Vivimos convencidos de que la felicidad está al otro lado de algo. Un logro, una mejora, una meta cumplida. “Seré feliz cuando ascienda”, nos decimos, “cuando encuentre pareja. O cuando tenga más tiempo libre”. Y mientras tantos, los días pasan y no alcanzamos la categoría de felices.

Pero… ¿Y si la felicidad no estuviera en aquello que nos falta, sino en aquello que ya tenemos? ¿En algo que, de hecho, nadie puede arrebatarnos? Confucio, el gran filósofo chino del siglo VI a.C., nos dejó una frase que nos invita a mirar en otra dirección. “Solo puede ser feliz siempre aquel que sabe ser feliz con todo”. Así de sencillo, así de complejo.

El legado de Confucio

La época de Confucio no fue sencilla. Estuvo marcada por guerras y tensiones políticas. Vivió una era que, de alguna forma, podría recordarnos a la que nosotros vivimos. Complicada. Incandescente. Y, sin embargo, su pensamiento giró siempre en torno a la armonía. Al equilibrio con uno mismo y con los demás. Para Confucio, el secreto de una vida feliz no estaba en nacer en el momento adecuado, en la familia adecuada y con la riqueza adecuada. La felicidad residía en cultivar la rectitud, la cortesía y el respeto

En su particular visión de la filosofía, que bien podría recordarnos a los famosos estoicos, Confucio destacaba el concepto del ren, que podía traducirse como “humanidad” o “benevolencia”. Desde su perspectiva, la verdadera felicidad solo podía surgir de vivir en coherencia con estos valores. Cualquier otra fuente de alegría, es efímera y superficial. Solo si estás bien contigo mismo y con lo que te rodea, puedes mantenerte en paz incluso cuando las circunstancias externas son convulsas y complicadas.

Aprender a ser feliz con todo

El mensaje de Confucio, por tanto, está lejos de ser un análisis simplista. Un mensaje enlatado de “sonríe y serás feliz”. No. No se trata de que puedas aceptarlo todo, de que todas las circunstancias de la vida te hagan feliz. Van a suceder cosas malas. Tendrás momentos increíbles, y momentos complicados. Pero en todos ellos hay algo que puedes elegir. Y es cómo vas a comportarte. Cómo actuarás, reaccionarás y pensarás. Y ahí, está la clave de la verdadera felicidad.

Con su cita, Confucio nos invita a revisar nuestra forma de entender la felicidad. En lugar de verla como un estado que depende de tenerlo todo bajo control, nos propone una actitud de fondo. Una disposición interna a aceptar lo que llega, a encontrar sentido en lo que es. Sostener emocionalmente lo que nos aturde.

El bien obrar, el bien sentir

Las enseñanzas de Confucio, no cabe duda, han perdurado durante siglos. Y la filosofía de hoy, rinde, en cierta medida, un merecido homenaje a su idea de que la rectitud y la humanidad son el único camino hacia la felicidad. El concepto aparece reflejado, por ejemplo, en la obra del filósofo español, Rafael Narbona.

“Solo nos ganamos el derecho a ser felices cuando obramos éticamente”, escribía el autor para nuestra revista. Antes que él, fue Kant quien dijo “no hay dicha auténtica sin conciencia tranquila”.

Y casos en la historia de la humanidad no nos faltan. Los desdichados son aquellos que rompen, que destruyen, que actúan contra toda sensatez y hacen de sus vidas un torbellino que arrasa con la de los demás. No verás jamás a Hitler posar ante la cámara con una sonrisa, ironiza Narbona en uno de sus artículos.

La felicidad está reservada para quien tiene el corazón tranquilo, para quien sirve a un propósito mayor. Para quien sabe que, con su vida, deja un legado de bondad. Y en cierta medida, esto lo explica, además de la filosofía, la ciencia.

Ser buenos nos hace felices

No es fácil apostar por la bondad en un mundo cruel, pero es importante hacerlo. Un gran defensor de esta idea es Arthur Brooks, profesor de Harvard y uno de los mayores expertos en felicidad del mundo.

En uno de sus muchos artículos, el divulgador revela el dato más importante de la ciencia de la felicidad. La bondad y la generosidad hacen que nuestro cerebro libere endorfinas y oxitocina, dos hormonas esenciales para el bienestar emocional. De hecho, una de sus frases más célebres dice: “Si quieres hacer feliz a alguien, pídele un favor”.

Según Brooks, y así lo prueban las investigaciones, hacer un favor a otra persona incrementa nuestra felicidad mucho más que si lo recibimos. En nuestro ADN, escrito como un código cifrado, se encuentra el secreto de la felicidad. Nuestro cerebro nos recompensa cuando hacemos algo por los demás. Cuando obramos bien. Así que, sí, Confucio tenía razón. “Solo puede ser feliz siempre aquel que sabe ser feliz con todo”. Y para ser feliz, no necesitamos más que actuar con coherencia, con virtud, con principios y con valores.

Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.