No hace demasiado nos preguntamos qué podía decir de nosotros la manera en la que nos comportábamos en el ascensor. La psicóloga Olga Albaladejo nos echó una mano, y con “psicología del ascensor” nos ayudó a interpretar todo tipo de microgestos. “Dime cómo actúas en el ascensor y te diré cómo manejas el contacto con lo imprevisible”, bromeaba la autora de Conjuros del Bien-Estar.
En esta ocasión vamos un paso más allá y, una vez más, con la colaboración de la psicóloga Olga Albaladejo, nos hemos preguntado por esos héroes cotidianos que, con amabilidad y una sonrisa, ceden el paso. ¿Qué rasgos comparten? ¿Por qué actúan con tanta amabilidad? La experta detalla para Cuerpomente cuáles son los rasgos que tienen en común estas personas tan educadas.
Ceder el paso en el ascensor
Puede parecerte una tontería, pero para Olga Albaladejo está claro. “Un gesto tan simple como ceder el paso en un ascensor puede decir más de nosotros que una conversación entera”. Según la experta, “este tipo de conducta, que desafía la norma del ‘dejen salir antes de entrar’ no siempre es fruto de una simple distracción”. Desde su perspectiva, esta forma de actuar “muchas veces responde a patrones más profundos, ligados a la personalidad, la historia de aprendizaje y el contexto cultural”.
Todo esto nos lleva a una conclusión sencilla. Si tras el gesto de ceder el paso hay algo mucho más que simple educación o, en el caso contrario, despiste. ¿Qué rasgos son los que configuran a quienes dejan pasar? Esto, según Albaladejo, “son algunos de los rasgos más comunes que encontramos en quienes tienden a ceder el paso de forma habitual”.
Empatía
El primer rasgo que salta a la vista en estas personas que ceden el paso con amabilidad es la empatía. “Son personas que están atentas a las necesidades de los demás”, nos explica Albaladejo, “incluso en los microgesto. Tienen esa capacidad, hoy escasa, de percibir el entorno sin estar encerrados en su mundo”.
Esto, nos explica la psicóloga, es lo que Daniel Goleman halló en sus estudios sobre la inteligencia emocional en 1995. Según el psicólogo, “la empatía es una competencia social clave que se manifiesta en pequeños gestos”, como ceder el paso, mirar a los ojos o esperar el turno.
“No solo ven a quien espera para entrar, lo sienten. Es la empatía expresada en lo cotidiano”, concluye nuestra experta.
Cultura del respeto
Las normas de cortesía dictan, como decía la psicóloga, que debemos dejar “salir antes de entrar”. Es educación, y también una cuestión de lógica matemática. Pero dejando de lado lo irracional de apelotonarnos todos en un espacio diminuto sin dejar salir a los que están dentro, la psicóloga destaca que quienes ceden el paso habitualmente “han sido educados con normas de cortesía muy interiorizadas”.
Es por eso por lo que “para ellos, ceder el paso no es algo que piensan, sino algo que ‘sale solo’”. En psicología, continua la experta, “esta conducta es parte de los guiones aprendidos”. Es decir, “automatismos adquiridos que regulan nuestra conducta sin necesidad de reflexión consciente”.
Albaladejo no es la única que defiende esta teoría. Citando a un estudio de la Universidad de Kent, la experta nos recuerda que la psicología “ha mostrado cómo las normas de cortesía interiorizadas influyen en el comportamiento automático, incluso cuando no hay nadie observando".
Necesidad de aprobación
Aunque hemos hablado de quienes ceden el paso como héroes cotidianos, porque ser amables y pararnos a pensar en los demás en este mundo acelerado es un auténtico acto de heroísmo y rebeldía, la experta nos explica que ceder el paso “no siempre implica altruismo o educación”.
De hecho, asegura, en ocasiones “revela una tendencia a complacer o a evitar conflictos”. Las personas que son inseguras o muy autoexigentes añaden, “pueden actuar así para ser percibidas como amables, aún a costa de su comodidad”.
Y ojo, porque, aunque ceder el paso no tiene por qué ser algo demasiado grave, esta tendencia a ceder para complacer puede volverse peligrosa. Así lo señala Albaladejo, que nos advierte de que “en estos casos, ceder no busca beneficiar al otro, sino protegerse del juicio o evitar incomodidades propias". Si esto se extrapola a otras áreas de la vida, puede convertirse en un problema.
Perfiles evitativos
De forma muy relacionada con la anterior explicación, continua la psicóloga, “encontramos perfiles más evitativos”. Hay personas que “ceden el paso no tanto por generosidad, sino por no enfrentarse a posibles reproches”.
En estos casos, la persona prefiere “asumir la incomodidad propia que vivir una mirada de desaprobación ajena”. Esta explicación, asegura Albaladejo, cobra especial sentido en “contextos sociales saturados de estrés”, en los que “esta tendencia se acentúa”.
Conciencia del espacio
Para acabar con un tono más positivo, la psicóloga nos explica que hay un rasgo adicional que suelen tener en común las personas que ceden de manera amable el paso a las demás. Y es una elevada “conciencia del espacio compartido”.
“Hay personas con un sentido muy desarrollado de lo colectivo", asegura Albaladejo, "son conscientes de que el ascensor es un espacio común y que, al igual que en una rotonda, la circulación fluida depende de ceder cuando corresponde".
Este rasgo hace que para estas personas "ceder no sea un gesto, sino una forma de estar en el mundo", concluye la psicóloga.
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