A sus 82 años, Ramiro Calle es un referente imprescindible para entender el yoga en nuestro país, y en el mundo entero. Escrito incansable, divulgador y maestro espiritual, ha dedicado buena parte de su vida a difundir la esencial del yoga más allá de lo físico, como un camino de autoconocimiento y transformación interior.

Con más de un centenar de libros publicados y miles de alumnos en su centro de Madrid, ahora celebra la reedición de Los 7 yogas (RBA), una obra clave que reúne las distintas sendas del yoga y que nos invita a explorar cuál es se ajusta mejor con nuestra forma de ser y estar en el mundo. Y con esa excusa, hemos compartido unos minutos con él, para hablar de la felicidad, del alma, del yoga y de todo lo que ha aprendido, como maestro y alumno, en su propio camino de yogui.

Felicidad espiritual

-Desde su perspectiva, ¿cuál es el auténtico secreto de la felicidad?

El secreto de la felicidad es la actitud, la manera en que nosotros vemos, tomamos las cosas y reaccionamos. Yo prefiero, en lugar de hablar de felicidad, hablar de sosiego, de serenidad. Considero que no hay nada que pague un instante de paz y que lo que más se acerca a la dicha es la paz interior.

De ahí que se atribuyan a Buda unas palabras que dicen que no hay otra dicha que la paz interior. No hay que confundir la diversión, el entretenimiento, la distracción, con lo que es ese estado de alma, de calma profunda, de visión clara, de aceptación consciente de lo inevitable y, por tanto, de sosiego.

El yoga bajo amenaza

-Sabemos que el yoga no es solo una disciplina deportiva, aunque ahora casi es lo más popular, sino que también tiene una gran carga espiritual. ¿Cómo podemos practicarlo sin perder ese punto de vista?

Lamentablemente el yoga en un 80% ha degenerado, ha sido prostituido y mercantilizado. Como se mueven millones y millones de euros o de dólares en el ámbito del yoga, han surgido todas clases de embaucadores, de charlatanes, de místagos falsos. De eso no cabe duda.

Por eso es tan importante tratar de recuperar la quinta esencia del yoga, recuperar el auténtico yoga. Y hay que distinguir entre lo que yo llamaría yoguismo, que es el yoga como mero ejercicio, donde la obsesión es ser más flexible y el postureo que todos conocemos, y el verdadero yoga. El verdadero es un método de mejoramiento, de transformación, de ir obteniendo lo más auténtico que hay en nosotros mismos.

Es de lamentar que incluso fueron los primeros instructores o profesores de yoga indios, hindúes, que llegaron a Occidente, los que ya empezaron a prostituir y degradar el yoga, porque incluso se celebraban campeonatos de posturas de yoga, algo totalmente antinatural y aberrante.

A veces es más fácil definir que no es el yoga, hasta tal grado ha sido desdibujado. ¿Y qué no es el yoga? El yoga no es gimnasia, no es ejercicio, no es deporte, no es religión, no es culto. El yoga no es dogmático.

 

-¿Y qué sí es yoga?

 El yoga es el método de mejoramiento humano más antiguo del mundo. Es un enorme conjunto de herramientas para encontrar el equilibrio, la armonía, la lucidez, la compasión. Todo ello está ahí, pero tenemos que saber buscarlo y para eso el yoga, con sus miles de años de antigüedad, nos brinda todo tipo de técnicas para que podamos ir transformándonos.

Me gusta decir, en este sentido, que sin transformación no hay yoga. Sin transformación el yoga lo podemos convertir en ejercicio, en unos momentos de calma, un Valium natural, por decirlo así. Pero el yoga auténtico es aquel que nos modifica y nos permite obtener otra perspectiva, para evolucionar y para realmente humanizarnos. Lo más esencial que puede conseguir un ser humano es realmente humanizarse.

-¿Cuál debería ser, entonces, nuestro objetivo al practicar yoga?

Lo que pretende el yoga es la liberación de la mente. ¿Y la liberación de qué? La liberación de los venenos mentales: odio, ofuscación, avidez, rabia, celos y tantos otros. Y, sobre todo, encontrar equilibrio. El yoga es una técnica del equilibrio en todos los sentidos.

El equilibrio al hablar, muy importante, el control de la palabra. El equilibrio al pensar. El equilibrio con el ego. El equilibrio al respirar, al comer, al dormir. O sea, atender todo aquello que nos afecta como seres humanos para, en la medida de lo posible, no crear conflicto con ello, sino equilibrar. El equilibrio es armonía, y la armonía es la auténtica salud.

