Martin Seligman revolucionó el mundo de la psicología con un sencillo, y a la vez revelador, cambio de enfoque. ¿Y si en lugar de centrarnos en todo aquello que debilita al ser humano, nos concentráramos en sus principales virtudes y fortalezas? Reforzar lo bueno, en lugar de concentrarnos en superar lo malo. Barbara Fredickson siguió esta misma idea cuando, en 1998, abordó por primera vez el tema de las llamadas “emociones positivas”.

La profesora de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, es una de las investigadoras más importantes en el ámbito de la psicología positiva, razón por la que hay quienes la conocen como “la discípula de Seligman”. En su estudio, la experta identificó 10 emociones positivas que, cuando se cultivan de forma activa en el día a día, mejoran el bienestar y la felicidad. Hay que aplicarlas toda la vida, pero sobre todo en aquellas etapas de la vida en las que podemos replantearnos cosas o se producen cambios en nuestra vida. La década de los 60 es una de esas etapas aunque podría ser cualquier otra ya que dependerá de cada persona. ¿Te animas a descubrirlas?

Gozo

La primera de estas emociones es el gozo, o la alegría. Esa sensación que nos invade cuando sentimos que las cosas van bien, que funcionan. Esa ligereza, esa energía. Y al mismo tiempo, puede convertirse en una emoción intensa y efusiva.

Sentimos gozo cuando jugamos, cuando sentimos placer, cuando conectamos a nivel emocional. Es algo más que simple alegría momentánea. Está construida de risas, ganas de compartir y ligereza.

Cultivar esta emoción consiste en dedicar tiempo a actividades que te hagan disfrutar, como bailar, reír o jugar. En rodearte de personas con las que te sientas a gusto. En celebrar las pequeñas victorias. Y con estos pequeños esfuerzos, nos regala el mejor de los dones. El de ser espontáneos, creativos y abrirnos a nuevas posibilidades.

Gratitud

Son muchos los estudios que prueban que la gratitud es una pieza clave en la construcción de la felicidad y el bienestar. Consiste en reconocer, de forma sincera, que has recibido algo valioso. Puede ser la vida en sí misma, un don natural del que dispones, las personas que te rodean, o una situación inesperada. Cualquier cosa que suceda en tu vida es una buena excusa para sentirte agradecido.

Esta emoción es esencial para la felicidad, porque nos permite centrarnos en lo positivo. Además, refuerza los vínculos sociales, aumenta la empatía y mejora el bienestar emocional en general.

Y para cultivarla basta con tomar la costumbre de dar las gracias de forma consciente, desde el corazón. O escribir cartas o mensajes de agradecimiento a aquellas personas a las que realmente tienes algo que agradecer. También puedes, como recomienda el profesor de Harvard, Tal Ben-Shahar, escribir cada noche tres cosas por las que te siente agradecida.

Serenidad

Aunque en la sociedad moderna tenemos a subestimarla, la serenidad es otra de esas emociones que Barbara Fredrickson destaca como esenciales. Pero, ¿qué es la serenidad? Es esa calma placentera que aparece cuando estamos en paz con nosotros mismos y con lo que nos rodea. No es una emoción intensa, es sosegada. No es euforia, es equilibrio.

Según la experta, esta emoción es esencial para construir una vida exitosa y saludable, porque nos ayuda a conservar energía, a conectar con el presente y a observar sin juicio. Para cultivarla, puedes incluir en tu rutina hábitos como el del mindfulness o la meditación.

Aunque también puedes hacer esfuerzos más pequeños, como crear espacios en los que descansar en silencio, o reducir los estímulos para mantener la atención en lo que estás haciendo. Como dice el experto en crecimiento personal, Francesc Miralles, vale con fregar los platos sin pensar en el postre, concentrándonos en el momento.

Curiosidad

La curiosidad, el deseo de aprender más sobre el mundo que nos rodea, es otra de las emociones que Fredrickson recomienda cultivar. Cuando nos sentimos atraídos por aquello que nos resulta nuevo, y se activa el asombro, nos vemos empujados a aprender, a explorar y desarrollarnos. Esto amplía nuestras capacidades intelectuales y creativas, y nos permite sentirnos más conectados con el mundo en el que vivimos.

Para cultivar la curiosidad debemos conectar con ese niño que alguna vez fuimos, y exponernos al mundo como si lo miráramos por primera vez. Conviene salir de la rutina, introducir cambios, apuntarnos a aquellos cursos, talleres o experiencias que llaman nuestra atención, y observar el mundo “con mentalidad de principiante”.

