Todos conocemos a alguien que es capaz de hacer auténticos malabares con tal de no discutir. Justifican lo injustificable, aguantan lo inaguantable, con tal de no tener que alzar la voz. ¿Son tranquilos por naturaleza o hay algo más tras esta tendencia al silencio? ¿Es saludable evitar los conflictos o está mal cuando se lleva al extremo?
La psicología tiene claras conclusiones al respecto, y en esta ocasión vamos a analizar el fenómeno desde todos los prismas posibles. Si conoces a alguien que se calla siempre con tal de no discutir, en este artículo quizá descubras un poco más de su psicología interna. Y si es tu caso, sin duda alguna, tienes que leerlo.
Personas tranquilas
El psicólogo Mario Arzuza comparte en Infobae sus propias conclusiones sobre este tipo de personas. Según explica, hay “individuos que, por naturaleza, son poco conflictivos”. Es decir, personas que, de forma natural, callan en lugar de discutir.
En estos casos no tiene por qué tratarse de nada negativo. Son, sencillamente, personas que valoran la paz, la armonía y la estabilidad por encima de todo, lo cual hace que se mantengan alejados de los conflictos.
El problema es que, incluso en estos casos, es innegable que el conflicto no siempre se puede evitar. Y si cuando llega el momento de alzar la voz, porque se han cruzado ciertas líneas rojas, la persona sigue en silencio, puede haber algo más profundo.
Evitación
El reconocido psicólogo Walter Riso explica en su libro, Los 7 pilares del amor propio, el fenómeno de la evitación. Asegura que hay personas que “evitan y no procesan la información que les brinda el sufrimiento del cual son víctimas”, en muchas ocasiones por miedo. Pero este miedo, asegura “erosiona el amor propio y te lleva a aceptar lo inaceptable”.
Desde la perspectiva del psicoterapeuta, “existen dos tipos de evitaciones”. La primera es la conductual, que “se refiere a no hacer o dejar de hacer algo por temor a las consecuencias, que no siempre son reales y racionales”. La segunda es la experiencial, que “se produce cuando no eres capaz de hacer contacto con las emociones que te lastiman por miedo a sufrir”.
En cualquiera de los dos casos, la evitación podría convertirse en la respuesta a por qué determinadas personas huyen de las discusiones, algo que se da especialmente cuando el individuo ha crecido en entornos en los que los conflictos no se gestionaban de forma apropiada, sino con gritos, violencia o rupturas, añade Arzuza en el citado medio.
Cuando la evitación no es mala
Aunque la evitación nos suena mal de manual, advierte Riso, hay veces en que se convierte en una conducta adaptativa. En su habitual tono cercano, escribe: “Si corres delante de un león hambriento y el animal no puede darte alcance, nadie te juzgará como un cobarde, sino que comentarán de manera positiva tu gran habilidad para escabullirte”.
Es importante, por tanto, descartar que esta conducta que has observado no se dé únicamente ante determinadas personas. En este caso, quizá lo que estás viendo es una defensa natural y muy calculada. Con las personas tóxica, la mejor arma es ignorar.
En cambio, si la persona actúa de esta forma en cualquier circunstancia, sin duda es preocupante.
Superar la evitación
Superar la evitación es complicado, en especial porque, como explica Walter Riso en su libro, cuenta con cierta cualidad cíclica. Según la psicología cognitiva conductual, aclara en su libro, seguimos evitando situaciones problemáticas en vez de enfrentarlas porque “cuando te alejas de algo que temes, la ansiedad baja, y este bajón produce alivio, lo cual obra como un reforzador”.
Y ahí no acaba la cosa, porque como expone el psicólogo, se añade un favor más. “Cuando ya estás tranquilo y lejos de lo que te asustabas, te dices a ti mismo: ‘menos mal que me fui, si no, quién sabe lo que hubiera pasado’”, escribe.
Esto hace que el alivio no solo sea físico (disminución de la ansiedad), sino que también evitas “una supuesta catástrofe inventada por ti mismo”. Esto hace que dejar de huir de los conflictos sea muy complicado, y como explica Riso, “incrementa la probabilidad futura de que dicha evitación vuelva a repetirse”.
A esto debemos sumarle el factor traumático, y es que, como expone Riso, en determinados casos, como cuando hay “estrés postraumático o trastorno de pánico”, la exposición emocional puede ser tan elevada que es necesaria ayuda profesional.
Primeros pasos
Superar el miedo al conflicto es esencial para poder empezar a tener una vida emocional más saludable. Poder poner límites y decir no es esencial para hacer valer nuestras propias necesidades y nuestro amor propio.
En este sentido, el psicólogo Mario Arzuzo recomienda desarrollar habilidades que nos permitan hacer frente los conflictos. Es decir, para reducir el miedo que nos producen, debemos sentir que estamos preparados para lidiar con ellos.
Para ello, su primer consejo es aprender a identificar y cuestionar las creencias irracionales en las que se fundamenta ese miedo. Hecho esto, podemos trabajar otra serie de técnicas como las siguientes:
- Comunicación asertiva. Aprender a expresarnos de forma clara y respetuosa es clave para sentir que podemos establecer límites sin sobrepasar los de los demás. De esta forma podremos evitar gritos u otras situaciones que empeoren el miedo al conflicto.
- Tolerar la incomodidad. Los conflictos, incluso cuando se dan dentro de espacios seguros, son incómodos. Aprender a enfrentarnos a esta incomodidad de forma habitual puede hacer que nuestra tolerancia aumente, ayudándonos a pasar por los enfrentamientos con menor grado de estrés y frustración.
- Meditación. Los ejercicios de meditación y respiración consciente pueden ayudarnos a controlar el estrés en momentos de conflicto, algo esencial para poder manejarlos sin querer huir de ellos.
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