 Una persona no puede decir que está sana solo porque sus análisis o sus exámenes médicos dicen que su cuerpo está sano. Tiene que estar sana la mente, las emociones y su relación con las otras criaturas.

Dar el primer paso

-Si una persona que nos está leyendo en este momento dice yo quiero empezar a practicar yoga, pero quiero hacerlo bien, no quiero ir más a lo que hablábamos, de la parte más mercantilizada. ¿Qué consejo le darías?

Le diría que utilicemos algo que en el yoga valoramos enormemente: el discernimiento. Que no es otra cosa que aprender a ver las cosas como son para poder proceder en consecuencia. Aprender a discriminar, en el sentido de diferenciar entre lo superfluo y lo esencial, lo banal y lo importante. Aprender a desarrollar esa especie de sabiduría que está en la mente cuando logramos eliminar los velos de la mente.

Yo le diría a esa persona que se informe, que lea libros de interés, que tenga claro qué quiere hacer. Porque, claro, si lo que quiere es solo sudar, fortalecer los glúteos, entonces encontrará muchísimas modalidades de ejercicio. Pero tiene que saber qué es el yoga y qué nos ofrece el yoga.

- ¿Hay una edad ideal para adentrarse en el mundo del yoga o tiene los mismos beneficios para el joven que para el mayor?

No, en realidad cuanto antes uno empiece sería mejor. La vida es más corta de lo que creemos, pero tiene beneficios para todas las personas.

Lo que sucede es que a veces hay que adaptar el yoga físico. Hay que adaptarlo a personas mayores o a personas que tienen algunas dolencias. Pero es cuestión de usar las mismas técnicas tratando de adaptarlas a las circunstancias. Por lo demás, en las otras formas de yoga, son totalmente aptas para todas las personas.

-En España, has sido uno de los primeros maestros en traer el yoga. ¿Qué considera que es lo más importante que aporta el yoga a una cultura como la nuestra?

Bueno, a una cultura me atrevería a decir humana y occidental. Y ahora ya las diferencias entre Oriente y Occidente son muy pequeñas. Me atrevería a decir que nos aporta, por un lado, esa especie de sentido de cooperación con las otras criaturas, insisto, sean humanas o animales o las plantas o el planeta en sí mismo.

Eso es muy importante, porque nos ayuda a elevar el umbral de la conciencia. Es decir, a estar más atentos, más perceptivos. Como dicen los maestros, que el color sea más color, el sonido sea más sonido, que todo gane en vitalidad y en intensidad.

Nos ayuda también a ser respetuosos y tolerantes, a tener una comprensión de la vida tal cual es, no solamente de las apariencias y las ilusiones. Y algo que yo creo que es esencial, es que te enseña a cuidarte a ti y a cuidar a los demás.

Como me gusta decir en mis clases, al final lo que tenemos es que tratar de llegar a una mente clara, a un corazón tierno y compasivo. Así cambiaría la faz de España, de Europa y, en realidad, de todo el mundo. Por eso insistía en que se trata de transformar. Porque si practicamos mucho yoga, aparentemente, pero seguimos siendo envidiosos, celosos y estamos llenos de rabia, entonces, ¿qué está haciendo con nosotros el yoga?

El aprendiz

-Además del gran maestro del yoga, imagino que existe un Ramiro que fue y sigue siendo alumno. ¿cuáles han sido sus grandes maestros?  

Por supuesto. Yo comencé con el yoga a los 15 años. Tuve la enorme fortuna de encontrar un experto en disciplinas orientales que se llamaba Rafael Masciarelli. Tuve la enorme fortuna de encontrarlo y, entonces, empecé a interesarme vivamente por la práctica del yoga, ayudado por mis padres y por mis dos hermanos, Miguel Ángel y Pedro Luis.

Eso, por un lado. Por otro lado, dio también la casualidad de que vino a Madrid, a las afueras de Madrid, un profesor de yoga indio y empezó a dar clases a mi madre. Y, entonces, cuando yo tenía 15 o 16 años, mi madre me llevó también a recibir clases de él.

Empecé a relacionarme así con toda clase de personas motivadas por las técnicas o disciplinas orientales. Hasta que, en 1971, en enero, abría el Centro de Yoga Sadak en el que llevamos 54 años.

Empecé muy joven, por eso siempre se dice que soy pionero del yoga. En realidad, tres personas fuimos grandes pioneros del yoga en España. Hay dos magníficas profesoras a las que se les debe mucho en el mundo del yoga, que son Almudena Aurie y María Nieves Corral. Ellas fueron esenciales, grandes pilares.

Almudena Aurie no solo dio clases en mi centro yoga durante muchos años, también fue la primera persona en dar clases de yoga en una cárcel de mujeres. Además, dio clases de yoga en las aulas de la tercera edad que dependían del Ministerio de Cultura.

