La gran mayoría de nosotros conocimos a Keanu Reeves en la mítica película de ciencia ficción Matrix. Morfeo (Laurecen Fishburne), miraba a Neo (nuestro protagonista) para pedirle que tomase una difícil decisión. Con la pastilla roja, descubriría la verdadera naturaleza del mundo que habitaba. La azul, le permitiría vivir en la ignorancia y la ilusión. Neo eligió la roja. Y sabemos que Keanu Reeves también. 

Reeves es lo que muchos conocen como un “estoico moderno”. Un hombre que sabe diferenciar lo que depende de él de lo que no. Un hombre que se atreve a ver más allá de lo convencional, para abrazar la verdadera sabiduría. Un hombre que no se hace promesas para lo que habrá tras el umbral de la muerte, que solo puede asegurar “sé que los que nos aman, nos extrañaran”. Un hombre que, siguiendo las enseñanzas de Epicteto o Marco Aurelio, sabe perdonar.

Aprender a perdonar

 “El perdón no significa olvidar, significa elegir la paz en uno mismo”, decía el actor en una reciente entrevista. De esta forma, trata un tema tan universal que todos podemos vernos reflejados en sus palabras. 

Porque, incluso el mejor situado, ha tenido que enfrentarse en algún momento al perdón, al rencor y al enfado. Todos hemos estado a uno y otro lado de una disculpa. Todos hemos sido ofendidos y hemos ofendido a los demás. Y aún más duro de admitir, todos hemos traicionado y sufrido alguna traición. 

Hay veces en las que una disculpa es un puro trámite. Un tropiezo por la calle, un “perdone” y sigues caminando como si nada. Otras, el perdón parece no encontrar lugar entre los escombros, una relación destrozada a base de traiciones, crueldad y límites quebrantados. En uno y en otro caso, no importa su intensidad, para Keanu Reeves está claro. El perdón es el único camino.

Cuando las cosas se tuercen

Imagina (o recuerda) por un momento que alguien te traiciona. Ha hecho lo peor que puedas imaginar. Te ha traicionado, ha cruzado todos los límites. Te pide perdón, o quizá ni siquiera lo haga. Incluso en estas circunstancias, nos dice Keanu Reeves, perdona. 

Para Reeves, el perdón no va de “enojo o de guardar rencor” sino de “cuidar de uno mismo”. Por eso su consejo como estoico es “perdonar a las personas en silencio y elegir nunca volver a hablar con ellas”. 

Una forma estoica de afrontar el perdón

Decía Epicteto que “no son las cosas las que nos perturban, sino nuestra opinión de ellas”. Es decir, lo que altera nuestra paz no es lo que sucede, sino cómo las interpretamos. 

Esta frase es un reflejo de uno de los grandes principios del estoicismo, el de la sabiduría, que nos enseña a diferenciar aquello que controlamos de lo que no. Concentrarte en aquello que no está bajo tu control es malgastar fuerzas, por lo que es mejor evitarlo. 

Al juntar estas dos piezas obtenemos lo que Keanu Reeves deja claro en su entrevista: el perdón es la única vía posible hacia la felicidad. 

Y es que no podemos controlar lo que hacen los demás, no podemos evitar que nos traicionen. Ni siquiera podemos evitar las consecuencias de su traición. Pero sí podemos controlar dos cosas. La actitud que mantenemos ante la traición, y la decisión de no permitir que nos sigan haciendo daño.
 

Una decisión que no surge del resentimiento

Salvo en contadas excepciones, nadie negaría que perdonar es una virtud. “El odio es un veneno que uno toma esperando que muera el otro”, escribía William Shakespeare. Y lo mismo sucede con el resentimiento. Guardarle rencor a alguien es como acumular en una cuarto de la casa una inmensa cantidad de heces que uno no planea desechar. La guardas para alguien que, en principio, no debería volver a pasearse por tu vida. Y en caso de que aparezca, nadie sirve a la mesa grandes cantidades de heces. Ni siquiera un poco de ellas. 

Por todas estas razones, podríamos decir, perdonar está de moda. Está bien visto. Nadie diría, “es una horrible persona, perdona a los demás”. Pero la segunda parte de la ecuación que nos propone Reeves es algo más complicada. Significa reconocer que el perdón no sirve de nada, sino se usa para proteger la paz propia. Y por eso, precisamente, requiere de dejar de hablar para siempre con quien cruzó todos los límites posibles.

Es esta segunda parte, sin embargo, la que quizá no siente bien a todos. “Dejó de hablarle por un enfado” es una frase que desacredita a quien da el paso, y “cortó toda relación después de la pelea” no es tendencia entre las personas mejor valoradas por la sociedad moderna. Los estoicos, sin embargo, defenderían que es el único camino posible para alcanzar la felicidad. 

Un adiós para siempre

Para los estoicos la felicidad se encuentra al final de cuatro virtudes. La templanza, la justicia, el valor y la sabiduría. De esta última hemos dicho que la clave reside en diferenciar lo que podemos controlar de lo que no. 

Si tienes un amigo que aprovecha cada oportunidad para humillarte, no hay nada que puedas hacer para que deje de hacerlo. No puedes modificar su actitud, tan solo puedes tomar cartas en el asunto y dejar de compartir tiempo con esa persona. Es la opción más sabia, desde la perspectiva estoica. 

El resto de virtudes nos permiten actuar en el punto justo que aporta la felicidad. Perdonamos, es lo justo, puesto que todos nos equivocamos. Nos marchamos en silencio, porque la templanza exige actuar en la justa medida, sin exageraciones ni grandes dramas. Y lo hacemos, aunque a la sociedad pueda parecerla mal, aunque hay quien diga que tomaste una decisión a la ligera, que te estás equivocando, que eres exagerada. Lo haces con valor, cumpliendo así con la última de las cuatro virtudes estoicas, todas ellas esenciales para la verdadera felicidad.

Y lo haces como lo haría un estoico moderno como Keanu Reeves, recordando que aquellos señores que se juntaban en la estola (el pórtico) hace más de 2000 años tenían mucha razón. 

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