¿Cuántas veces has dicho esta semana “no llego” o “no me da la vida”? Seguro que alguna vez, en una sobremesa o en una charla con una amiga, habéis dicho eso de “es que voy a mil por horas”, “no tengo tiempo para nada”. Y piensas que es un problema moderno. Culpa, quizá, de los teléfonos, del ritmo acelerado del mundo moderno.
No es así, sin embargo. Porque la cita “no es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho” no es de ningún alto ejecutivo ni de un gurú de la productividad. Con “perder el tiempo” ni siquiera se refiere a las distracciones de la tecnología. No. La frase es de Séneca, y la escribió hasta más de 2000 años. El ser humano ya desperdiciaba el tiempo por aquel entonces.
Perder el tiempo
Desde que existimos en este planeta hemos dispuesto siempre de las mismas 24 horas. Idénticas, con el mismo número de minutos y segundos. Pero desde hace ya más de 2000 años el ser humano siente que no tiene tiempo suficiente. ¿Cómo es posible?
Para Álex Rovira y Francesc Miralles, autores de Homo Solver, la respuesta es sencilla. El problema no es falta de tiempo, sino ausencia de prioridades bien marcadas. Porque desde su perspectiva, “la gestión del tiempo no es solo una cuestión de mirar el reloj y de fijar unos horarios, sino que requiere de una comprensión profunda de tus prioridades y de tus distracciones”.
Por eso, para ellos hay una máxima en lo que se refiere a la gestión del tiempo, y es que “no se trata de cuántas actividades hace, sino de la calidad y del propósito de lo que haces. No se trata de llenar el tiempo, sino de decidir cómo lo inviertes” y “no se trata de hacerlo todo, sino de hacer que se haga bien”.
Para ello, en su libro, nos proponen un paso a paso esencial para recuperar el control del tiempo de una vez por todas.
El principio de Pareto
El principio de Pareto establece que el 80% de las consecuencias provienen del 20% de las causas. O lo que es lo mismo, el 80% del valor de tu vida, proviene del 20% de las cosas que hace. Lo que proponen los autores es vivir en consecuencia a esta ley, y “focalizarnos en el 20% de las actividades que nos aportan un gran valor vital, renunciando a las 80% restantes”, para así dejar de vivir sintiendo que no tenemos tiempo.
Puedes aplicar esta ley a prácticamente todo lo que imagines en tu vida. Miralles y Rovira dan algunos ejemplos, como “si un libro no te seduce en las primeras diez páginas, puedes dejarlo” o “si te presentan a alguien y ves que es una persona interesada que solo habla de ella misma y no te aporta nada, sé amable y cordial, pero no malgaste tu tiempo volviendo a quedar con ella”.
Los autores recomiendan también aplicarlo en lo social, dividiendo a la gente que conocemos entre el círculo de oro (aquellas personas a las que más queremos), el círculo de plata (gente cercana con la que tenemos afinidad) y círculo de bronce (personas amables). Todo aquel que se encuentre fuera de uno de estos tres círculos, no merece tu atención ni tu tiempo. Con el resto, reparte tu tiempo atendiendo a la prioridad que ocupan en tu vida.
Practica el time blocking
En un mundo lleno de distracciones, es esencial reducirlas al máximo. Para ello, los expertos recomiendan “establecer bloques de tiempo para tareas concretas”. Por ejemplo, si estás con un proyecto que es importante para ti, “bloquea un tiempo específico para llevarlo a cabo y elimina las distracciones”. O lo que es lo mismo: “silencia el móvil, cierra la ventana del correo electrónico y céntrate solo en lo que estás haciendo y en hacerlo bien”.
De esta forma, destacan los expertos, podemos “centrarnos en tareas específicas”, lo cual nos ayuda “a focalizar y reducir el estrés y la ansiedad”. Eso sí, para que funcione “durante esos bloques hay que eliminar toda distracción alternativa y enfocarse completamente en esa actividad y nada más”.
Aprende a decir que no
Para acabar, los expertos nos invitan a reflexionar sobre algo muy importante. Y es que, “cuando, en contra de lo que quieres, dices ‘sí’ a la prioridad de otro, te estás diciendo ‘no’ a ti mismo”. Por suerte, podemos evitar caer en esta trampa estableciendo prioridades, respetando los bloques de tiempo de los que nos hablaban previamente, y de aprendiendo a decir no.
Podemos hacerlo de forma elegante, con un “gracias por pensar en mí, pero en este momento no puedo”, pero lo importante es poner el límite. Porque solo así recuperaremos nuestro tiempo.
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