No todo en el huerto se mide en kilos. Quien lo dice no es cualquiera: Miquel Rodríguez, el alma detrás de @hortus_domi, una empresa familiar que lleva más de una década ayudando a personas y familias a cultivar sus propios alimentos, y que a menudo comparte trucos, aprendizajes y reflexiones. Para él, el huerto urbano no solo alimenta el cuerpo. También transforma tu interior.

“Yo llegué al huerto buscando alimento… y me encontré conmigo”, dice. Y eso resume bastante bien todo lo que hay detrás de su forma de cultivar y de vivir. Desde Cuerpomente hemos querido que nos hable de su forma de entender el trabajo en el huerto y, sobre todo, de cómo puede llegar a transformarte.

Prestar atención a lo que normalmente damos por descontado 

En un mundo obsesionado con la productividad, parar parece un acto de rebeldía. Y, sin embargo, en su huerto, Miquel practica la pausa casi cada día, como un buen discípulo de John Lennon, quien dijo "la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes”. "Y tú, ¿tú también paseas por tu huerto sin hacer nada 'útil'?", pregunta desde su cuenta de Instagram. "Pues ya estás haciendo muchísimo".

A Miquel no se le escapa nada de la vida de su huerto. “Hago muchas cosas… y a la vez, nada. Me siento. Escucho. Observo. Me quedo quieto y veo cómo cambian los colores según la hora del día, cómo se mueven las hojas, cómo llega un insecto y se va”, explica cuando le preguntas qué se puede hacer en el huerto si no se trabaja.

No se trata solo de desconectar del ruido exterior, sino de conectar con lo que pasa justo delante de ti. Una especie de atención plena sin pretensiones, de meditación sin cojín.

“Sí, se puede decir que medito aunque no siempre de una manera formal. A veces simplemente me siento… y dejo que el huerto medite conmigo. Lo que más me gusta es cerrar los ojos y escuchar los sonidos del huerto”, cuenta.

El silencio, interrumpido por el canto de los pájaros, el crujido de una hoja que cae… En medio de la ciudad o en un pequeño patio, esos detalles se convierten en anclas que te devuelven al presente y a ti mismo.

"la pausa te enseña a mirar distinto"

Miquel Rodríguez 3
@hortus_domi / Instagram

Miquel no lleva cronómetro cuando se sienta en su huerto. La pausa es de todo menos tiempo perdido, aunque tampoco la convierte en un ritual obligado. “Casi cada día me regalo al menos 5 o 10 minutos. A veces al empezar el día, otras al final, o simplemente cuando noto que necesito parar. Y cuando no puedo… lo echo de menos. Es como una recarga para el alma”, explica.

Esa pausa, aparentemente insignificante, le ha enseñado a mirar distinto. “El huerto me baja las revoluciones. Me hace estar presente, soltar el control. Me enseña a confiar en los procesos, en los ritmos de la vida, incluso en los errores”, confiesa.

No es solo una cuestión de bienestar mental. Esta transformación se cuela en otras áreas de su vida. “Contemplarlo me ha enseñado a mirar diferente: a mis hijos, a mi casa, a mí mismo”, manifiesta.

Leer, escuchar, sentir

Cuando el cuerpo le pide calma, Miquel elige el silencio. Pero también disfruta de otras formas de estar en el huerto sin estar trabajando. Abrir un libro, por ejemplo. “Leer en el huerto es un lujo. Me gustan los libros que me conectan con lo que tengo delante: naturaleza, permacultura, autosuficiencia…”.

Y aunque también escucha música cuando trabaja la tierra, en los momentos de contemplación su banda sonora es más orgánica: “los grillos, el canto de los pájaros, o mis gallinas cacareando. No hay mejor banda sonora".

El huerto como refugio

Sin embargo, no todo es idílico. El huerto también puede convertirse en fuente de estrés. Pero solo si se vive como una obligación. “Sí, si lo vives desde la exigencia, el perfeccionismo o la comparación. Pero cuando dejas de pelear con él y empiezas a colaborar, a entenderlo… el huerto deja de ser fuente de estrés y se convierte en refugio”.

Este cambio de enfoque —del control a la colaboración— es el que transforma un trozo de tierra o un conjunto de macetas en algo más profundo. Ahí es donde el huerto urbano despliega todo su potencial: como lugar de aprendizaje de los vínculos y el equilibrio.

“El huerto me aporta sentido. Me conecta con la vida real, con los ciclos, con lo que de verdad importa. Me da serenidad, calma y alegría. Y también me ha regalado unión: conversaciones preciosas, y momentos inolvidables con mi familia”, añade.

No necesitas un terreno: solo parar

Miquel Rodríguez
@hortus_domi / Instagram

Uno de los mensajes que más repite Miquel —en las redes sociales y en sus conversaciones— es que no necesitas un gran terreno para vivir todo esto: “Con unas macetas en un balcón también puedes cultivar tu comida… y tu calma".

Porque el huerto no solo produce tomates. “No todo lo que da el huerto se mide en kilos. A veces te da una lección, a veces una pausa… y a veces simplemente un momento para respirar”.

Miquel no da consejos rápidos. No busca seguidores por algoritmo. Se dedica a diseñar e instalar huertos en casas particulares y escuelas de Mallorca. También ofrece formación y consultas online. Pero su cuenta en Instagram, @hortus_domi, es una especie de cuaderno de campo emocional, además de práctico. Habla de compostaje, de esquejes, de asociación de cultivos, pero también del silencio, del tiempo, de lo invisible. Esa sensibilidad es la que conecta con tanta gente que cultiva en balcones, patios, terrazas o pequeñas parcelas urbanas. 

Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.

Descarga gratis el eBook "Cenas para dormir mejor" y descubre consejos y recetas para tener un buen descanso. Un contenido exclusivo creado por los expertos de Cuerpomente.