas muy bonitas”, me asegura. Me habla, por supuesto, de San Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia y figura clave en la filosofía cristiana. Y de La ciudad de Dios, con la que respondió tras el saqueo de Roma del año 41, defendiendo el cristianismo frente a las acusaciones de ser causa de la decadencia del Imperio Romano.

En la obra, San Agustín contrapone dos ciudades simbólicas: la ciudad terrenal, caracterizada por el amor propio y el desprecio de dios, y la ciudad de Dios, definida por un amor mucho más profundo, un amor divino, y el desprecio a uno mismo. El suyo es uno de los ensayos más profundos sobre amor, justicia, paz y egoísmo.

Voltaire

“A los ilustrados también hay que leerlos”, me asegura Narbona, y cita especialmente al gran Voltaire. François-Marie Arouet, el hombre escondido tras el pseudónimo, fue un escritor y filósofo francés del siglo XVIII.

Tiene obras célebres que merece la pena leer, como Cándido o el optimismo, una sátira mordaz que cuestiona el optimismo filosófico de Leibniz y critica la intolerancia y el fanatismo. O su Diccionario filosófico, en el que reflexiona, entre otros temas, sobre el amor, señalando que existen tantas formas de amar que definir el amor con precisión es tarea imposible.

Spinoza

La siguiente recomendación de Rafael Narbona es Spinoza, “que dice que no hay nada más útil para un hombre que otro hombre”. Este mensaje, que se refleja también en Elogio del amor, es el que buscamos en su obra, en la que nos enseña que el amor y la razón no son opuestos.

En particular, podríamos acercarnos a Ética demostrada según el orden geométrico, en la que nos propone una versión racional y sistemática de la realidad y las emociones humanas, destacando como estas están profundamente ligadas a nuestras percepciones y deseos.

Martin Buber

De la colección de intelectuales que han caído en un “desmerecido olvido”, Narbona rescata a Martin Buber, filósofo judío austriaco-israelí conocido por su obra Yo y tú, en la que distingue dos formas fundamentales de la relación humana.

Para Buber, la verdadera esencial del ser humano se revela en las relaciones en las que ambos participantes se reconocen como sujetos plenos, porque es ahí donde se establece un encuentro genuino y transformador. Su visión ha sido esencial para la psicología humanista, la educación e incluso la teología.

María Zambrano

Rafael Narbona hizo también un encomiable esfuerzo de destacar a aquellas mujeres que, pese a los impedimentos de la época, consiguieron sortear impedimentos y se hicieron con una voz propia. Entre ellas está María Zambrano, a la que reconoce como “una gran pensadora”, y cuyo concepto de la razón poética fusiona la reflexión filosófica con la intuición y la sensibilidad, acercándonos a una comprensión más profunda del ser humano.

Quizá para empezar su lectura podríamos acercarnos a El hombre y lo divino, en la que Zambrano aborda el amor como una búsqueda de unidad originaria, de conexión entre lo humano y lo divino. Para ella, el amor no es solo un sentimiento, sino una fuerza que impulsa al ser humano hacia la trascendencia y la comprensión del misterio de la existencia.

Hannah Arendt

Para acabar, Narbona me recomienda a la grandísima Hannah Arendt, que fue una filósofa y teórica política alemana-estadounidense, reconocido por su profunda reflexión sobre la condición humana y la política.

Bien podríamos abordar su lectura desde El concepto del amor en san Agustín, en la que Arendt recupera parte de la obra que hemos citado previamente del filósofo clásico para abordar tres formas de amor: el deseo (amor como apetito), el amor hacia el Creador y el amor al prójimo (dilectio proximi), siento este último, según ella, el más fundamental y orientado hacia la vida social.

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