Esperanza

Tras la curiosidad, la esperanza, una emoción con la que cada vez parece más complicado conectar. La esperanza surge cuando, especialmente en momentos difíciles, somos capaces de confiar en que las cosas irán a mejor. Es un motor para la resiliencia y la perseverancia, esencial para poder hacer frente a la adversidad.

Últimamente, cuesta conectar con ella. Hay días en los que el mundo parece muy oscuro. Pero podemos hacer pequeños ejercicios para recuperarla. Lee o escucha historias de superación, visualiza tu futuro con optimismo, y recuerda que toda emoción empieza y acaba, incluso las negativas.

Orgullo

El orgullo es otra de esas emociones que la experta en psicología positiva considera esencial para una vida plena. Pero ojo, que no hablamos de ese orgullo patológico que te impide reconocer que has hecho algo mal, que te aleja de los demás. No. Hablamos del orgullo como esa emoción que sentimos cuando logramos algo que valoramos, cuando sentimos que nos superamos, que lo estamos haciendo bien.

Esta emoción es esencial para nuestra autoestima, y también nos ayuda a mantenernos motivados en momentos complicados. Y para cultivarla basta con reconocer lo que hemos conseguido, dar valor a nuestros logros, incluso a los más pequeños. Comparte tus éxitos con las personas que te apoyan, registra lo que consigues cada semana, y celébrate como te mereces.

Diversión

La siguiente en la lista es la diversión, que, aunque podríamos confundirla con el gozo, tiene otra dimensión diferente. Porque la diversión surge del humor, del juego y de lo inesperado, provoca risa y nos hace sentir ligeros. Y es esencial, no solo porque nos ayuda a ver la vida un poco menos complicada, sino porque nos conecta con los demás, alivia el estrés y nos da perspectiva

Y para divertirte, ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad? Busca el humor en lo cotidiano, ríe junto a las personas a las que quieres (y no solo a través de la pantalla) y permítete hacer el ridículo. Diviértete sin juzgarte. Haz payasadas. Disfruta sin restricciones.

Inspiración

Es el turno de la inspiración, una emoción con la que los creativos debemos conectar cada día, pero que a veces escasea en el día a día. Una emoción que sentimos cuando conectamos con un propósito, con un talento, con la belleza excepcional y también con los actos nobles y justos. 

La inspiración, en esencia, nos impulsa a crear, a crecer, a aspirar a más. Nos impulsa y mantiene activos. Para que forme parte de tu vida basta con rodearte de las personas adecuadas, de las historias importantes. Llena tu círculo de personas a las que admiras, ve películas, lee biografías y asiste a eventos de perfiles que te inspiren. Dedica tiempo a tu creatividad, y sobre todo, confía en que siempre puedes ser un poquito mejor que ayer.

Asombro

Si antes hablábamos de la curiosidad, ahora le toca a su hermana pequeña, el asombro. El asombro surge de la sorpresa, la reverencia, la pequeñez ante algo majestuoso. Personalmente, siento asombro cada vez que veo la Luna e intento imaginarla como es: una roca gigante que rodea a la Tierra en medio del Universo.

El asombro, además de ser esencial para la felicidad, nos conecta con algo más grande que nosotros, y disuelve el mayor enemigo del bienestar: el ego. Para cultivarla, sal a la naturaleza con atención plena, nada es más mágico que la vida. Observa también el arte, aprende sobre la ciencia que compone nuestro mundo, acércate a la espiritualidad con nuevos ojos. Y, sobre todo, haz pausas para mirar el mundo con curiosidad, porque el asombro está ahí, en cada respiración, cada insecto, cada minuto.

Amor

Para acabar, Fredrickson nos habla en su decálogo de las emociones positivas del amor. El amor es la emoción positiva más compleja e integradora. Aparece cuando combinamos varias de las emociones anteriores en una relación segura, cercana y afectiva, ya sea con tu pareja, con tu familia, con tus amigos o incluso con tu trabajo.

El amor construye vínculos, nos recuerda que no estamos solos en el mundo, amplifica el resto de las emociones y nos permite encontrar un lugar al que pertenecer.

Para cultivar el amor, dedica tiempo a las personas a las que quieres con atención plena. Dale un abrazo largo a tu hijo, besa a tu pareja, acaricia a tu mascota, escucha a tu madre. Expresa el afecto de forma física y verbal, escucha a los demás y, sobre todo, asegúrate de cuidar a los demás tanto como te cuidan a ti.

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