"Consejos vendo, que para mí no tengo", suele decirse a quien ofrece soluciones y luego es incapaz de aplicar la misma lógica en su vida personal. "Tienes que relajarte", y viven estresados. "No te compares con los demás", y son los primeros en compararse con el mundo entero. "Procura llevar una vida saludable", dicen después de semanas sin probar una pieza de fruta.
Estas personas, en un mayor o menor grado de ironía, incurren en algo que, desde la perspectiva de la psicología, no tiene nada de peculiar. De hecho, la psicóloga Leticia Martín Enjuto ha explicado para Cuerpomente cuáles son los rasgos habituales que se esconden tras este tipo de perfiles. Explican a la perfección por qué sucede esto de dar consejos que no eres capaz de aplicar a tu propia vida.
Baja autoconciencia
"Uno de los rasgos más evidentes en este tipo de personas es la baja autoconciencia", nos explica la experta. Quienes encajan en este perfil, continua, "suelen tener dificultades para identificar y analizar sus propias emociones, pensamientos y comportamientos".
Esta falta de introspección es la responsable de que pasen ante esta hipocresía sin percatarse de ella. "Les impide reconocer que los consejos que ofrecen a los demás también podrían ser útiles para sí mismos, generando una desconexión entre lo que predican y lo que practica", asegura Martín Enjuto.
Tendencia a la proyección
El siguiente rasgo común en este tipo de personas es "la tendencia a la proyección", añade la psicóloga. Según nos explica, "muchas veces, quienes aconsejan constantemente están proyectando en los demás sus propias inseguridades, miedos o deseos no resueltos".
En el acto de aconsejar, continua la experta, intentan "resolver indirectamente sus propios conflictos internos", pero sin asumir una responsabilidad real ante ellos.
Necesidad de control
Otro rasgo habitual en estas personas que tienen consejos para todos menos para sí mismos, señala la experta, es la necesidad de control. "Estas personas pueden sentir una fuerte inclinación a intervenir en la vida de los demás como una forma de mantener cierto control sobre el entorno", nos explica.
De alguna forma, dar consejos se convierte para estas personas en una forma de "influir en las decisiones ajenas, lo que les proporciona una sensación de poder o relevancia". Es decir, que como no pueden controlar su propia vida, procuran tener cierto dominio sobre la de los demás.
Sobreprotección
En un lado menos extremo, la psicóloga señala que "quienes dan consejos sin aplicárselos a sí mismos tienen un marcado instinto protector hacia los demás". De alguna manera, se sienten responsables del bienestar de los demás, "pero no aplican ese mismo nivel de cuidado y preocupación sobre sus propias necesidades", añade la experta.
Perfeccionismo
Las personas perfeccionistas también encajan en este perfil, nos explica Leticia Martín Enjuto. Quienes sufren de la infección del perfeccionismo pueden tener "unos estándares muy altos para los demás, pero son indulgentes consigo mismas o justifican sus propias excepciones".
El miedo al fracaso que se esconde tras el perfeccionismo hace que "eviten aplicar los consejos que tan fácilmente ofrecen a los demás" a sus propias vidas.
Buscan validación externa
Las personas que no aplican sus propios consejos, continua Martín Enjuto, a menudo tienen una fuerte necesidad de validación. "Al dar consejos, estas personas buscan reconocimiento, admiración o aprobación social", nos explica, "el acto de aconsejar se convierte en una manera de reforzar su autoestima y sentido de valía personal".
El problema es que tras este intento de ser reconocido no hay una intención real de mejorar o cambiar. Así lo señala la experta, que nos asegura que este constante ir y venir de consejos "no necesariamente significan que estén dispuestas a hacer el esfuerzo de cambiar sus propios hábitos o actitudes".
Evitan la responsabilidad personal
Tras todos estos rasgos se esconde uno evidente: estas personas no evitan su propia responsabilidad consigo mismos. "Aconsejar a otros puede ser una forma de desviar la atención de sus propios problemas o áreas de mejora", asegura la experta.
De esta manera, "al centrarse en dificultades ajenas, evitan enfrentarse a sus propios retos, postergando así el trabajo personal necesario para su crecimiento".
Falta de coherencia interna
Si la falta de responsabilidad personal era algo evidente en estas personas, la falta de coherencia interna es casi la consecuencia inevitable. Es lo que Martín Enjuto califica de "rasgo subyacente".
Según nos explica la experta, "estas personas pueden experimentar", como consecuencia de este comportamiento continuado, "una disonancia entre lo que saben que es correcto y lo que realmente hacen".
Puede que esta incoherencia sea inconsciente, "o reconocida, pero justificada mediante racionalizaciones", asegura la psicóloga. Lo que está claro es que no es positiva para la autoestima personal ni para la satisfacción con uno mismo, por lo que conviene resolverla cuanto antes.
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