Y, por otro lado, María Nieves Corral, que además de dar clases en el centro yoga, también dio clases en la Facultad de Medicina durante varios cursos. Ellas sí que han sido pilares en el desarrollo del yoga.

-¿Cuál ha sido la mayor lección que ha aprendido del yoga ese Ramiro alumno?

En mi libro El Fakir, declaro que soy un aprendiz, y el deber de todo aprendiz es seguir aprendiendo. Y por eso siempre digo, medio en broma, pero también medio en serio, “si quieres insultarme, llámame maestro”.

Yo no soy maestro de nada, yo sigo siendo un aprendiz hasta el mismo día que abandone este planeta. El yoga es tan rico, es tan inmenso, que estás toda la vida buceando, indagando en él.

Pero una de las más grandes lecciones es la humildad. No se puede ir al yoga con prepotencia. Cuando yo veo en el terreno del yoga muchos egos, pienso, “pero si esto es el anti-yoga. Si precisamente lo que el yoga nos dice es que hay que deconstruir, hay que ir poco a poco decodificando el ego para que surja lo mejor de nosotros mismos.” Hay una dasha en el yoga que reza: cuando el pensamiento ego cesa, se revela la luz del ser.

Luego, el yoga me ha enseñado humildad, y algo esencial, práctica. El yoga no es para perezosos, no es para indolentes, es para practicar y practicar y tallarnos, transformarnos a nosotros mismos.

El yoga, la longevidad y la meditación

-¿Puede el yoga ayudarnos a vivir más años?

Mira, cuando empezó a introducirse el yoga en Occidente, se buscaban reclamos. Y entre los reclamos, uno era que ibas a conseguir una longevidad de 100 años. Pero eso eran solo reclamos. Porque hoy en día, si tenemos un poco de entendimiento, hay que preguntarse qué vale más, una vida muy larga, si al final estamos hechos un desastre, o una vida más corta, pero pletóricamente vivida.

El yoga ayuda a la longevidad en el sentido de que ayuda a tener una mejor movilidad, circulación sanguínea.

Pero, como dice un maestro de yoga, al final todos acabaremos en lo que llamamos en el yoga sabhasana, la postura del cadáver, de la relajación. Luego no hay que tener tanta obsesión por el cuerpo, porque el problema de los que llaman yogas modernos es que está la gente obsesionada sólo con el cuerpo. Hago la postura boca abajo para quitarme las arrugas o las bolsas de los ojos y así sucesivamente. El yoga es mucho más que eso. El yogui no es un faquir, está en otro terreno de búsqueda.

-¿Qué papel juega la meditación en esta transformación que nos ofrece el yoga?

Es importante. Pero tenemos que entender que hay muchas técnicas, y la meditación sola no basta. Si uno meditara muchas horas, sí, por supuesto. Pero como la gente hace, que medita 20 minutos, no.

Hay que coayudar, apoyar la meditación con otra serie de técnicas que son el trabajo interior, técnicas de introspección, aprender la autoobservación, aprender a vaciar la mente de lo negativo y llenarla de lo positivo.

Pero el yoga y la meditación han demostrado tener una gran, enorme eficacia, por ejemplo, para combatir la ansiedad. Yo mismo padecí crisis enormes de ansiedad en mi juventud y gracias al yoga fui canalizando y encauzando esa ansiedad.

Nos ayuda también en los momentos de tristeza, de melancolía, de depresión. Nos ayuda a superar algo que hoy en día tristemente está de moda, que es la fatiga crónica psíquica. Gente que está siempre cansada, se levanta por la mañana y ya se iría a la cama y está agotada todo el día.

-Si alguien que nos lee está pasando por un momento complicado en su vida, ¿cómo le puede ayudar el yoga a mejorar?

Esta es una gran pregunta. Lo que tenemos que entender es que nos pasamos la vida buscando fuera y no buscando dentro. Y que todos creemos que los demás se mueren y nosotros no. Ese es el mayor milagro. La vida es finita, la vida avanza y lo que haya que hacer, hay que hacerlo aquí y ahora.

Lo más esencial es estar bien con uno, ordenarse interiormente, esclarecerse, armonizarse, tener una saludable y equilibrada actitud de vida. Aprender a mirar la mente, controlar la palabra, dominar los actos.

También le diría que debemos atender a las cinco fuentes básicas de energía que son: la alimentación correcta, la respiración adecuada, el descanso oportuno, el sueño profundo y reparador y cultivar pensamientos y actitudes mentales de equilibrio y de armonía. Esas fuentes de energía a las que no podemos darles la espalda.

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