Las sociedades consumistas representan un estímulo psicoemocional y físico constante en el que parece que no hay lugar para el descanso, la descarga, la relajación y la expresión adecuada de emociones. Esta situación hace que estemos en permanente tensión, lo que favorece la multiplicación de problemas de salud físicos, psíquicos y emocionales.

El higienismo nos aporta claves interesantes para comprender los mecanismos de autocuración y limpieza a nivel físico, mental y emocional: consumir alimentos sanos y naturales, respirar aire puro y combinar adecuadamente ejercicio y reposo. Es importante que busquemos espacios para aplicarlas también en el terreno de las emociones y los pensamientos.

1 /5
meditacion ayuda cancer

1 / 5

1. La respiración como higiene-emocional

Podemos observar nuestra forma de respirar y hacernos conscientes de los patrones que hemos automatizado y que pueden alterarla o bloquearla. Una forma de entrenar una respiración saludable es dedicar un tiempo a realizar lentamente las cuatro fases del acto respiratorio:

  • Inspirar profundamente.
  • Retener el aire para que se movilicen los alveolos pulmonares y se estimule la circulación.
  • Espirar vaciando los pulmones.
  • Hacer una pausa antes de la inspiración siguiente.

Cuanto más ralentizemos estas fases, más profunda y completa será la respiración.

detox emocional

2 / 5

2. Potenciar la carga positiva

Es el primer paso para reducir la entrada de tóxicos. Podemos conseguirlo con actividades sencillas:

  • Contemplar paisajes que nos transmitan paz, calma o relajación; o que nos estimulen y nos ayuden a explorar una gama más extensa y sutil de emociones.

  • Leer escritos positivos, escuchar piezas musicales armoniosas y bellas, contemplar imágenes artísticas que transmitan armonía y serenidad.
  • Visionar documentales o películas optimistas.

Aprendiendo nuestras reacciones y explorando territorios desconocidos contrarrestaremos la carga negativa que nos invade a diario.

permitir-la-descarga

3 / 5

3. Permitir la descarga

Es la actitud correcta ante la necesidad que el organismo tiene de exteriorizar. Si bloqueamos estos desahogos, solo conseguiremos acumular los tóxicos con las inevitables consecuencias perjudiciales para la salud. Lo mismo sucede cuando callamos algo que sentimos que deberíamos decir, cuando nos obligamos a tranquilizarnos o nos piden que no gritemos, incluso si lo hacen con amabilidad.

Los tóxicos acumulados terminarán desencadenando una crisis de limpieza cuando el organismo no pueda contenerlos por más tiempo. En el plano físico, esa crisis puede consistir en vómitos, diarreas y gripe, o cualquiera de las llamadas “enfermedades agudas” desde la óptica médica.

En el plano emocional serán berrinches, gritos, llanto, ataques de risa.

Si reprimimos estas crisis, transformaremos problemas agudos o puntuales en problemas crónicos, forzaremos al organismo a aceptar un estado permanente de desequilibrio, contención, descontento o angustia.

escuchar-al-otro-permitir-desahogo

4 / 5

4. Escuchar al otro: permitir su desahogo

El arte de escuchar supone aprender a estar junto a otra persona y hacer que se sienta apoyada sin juicios. También es recibir los gritos, el enfado, la frustración, sin acallarla, atendiendo con respeto, ofreciendo confianza sin tratar de calmar, sin dar consejos, sin empeñarnos en resolver el problema; abrazándola o tomándola de la mano, si eso la ayuda a confiar en nosotros y a expresarse libremente.

Cuando nos relacionamos con los niños la necesidad de dejar sentir sin juzgar y condicionar es, si cabe, másimportante. Debemos abandonar esas frases que en lugar de ser consuelo real, buscan nuestra comodidad:“no llores, no grites, no te muevas…”

Hagamos un esfuerzo sincero y positivo por escuchar tanto sus inquietudes como sus enfados, así contribuiremos al desarrollo de su salud psíquica y emocional, y les ayudaremos a ser personas más equilibradas y libres, capaces de expresarse, más maduras y, en definitiva, más sanas.

escribir-para-expresar-emociones

5 / 5

5. Escribir para expresar emociones

De hecho, esa ha sido siempre la función de los diarios íntimos: allí podemos expresar espontáneamente nuestras inquietudes y experiencias, nuestros sueños y proyectos.

