Las vacas lecheras no existen. Al menos no como nos han contado y esto cambia bastante las cosas.

Yo también pensaba que las vacas producen leche “porque sí”, que incluso necesitan que las ordeñemos para no acumular litros y litros en sus ubres, que las vacas lecheras eran unos animales prodigiosos de la naturaleza que brindaban leche sin límite y de forma continuada. Pero no.

La crueldad de la industria láctea

Las vacas, como todos los mamíferos, solo dan leche por una razón: para alimentar a sus crías. Y aunque esta secreción mamaria está naturalmente diseñada para satisfacer las necesidades nutricionales de los terneros (que distan considerablemente de las nuestras), hace más de 11.000 años que forma parte de la dieta del ser humano.

En la actualidad su producción implica algunas de las prácticas más crueles de la ganadería industrial. Te contamos las 4 prácticas que la industria láctea intenta ocultar.

El instinto maternal de las vacas es fortísimo. Se apartan del grupo y buscan lugares seguros donde dar a luz, disfrutan durmiendo junto a sus hijos, cuidándolos, protegiéndolos.

Vigilan cada movimiento de sus pequeños, llamándolos cuando se alejan demasiado y defendiéndolos frente a cualquier situación que consideren peligrosa. En sorprendente ver cómo unos animales tan pacíficos como las vacas, se mantienen en constante estado de alerta e incluso se muestran amenazantes con el entorno cuando sus retoños están cerca.

Sin embargo, en la industria láctea, las madres son separadas de sus hijos a los pocos días de nacer para obtener su leche. A partir de ese momento, pasarán a las máquinas de ordeño cada 12 horas todos los días hasta que su nivel de producción comience a descender.

Entonces el ciclo empieza de nuevo: inseminación artificial, embarazo, parto, separación del bebé y máquinas de ordeño. Así durante cuatro años, que es el tiempo que resultan rentables para la industria antes de ser enviadas al matadero.

Por su parte, los terneros son generalmente divididos por sexos: las hembras serán utilizadas para la producción de leche y correrán la misma (mala) suerte que sus madres, los machos irán a granjas de engorde para ser después matados por su carne.

El miedo y el sufrimiento de estos animales, que son bebés con apenas días de vida, es inimaginable. Pasan del calor y la protección de sus madres a vivir solos y encerrados en diminutos espacios donde son alimentados con leche artificial hasta que alcanzan el peso suficiente para llevarlos al matadero.

Las vacas llaman desesperadamente a los terneros durante días, los gritos de las madres cuando se llevan a sus pequeños son estremecedores y después llegan a pasar semanas buscándolos. ¿Te imaginas sufrir esta pesadilla una y otra vez durante toda tu vida?

La leche de vaca, enemiga de la salud

Según datos de la propia industria, la producción de leche de vaca en el mundo asciende a unos 665 millones de toneladas, de los que la Unión Europea produce alrededor del 24%. En 2015 los hogares españoles consumieron 3.271 millones de litros de leche líquida, estos datos suponen un descenso del 0,5% en el consumo y del 1,9% en cuanto a valor económico.

La leche y los productos lácteos han desaparecido de la guía de alimentación saludable de la Universidad de Harvard, y algunos estudios sugieren que un alto consumo de estos productos puede aumentar el riesgo de padecer distintos tipos de cáncer.

Desde Inlac, la organización interprofesional del sector lácteo en España, afirman que la reducción del consumo de productos lácteos es una constante a lo largo de los últimos años.

En su lugar, crece de forma continuada el consumo de alternativas vegetales como las procedentes de la soja, avena, almendra, chufa, espelta o coco.

Cruel con los animales, cruel con el planeta

El 7% de la superficie del planeta está dedicada a la industria láctea. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la alimentación de las vacas, ovejas, cabras y búfalos lecheros requiere cerca de mil millones de hectáreas de tierra.

Cerca de 150 millones de hectáreas de tierra cultivable se emplean actualmente en su alimentación. Los animales criados para la producción de leche consumen cerca de 2,5 mil millones de toneladas de materia seca anualmente, cerca del 40% del alimento destinado al ganado a nivel mundial.

La producción de estos piensos requiere un elevado nivel de nutrientes y agua, lo cual tiene un impacto directo en la degradación de la tierra, la contaminación hídrica, las pérdidas en la biodiversidad y en la deforestación.

Sustituir la leche y subproductos lácteos es tremendamente sencillo y tanto nuestra salud, como el planeta, como los animales, nos lo agradecerán.

Porque por mucho que con su publicidad intenten engañarnos, la vaca no ríe.