¿Conoces a una persona que, con solo compartir unos minutos a su lado, hace que te sientas agotada? Si no la conoces, podría ser peor: quizá seas tú la persona que agota a todos a su alrededor.
Pero antes de entrar en pánico, echemos un vistazo a lo que dice la psicología. Los expertos aseguran que hay una razón por la que estas personas nos agotan tanto, y son los comportamientos que tienen sin apenas darse cuenta. Identificarlos en los demás puede ayudarte a evitar malos tragos, y hacerlo en ti misma puede salvarte de ser una paria social. ¿Preparada para echar un vistazo a los comportamientos más agotadores que puede tener una persona?
Negatividad constante
Hay personas increíblemente negativas, agotadoramente negativas, que ni siquiera se dan cuenta de que lo son. Personas que tienen un problema para cada solución, y que no creen que el Sol vuelva a salir después de la tormenta. De esas para las que el vaso no está medio vacío, sino que se ha caído al suelo y se ha roto en mil pedazos.
El problema de este comportamiento es que, aunque no nos demos cuenta, la negatividad puede ser contagiosa. Cuando estás rodeada de personas que están siempre centradas en lo malo, es fácil caer en la trampa de ver las cosas grises.
Y antes de que te des cuenta, tú también lo ves todo oscuro. Así acabas agotada, sin saber bien qué ha pasado, y con ganas de volver a casa a llorar.
No dejan hablar a los demás
Por si el discurso negativo no era suficiente, es habitual que estas personas monopolicen las conversaciones. Es decir, que no solo vas a tener que escucharlos hablar de cosas negativas, sino que además no vas a poder intervenir en la conversación.
“Recuerdo que una vez me encontré con un amigo al que no había visto durante un tiempo. Estaba deseando compartir algunas novedades sobre mi vida y saber cómo le había ido. Pero tan pronto nos sentamos, empezó a hablar y no se detuvo. Ni una sola vez se detuvo para preguntar por mí ni mostró interés por lo que tenía que decir”, escribe en un artículo para Global English Editing la escritora Ava Sinclair, periodista especializada en psicología.
Este comportamiento, que muchas veces pasa desapercibido, es completamente agotador. Puede que la otra persona no se dé cuenta, que hasta tú no lo hayas racionalizado, pero que alguien no tiene ningún interés en escucharte hará que te acabes sintiendo usada e ignorada. Y eso es agotador.
Comparan sin parar
Hay personas que parece que han nacido con las palabras “pues yo” o “pues a mí” en los labios, instaladas y preparadas para salir disparadas al menor descuido. Les cuentas que te ha ido bien el trabajo, y responden “pues a mí mejor todavía”. Les cuentas que te has comprado un reloj, y te sueltan “pues yo paso, no me gusta llevar reloj”. Les cuentas que a tu padre le han hecho un regalo precioso, y no tardan ni un segundo en decir “pues al mío le vamos a regalar algo muy parecido”.
Son personas que, sencillamente, están comparándolo todo con su propia vida. Todo el rato. Sin descanso. Y eso es agotador.
En espacial, cuando a esta comparación constante le sumamos cierto aire de superioridad. Cuando esa persona no solo quiere compararse, quiere ganar en la conversación. Es imposible no acabar emocionalmente agotado.
No se olvidan del pasado
Aunque los cuatro comportamientos anteriores son tan agotadores que de solo leerlos quizá ya estés haciendo aspavientos, este es incluso peor. Vamos a hablar de esas personas que nunca, por nada del mundo, olvidan el pasado.
Quizá sea tu amiga del instituto, siempre dispuesta a recordarte aquella vez que hiciste el completo ridículo delante de todo el mundo. O una vecina que sigue recordándote que una vez te prestó un táper y se lo devolviste rayado. O un compañero de trabajo que te sigue cobrando el favor que te hizo cuando entraste en la empresa, hace ya más de quince años.
Sean reproches, favores o historias vergonzosas, el pasado debería quedarse en el pasado. Y que te lo recuerden continuamente puede ser increíblemente agotador.
No respetan los límites
Toda relación saludable debe construirse sobre límites saludables. Hay líneas que nadie debería cruzar, y es nuestro deber respetarlas. Pero hay personas que no entienden las palabras “respetar los límites ajenos” y los invaden una y otra vez.
Tanto si optas por la rendición y dejas que los sobrepasen por agotamiento, como si te armas de valor e intentas pararles los pies, estas relaciones son agotadoras. Nadie puede sentirse en paz cuando está en un tira y afloja constante.
En este caso (y también en los otros) la clave está entender que, quien no respeta tus límites, no merece tu tiempo. Así de sencillo.
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