Entre nuestro cuerpo físico y nuestra mente, conectándolos y envolviéndolos, se encuentra el territorio misterioso de las emociones. Las emociones se expresan a través de nuestro cuerpo, de nuestros gestos, de nuestra mirada, palabras; y también están conectadas con la mente, con nuestros pensamientos, nuestra concepción del mundo y de las personas.
Somos burbujas de energía vital en un movimiento constante de contracción y expansión, de carga y descarga. La energía penetra en nuestro organismo a través del aire, del agua y de los alimentos, y cuando asimilamos los nutrientes y el oxígeno, expulsamos todo aquello que no necesitamos o que nuestro cuerpo no puede asimilar. Esa función de eliminación de sustancias sobrantes o perjudiciales es fundamental para la salud.
Nos alimentamos gracias a los nutrientes que extraemos de los alimentos, del aire y del agua, así como de ideas y pensamientos que entran en nuestro cerebro. Pero también nos alimentamos de sentimientos, de sensaciones, de corazonadas, de inquietudes y estremecimientos… En definitiva, de emociones que entran, dejan huella y deben ser descargadas.
Concebida desde una perspectiva holística, la salud consistiría en armonizar estos tres aspectos: el físico, el mental y el emocional.
De la misma forma que ciertas sustancias contenidas en el aire que respiramos, una vez que cumplen su trabajo oxigenando las células, deben expulsarse, las ideas deben comunicarse; los sentimientos, compartirse, y las emociones, expresarse.
Gestionar un todo: emocional, mental y corporal
Todos estos procesos vitales no se producen por separado. Cuerpo, mente, corazón y espíritu forman un todo y funcionan entrelazados, de modo que nuestro estado de ánimo influye sobre nuestra dieta, el ejercicio o el reposo afectan a nuestras ideas, y los sentimientos positivos o negativos influyen y determinan nuestra salud.
El organismo funciona como una unidad compleja, de modo que un golpe o una herida no solo nos produce dolor físico sino también sufrimiento, angustia y temor. Y un proceso traumático agudo, como la muerte de un ser querido, puede desatar graves problemas de salud físicos. Sin embargo, estos procesos tambi��n funcionan en sentido positivo.
El filósofo griego Heráclito calificaba de “acciones sagradas” a la risa, al bostezo y al estornudo, todas ellas descargas vitales.
Todas estas expresiones procesos curativos: el bostezo equilibra la relación oxígeno-dióxido de carbono en la sangre y elimina tensiones físicas y psíquicas; el suspiro estimula la respiración e impulsa el flujo sanguíneo hacia el corazón; estornudar o toser limpia las vías respiratorias; la risa es tonificante, relajante y destensiona el diafragma.