Nuestra cultura ha evolucionado mucho en los últimos años. Los avances tecnológicos, sociales, laborales... nos han procurado todo tipo de comodidades que hacen la vida más llevadera. Pero en esta loca carrera por estar al día nos exponemos a un sinfín de presiones que nos alejan de nuestra verdadera esencia.
La mayoría de nosotros sabe que esa prisa compulsiva puede constituir una amenaza directa para la salud y, sin embargo, a veces nos vemos abocados inevitablemente a ella. Pero una mente que corre veloz carece del tiempo suficiente para rematar un pensamiento, y no hablemos ya de verificar su calidad.
En cambio, cuando intentamos frenarla trabajamos mejor en cualquier cosa que hagamos. Pues una corriente de pensamiento tranquila y que avanza con lucidez ahorra estrés, tensión y sufrimiento, lo cual significa disponer de más vitalidad y flexibilidad para evitar las tensiones.
Vivir con prisas te afecta más de lo que se piensa
El ritmo al que la inmensa mayoría de personas estamos sometidos es vertiginoso. La manía de la velocidad destruye nuestra capacidad para disfrutar de una vida equilibrada. ¡Cuántas veces nos vemos atrapados en comportamientos y situaciones que nos obligan a ir rápido, rápido, rápido!
Santa Teresa definió a la mente como la loca de la casa, quizá porque esa parte de nuestro ser, cuando no está en reposo, tiene la capacidad de impedir la paz interna. Eso ha propiciado el florecimiento de la enfermedad más frecuente en el mundo actual después de la caries: la ansiedad.
No importa cuán tragicómica sea la causa: el lento desarrollo del ficus del comedor, el defectuoso cierre de la ventanilla del banco en el que uno trabaja, el deseo vehemente de holgazanear comiendo dulces, la dificultad por conseguir un amor imposible o un coche de lujo... Así transcurren los días sin que podamos gozar de la dicha de estar vivos.
Una forma muy sencilla de meditar para bajar el ritmo
La meditación nos libera de esas tensiones cotidianas. Podemos practicarla a cualquier hora y en el momento en que lo necesitemos: en casa, de viaje, en plena naturaleza o en el centro de una ciudad.
Aceptada incluso por médicos y científicos por la bondad de sus efectos sobre la salud, la meditación puede convertirse en el estado “normal” de cada día. De esta manera, la persona que emerge cada mañana al mundo se desprograma de miedos, agresividades y dudas, y el existir cotidiano alcanza otra dimensión, mucho más cercana a los demás y al resto del universo.
La meditación que proponemos en este artículo no es la tradicional, que se realiza con los ojos cerrados y la espalda bien recta en una habitación reservada especialmente para ello (propia del yoga, el budismo o el zen). Se trata más bien de una pequeña meditación que sorprendentemente puede llegar a tener los mismos efectos que la primera, pues suele ser breve (dura unos minutos) pero de gran intensidad.
Practicarla tan sólo requiere ser algo más receptivos a los estímulos que la vida nos ofrece en bandeja para vivenciar determinados momentos y situaciones de especial sensibilidad, verdaderas invitaciones a percibir la vida de otra manera. Verla quizá con los ojos de un pintor, oírla con los oídos de un compositor o sentirla con el corazón de un poeta.
Eso nos conduce a ese estado de tranquila concentración que enriquece cualquier actividad que estemos realizando, tanto si se trata de fotografiar un musgo, cambiar la rueda de la bicicleta o acudir a una cita.
Conecta con tu respiración antes de empezar
Antes de empezar te proponemos leer algunos haikus. Estos poemas permiten conectar con la relatividad de cada momento y experimentar pequeños momentos de lucidez. Si observamos el cuerpo, comprendemos que, cuando vivimos pequeños estados de lucidez, la respiración se enlentece y se acorta.
Podemos aprovechar este fenómeno fisiológico para provocarlo en cierta forma. Es decir, cuando tengamos unos momentos de respiro, entre el torbellino cotidiano, concentrarse en la respiración y tratar de enlentecerla, respirando lenta y profundamente al principio, para ir acortando la amplitud diafragmática poco a poco, hasta que casi no se perciba el paso de aire por los pulmones. Eso nos relajará fácilmente.
Relaja el cuerpo con esta visualización
La condición más importante para meditar es estar relajado. Si no se está relajado y se intenta meditar o hacer cualquier otra cosa el resultado será una guerra continua, como conducir un coche con el freno de mano puesto. Cuanto más relajados estamos de mayor claridad mental podremos disfrutar.
Para relajarse lo ideal es, además de enlentecer la respiración, hacer un ejercicio de conciencia corporal y visualización como el que te proponemos a continuación.
