Si pudieras viajar en el tiempo y encontrarte contigo mismo a los 20 años, ¿qué te dirías? Esta fue la pregunta que Leo Piccioli planteó a Dan Ariely, uno de los psicólogos más influyentes del mundo y autor de libros como Las trampas del deseo. Ariely respondió con contundencia, llegando al corazón: “Hay muchas maneras de ser increíblemente feliz. Solo tienes que liberarte de las formas estándar en que la sociedad ve a la gente”.

La reflexión no es fruto de un estudio teórico (al menos, no por completo), ni consecuencia de una inspiración divina. Es el resultado de una vida que quedó marcada a los 18 años con un terrible accidente. A sus 17 años, sufrió quemaduras de tercer grado en el 70% de su cuerpo cuando una bengala de magnesio explotó cerca de él en su graduación. Pensó que su vida no volvería a ser la misma. Y no lo fue, pero cambió de maneras que jamás habría imaginado, y que le hicieron mucho más feliz de lo que pensaba.

El dolor no puede marcar tu futuro

Es fácil caer en este error. Cuando algo duele, no podemos pensar en nada más. El dolor nubla la vista, opaca el futuro. En el caso de Ariely, ese dolor era físico. “Cuando sientes mucho dolor, no piensas en el futuro”, confiesa en el mencionado podcast, “no tienes capacidad de hacerlo. Así que, al principio, simplemente no pensaba”.

El dolor puede ser físico, pero también emocional. El acto de perder algo (la movilidad, la idea de uno mismo, a una persona querida, un proyecto en el que se invirtió tiempo e ilusión) es desolador. Por desgracia, o por fortuna, todos debemos enfrentarnos a ello. En esta vida, todos vamos a perder algo, tarde o temprano.

Lo importante, entonces, no es intentar evitar el dolor. Es aprender a afrontarlo. Y eso es en lo que Ariely, tanto por su profesión como por su historia vital, ha aprendido con creces.

Reevalúa tras las pérdidas

Si has perdido algo significativo en tu vida, es posible que te sientas una fracasada. Que consideres que estás acabado. Para Ariely, fue así. Tras su accidente pensó “antes de la lesión, yo era 8. Ahora, con la lesión, apenas llego al 3”. Se calificaba en función de una imagen propia estandarizada. Una ilusión sobre cómo debía ser, y no sobre lo que realmente era.

“Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que hay mucha gente ahí afuera, con muchos atributos distintos, y que una lesión no necesariamente arrasa con todos esos elementos”, continua el catedrático de Psicología.

Tras el dolor, debemos evaluar las pérdidas. ¿Qué es, realmente, lo que has perdido? ¿Y qué te queda? Porque en la gran mayoría de los casos, descubrirás que incluso tras haber perdido lo que considerabas más importante, sigues teniendo mucho margen de maniobra. Puedes perder esta o aquella habilidad, a una persona amada, aquel trabajo de tus sueños. Y seguirás teniendo todo el tiempo que te quede para mejorar, para amar, para empezar nuevos proyectos. Sigues teniendo un futuro.

Ajusta tu mirada

Tras deshacerte de la sensación de haber perdido lo más importante, toca aceptar la realidad. No puedes negar que lo que te ha sucedido te ha cambiado. No vas a volver a ser la misma persona que antes. Esa imagen de ti misma ya no existe. Ha quedado atrás. “Lo que perdiste, se acabó. Dile adiós. Está bien. No volverás a esa vida anterior, no volverás”, asegura Ariely que responde a aquellos que se acercan a él buscando consuelo o consejo tras sufrir lesiones como las suyas.

Tras aceptar lo perdido, toca reajustar la mirada. “Intento que piensen en qué podrías redescubrir o reinventarse”, explica el psicólogo, “porque es muy fácil ver lo que hemos perdido. Pero es muy difícil entender adónde podríamos llegar, cuáles son las posibles direcciones de mejora”.

Es por eso que si pudiera viajar atrás en el tiempo y ver a aquel joven que fue, lastimado y herido, Ariely tiene claro lo que se diría: “Nunca tendrás una vida normal. No vivirás sin cicatrices. No vivirás sin dolor. No podrás hacer muchas cosas que otras sí pueden. La vida tendrá que ser muy diferente. Tendrás que encontrar tu propio camino”.

Deja atrás lo estándar

Hay una expresión americana que nos invita a “pensar fuera de la caja” (think outside the box). Encuentra su origen en un experimento psicológico realizado en la década de los 70. Los participantes tenían que resolver un rompecabezas conocido como el juego de los nueve puntos. Su solución requería de lo que en psicología se conoce como “pensamiento lateral”. Pensar desde nuevos ángulos. Salirse del enfoque lógico habitual. Encontrar soluciones creativas e inesperadas.

Eso es, precisamente, lo que Ariely se recomendaría a sí mismo. Pensar fuera de la caja. “Me habría dicho que hay muchas maneras de ser increíblemente feliz. Y solo tienes que liberarte de la percepción estándar que la sociedad tiene de las personas”, explicaba el experto. “No tienes habilidades estándar. No tienes restricciones estándar. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de esto, de que lo que necesito es una vida cuya flexibilidad se adapte a mi lesión. Y necesito diseñar mi vida de manera que me funcione”.

Esto, que se aplica claramente a un caso como el de Ariely, en el que hay una lesión en juego, puede replicarse en cualquier otra vida. Porque lo cierto es que no existen formas estándares de vivir. “Cada uno tiene sus propias limitaciones”, asegura el psicólogo. Y por eso, todos debemos encontrar nuestra forma particular de ser felices.

No en valde, la flexibilidad cognitiva es uno de los mayores predictores de felicidad y salud mental. Lo que te garantiza una buena vida no es la firmeza de las bases sobre la que la construyas, sino tu capacidad de cambiar el plano cuando sea necesario.

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