La tristeza brota del sentimiento de estar desconectado del mundo, de ser una isla rodeada de un mar de soledad. El poeta libanés Khalil Gibran la definía como "un muro entre dos jardines".

Sin embargo, ¿es ese muro real? Otro poeta nacido tres siglos antes, John Donne, decía que "ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo".

Somos en relación con los demás. Y, de hecho, el mundo es un espejo que nos muestra cómo estamos por dentro. ¿Cómo está tu relación con el mundo?

Preguntas que merece la pena hacerse

Así como quien no se acepta o no ha resuelto sus conflictos suele chocar con el entorno, una persona en paz consigo misma establecerá relaciones armoniosas con todo lo que le rodea. 

Por este motivo, cuando sintamos que estamos en guerra con el mundo, merece la pena que nos preguntemos: 

  • ¿Qué es lo que no tolero o reconozco de mí?
  • ¿Qué me queda por resolver?
  • ¿Qué dice de mi forma de ver la vida de mis conflictos con los demás?
  • ¿Cómo puedo recuperar la armonía con el mundo?

El camino del yugen para recuperar la armonía

La naturaleza es una gran maestra para ese fin.  Los japoneses tienen una palabra, yugen, para definir lo que experimentamos al contemplar la salida del sol o el firmamento nocturno, esos instantes en los que tomamos consciencia de que somos parte de algo mayor que nosotros mismos.

Son momentos de epifanía en los que comprendemos que no estamos separados del universo, sino que somos el universo. Y eso abarca todo lo que existe, incluidos los demás, que tal vez estén mirando ese mismo sol, esas mismas estrellas.

Una de las definiciones de Yugen es: "los momentos misteriosos en los que nuestros sentimientos, al observar el universo, alcanzan una gran profundidad en nuestro interior más oculto". Al tomar conciencia de ello, nos fundimos con el todo. 

Momentos que te conectan con la vida

En el libro Shinrin-yoku que escribí junto a Héctor García, poníamos estos ejemplos de yugen: "es lo que siente el caminante cuando se interna en la espesura, cuando el sol apenas se filtra entre las hojas de los árboles, pero no es un sentimiento estético exclusivo de la contemplación de la naturaleza. También al disfrutar de las artes, por ejemplo, al escuchar una delicada y melancólica pieza de piano, podemos sentir el yugen en nuestro interior".

Ramana Maharshi decía que "no existen los demás", no hay nadie desligado de la belleza y dolor del mundo. Vamos todos en el mismo barco.

Para darte cuenta de ello, solo tienes que cerrar los ojos un instante y respirar hondo. Imagina que viajas en una enorme nave espacial, el planeta Tierra, junto a la gran tripulación de cosmonautas que es la humanidad.

Todos amamos la vida, aunque a veces queramos darle la espalda. Todos tenemos la necesidad de ser amados, aunque a veces cerremos la puerta al amor de los otros. Todos ansiamos crecer y recibir agua, sol y amor. 

Plantas, animales y personas somos parte de una unidad. En el momento en el que comprendemos eso, estamos más cerca de la iluminación.

Dejar de levantar muros y abrir el corazón

Si nos damos "baños de bosque" —ese es el significado de Shinrin-yoku— y nos acostumbramos a contemplar la belleza a nuestro alrededor, sentiremos la conexión profunda del yugen que el actor y dramaturgo Zeami Motokiyo describía así hace seis siglos:

Observar el Sol hundirse tras una loma llena de flores.
Pasear sin rumbo por un bosque gigantesco 
sin pensar en ningún momento en el momento de retorno.
Estar al lado de la orilla del mar y quedarse mirando un barco 
que desaparece detrás de islas en la distancia.
Contemplar el vuelo de los gansos salvajes 
hasta que se pierdan entre las nubes.
Y las sombras sutiles que el bambú proyecta sobre el bambú

Para experimentar esta clase de belleza, dejemos de aislarnos y de levantar muros. Abramos los sentidos y el corazón. Entonces nos maravillaremos al experimentar que somos parte del todo.