Visualiza la luz que hay en ti
- Concéntrate mentalmente en todo tu cuerpo y piensa cómo está hecho: de huesos, músculos, sangre, órganos, nervios, cubierto con la piel... Recórrelo completamente, parte por parte, poco a poco.
- Sé consciente de todo tu cuerpo, como si hicieras un tour mental por él. Observa después que está formado por billones y billones de células. Un cuerpo formado por una infinidad de entidades con vida propia. Tanto las sagradas escrituras del budismo, como algunos de los actuales textos científicos se refieren al átomo como luz, por ello puedes observar tu cuerpo como un cuerpo de luz. Y cada célula, como una célula de luz.
- Ahora escoge una célula, por ejemplo de la punta de la nariz y entra en su interior como si estuvieras viajando por el espacio. Es increíblemente grande. Siente el espacio en esa célula. Y entonces observa que es hermosa. Está rodeada de un ambiente cálido, alegre, feliz. No es un lugar incómodo, sino agradable y saludable.
- Observa que esa célula está formada por billones y billones de gotitas de luz. Y entonces imagina que oleadas armónicas de energía curativa, de calidez y de felicidad emanan de cada célula y son compartidas con las del resto del cuerpo, conectando todas en armonía. Están recuperando su energía.
Cuando experimentes esa sensación descrita, procura quedarte en ella el mayor tiempo posible.
Meditación en 4 pasos para el día a día
Ahora ya podemos empezar con esta meditación para canalizar las emociones negativas. Si la practicas por la mañana, empezarás el día con una actitud mucho más positiva.
Shantideva, un maestro budista del siglo VIII, aconsejaba: “Cuando experimentes rabia o tristeza, no digas nada, no hagas nada. Quédate quieto como un tronco”. Entonces, cuando el enfado o la tristeza hayan pasado puedes pensar lo más oportuno para decir o hacer.
Porque cuando estás bajo la presión de esas emociones, cualquier cosa que digas o hagas no procede de ti, sino del propio estado agitado. En cambio, cuando la emoción haya pasado podrás pensar con la mente más clara.
En ninguna escuela del mundo enseñan a canalizar las emociones negativas. De manera que cuando somos mayores nos encontramos con un buen puñado de reacciones aprendidas de las que no sabemos cómo desprendernos.
Veamos una posible vía para allanar el camino en cuatro pasos:
- El primero consiste en visualizar el problema, verlo desde lejos como si se tratara del problema de otra persona.
- El segundo paso consiste en ponerle un nombre: se trata de tal o cual cosa, con esa u otra cualidad y su experiencia es agradable o desagradable. En realidad ese segundo paso viene automáticamente por sí solo, de la misma manera que el nombre y la forma son las dos caras de la misma moneda. Cuando alguien nos dice el nombre “incienso”, por ejemplo, automáticamente nos viene la imagen de una varilla encendida, con el perfume ascendiendo tranquila y sinuosamente, impregnando la atmósfera de un aroma especial.
- A continuación se trata de sentir gratitud, desde lo más profundo de nuestro corazón, con todo nuestro ser. Evocamos esa emoción con una actitud de agradecimiento, porque nos la ofrece la vida para aprender o entender algo que en ese momento todavía desconocemos. De manera que suscitamos un estado mental positivo a modo de antídoto para un aspecto negativo.
- Finalmente, el cuarto paso consiste en tener plena confianza de que algo en nuestro interior está cambiando. Puede que sea una parte más o menos pequeña de nuestra personalidad, pero sumamente significativa: un viaje de mil leguas empieza con un paso, como dice el Tao-Te-Ching. Esta última parte es de extrema importancia, pues actúa a nivel subconsciente.
Alguien escéptico que realice los tres pasos previos de manera exquisita; si no cree en ello, está dinamitando todo el proceso. La confianza actúa sobre la mente subconsciente, que es la más afectada por las emociones.
Cuando alguien no tiene confianza es como si dijera "sí-no, sí-no", es como la duda que caracteriza también a las personas ansiosas, la eterna duda ante todas las cosas y situaciones.
Sé paciente: todo esto tiene un sentido
¿Cuál es el propósito de todo esto? Poder abordar las actividades cotidianas de manera sencilla, sacando el mayor partido posible de cada momento. Ser capaces de diluir nuestra pequeña personalidad en el conjunto de la existencia para ofrecer lo mejor de nosotros mismos en todos y cada uno de nuestros actos.
Al principio deberás tomártelo con calma, porque la mente ha campado durante muchos años a sus anchas y si ahora pretendemos encorsetarla demasiado se rebelará y nos dejará KO en segundos. Debemos ir poco a poco, consiguiendo pequeños logros.