También existen formas dirigidas o regladas para escribir con el propósito expreso de hacer limpieza emocional. El “Diario intensivo” de Ira Progoff, propone una serie de ejercicios sistematizados para conectar con el yo profundo. Solo hay que reservar un momento de tranquilidad y silencio para escribir, comprometerse a ser sinceros, centrarse en acontecimientos internos y prohibirse juzgar, analizar, censurar o interpretar.

Existe también un ritual simple y radical que consiste en escribir y, a continuación, quemar lo escrito para, así, desterrar pensamientos o emociones perniciosas. Asimismo, innumerables actividades artísticas o artesanales pueden complementarse con la práctica del yoga o la meditación: cantar, bailar, hacer teatro, pasear por la playa o por el campo, bordar…

Cada cual puede buscar la forma que mejor se adapte a sus necesidades o costumbres. En cualquier caso, lo que importa es que esos pensamientos y emociones salgan, combinando la exploración interior, incluidos nuestros resquicios más oscuros, el desahogo emocional y la comunicación con el mundo exterior.

Entre nuestro cuerpo físico y nuestra mente, conectándolos y envolviéndolos, se encuentra el territorio misterioso de las emociones. Las emociones se expresan a través de nuestro cuerpo, de nuestros gestos, de nuestra mirada, palabras; y también están conectadas con la mente, con nuestros pensamientos, nuestra concepción del mundo y de las personas.

Somos burbujas de energía vital en un movimiento constante de contracción y expansión, de carga y descarga. La energía penetra en nuestro organismo a través del aire, del agua y de los alimentos, y cuando asimilamos los nutrientes y el oxígeno, expulsamos todo aquello que no necesitamos o que nuestro cuerpo no puede asimilar. Esa función de eliminación de sustancias sobrantes o perjudiciales es fundamental para la salud.

Nos alimentamos gracias a los nutrientes que extraemos de los alimentos, del aire y del agua, así como de ideas y pensamientos que entran en nuestro cerebro. Pero también nos alimentamos de sentimientos, de sensaciones, de corazonadas, de inquietudes y estremecimientos… En definitiva, de emociones que entran, dejan huella y deben ser descargadas.

Concebida desde una perspectiva holística, la salud consistiría en armonizar estos tres aspectos: el físico, el mental y el emocional.

De la misma forma que ciertas sustancias contenidas en el aire que respiramos, una vez que cumplen su trabajo oxigenando las células, deben expulsarse, las ideas deben comunicarse; los sentimientos, compartirse, y las emociones, expresarse.

Gestionar un todo: emocional, mental y corporal

Todos estos procesos vitales no se producen por separado. Cuerpo, mente, corazón y espíritu forman un todo y funcionan entrelazados, de modo que nuestro estado de ánimo influye sobre nuestra dieta, el ejercicio o el reposo afectan a nuestras ideas, y los sentimientos positivos o negativos influyen y determinan nuestra salud.

El organismo funciona como una unidad compleja, de modo que un golpe o una herida no solo nos produce dolor físico sino también sufrimiento, angustia y temor. Y un proceso traumático agudo, como la muerte de un ser querido, puede desatar graves problemas de salud físicos. Sin embargo, estos procesos también funcionan en sentido positivo.

El filósofo griego Heráclito calificaba de “acciones sagradas” a la risa, al bostezo y al estornudo, todas ellas descargas vitales.

Todas estas expresiones procesos curativos: el bostezo equilibra la relación oxígeno-dióxido de carbono en la sangre y elimina tensiones físicas y psíquicas; el suspiro estimula la respiración e impulsa el flujo sanguíneo hacia el corazón; estornudar o toser limpia las vías respiratorias; la risa es tonificante, relajante y destensiona el diafragma.