Nuestro estado natural es el amor, pero la paciencia es algo que todos estamos en condiciones de aprender. Al cabo de cierto tiempo de practicar la meditación uno se da cuenta de que puede amar con mayor facilidad. Quizá porque ha aprendido a conectar con la parte íntima de su ser, que es la misma de todos los demás seres.
La mayoría de nosotros no está capacitado, de la noche a la mañana, a fluir de esa manera. Pero si caminamos tranquilamente hacia ese objetivo poco a poco lograremos la habilidad para recuperar nuestro estado natural.
En ese sentido, el maestro budista vietnamita Tich Nhat Han dio un útil consejo a sus estudiantes: “Cada vez que oigáis un timbre o una campana, haced unos segundos de silencio, y recuperad la conciencia de lo que tengáis entre manos”.
Cómo integrar la meditación y llevarla al día a día
Podemos sentir el amor y la plenitud en las situaciones más variadas. Ofrecemos un método para acceder a esos estados:
1. LEVÁNTATE UNA HORA ANTES. Levantarse una hora antes permite disfrutar de unos minutos de meditación que aportarán la paz interior necesaria para pasar el resto del día. También da tiempo para ducharse y desayunar tranquilamente, lo que compensará la prisa del resto del día. Puede aprovecharse este momento para leer algún pensamiento o frase que sirva de reflexión e inspire los actos a lo largo de la jornada.
2. AUMENTA LA ATENCIÓN. En cualquier momento puedes poner más atención de la habitual. Observa qué estás realizando con la mayor sensibilidad posible. Si se trata de un trabajo manual, tus manos pueden acariciar en vez de tocar. En caso de un trabajo intelectual, el amor es el principal motivo que te mueve a actuar de esa manera.
3. OBSERVA LA RESPIRACIÓN SIEMPRE QUE LO NECESITES. Observa tu respiración, cómo entra el aire a través de las fosas nasales, hacia los pulmones, y cómo fluye lentamente desde el interior hacia fuera. Eso te ayudará a poner atención al presente y a concentrarte mejor para iniciar la conexión con la actividad que estés realizando.
4. PROFUNDIZA. Procura entender qué te ha traído hasta aquí, ahora. Observa que sólo el amor puede ser la explicación. Podemos vivir momentos de gran dificultad en los que cuesta entender por qué aparecen, pero tras los velos se abre un camino de amor.
5. ABANDÓNATE A LA EXPERIENCIA. Tras las primeras citas con la meditación quizá te preguntarás: “Cómo pude aguantar tanto tiempo sin experimentar este estado?”. La mente está apaciguada y el ego se ha ido a descansar. La paz en tu corazón es como la que respiras en el corazón de la naturaleza. Abandónate a la experiencia, fúndete con ese silencio...
Aprovecha estas oportunidades para afianzar tu actitud meditativa
1. CONTACTO CON LOS ELEMENTOS. Practica la meditación en el aire más puro que puedas encontrar, tan desnudo como puedas estar, para ser bañado por el aire y el sol. Observa los colores propios de cada estación. De acuerdo con la cosmología china, las estaciones empiezan bastante antes que los solsticios y los equinoccios. ¿En qué estación estamos? Aunque estemos en primavera, ¿percibes ya el verano?
2. EN EL CAMPO. Enfúndate un jersey cómodo si hace fresco y sal a pasear. Obsérvalo todo con otros ojos. Como la cálida boñiga dejada por un buey, depositada calmosamente, a juzgar por su aspecto. Quizá puedes oír a una campesina gritándole a su vaca porque se ha ido a meditar entre las encinas, o cruzarte con unos niños protegidos por un gran paraguas negro que te regalan una sonrisa insondable. En la serena tranquilidad del campo todo se une en un mismo pulso vital.
3. MIENTRAS CONDUCES UN COCHE. Las cosas no pueden conferirnos status. Nosotros le damos el status a las cosas. Si una persona se sienta al volante de un coche de lujo, es esa persona la que está dando status al coche y no el coche el que le da status a ella. Si el automóvil pudiera hablar, diría: “Me siento bien porque te llevo al volante”. Al disfrutar de otros bienes (ropa, una buena comida, una alfombra...) podemos tener una actitud parecida.
4. AL PRACTICAR DEPORTE. Si practicas la meditación con regularidad, cuida también de realizar un ejercicio físico adecuado. Es algo importantísimo. Nadar, correr o andar a paso vivo son deportes que exigen concentración y son ejercicios excelentes. Si tu cuerpo no está todavía en buenas condiciones, tómatelo con calma. Practicados con conciencia y de forma no competitiva, estos ejercicios te depararán sensaciones muy hermosas.