Las carencias afectivas que sufren muchas mujeres en su infancia se convierten en una necesidad de reconocimiento masculino. Sucede cuando la ausencia del padre marca a las niñas y llegan a desarrollar una dependencia emocional hacia la figura masculina, bien sea en forma de padre, novio, esposo, jefe, o cualquier otro hombre que pueda validarla y brindarle la atención que necesita.

Además, los hombres de éxito despiertan la admiración en las mujeres porque ven en ellos todo aquello que ellas no poseen: seguridad en sí mismos, capacidad para usar su poder y conseguir lo que quieren o lo que necesitan, capacidad de seducción, éxito económico, libertad, derechos, y muchos privilegios.

Admiración no correspondida

Sin embargo, los hombres raramente ceden el puesto de compañeras. Podemos ser buenas jugando al fútbol, pero nunca jugaremos como un hombre. Podemos ser buenas en matemáticas, pero los genios son siempre hombres. Podemos ser buenas profesionales en la oficina, pero cobramos menos que ellos.

En general, los hombres no nos reconocen como iguales porque construyen su identidad masculina rechazando todo lo que tiene que ver con la feminidad. No quieren verse como iguales a nosotras porque siempre les han dejado muy claro que los hombres son superiores, que ellos no son débiles ni cobardes, que no son malvados y torpes, que no son manipuladores ni traicioneros, que no son mujeres, en definitiva.

Todo lo negativo está asociado a las mujeres, así que para ellos nosotras nunca seremos sus iguales.

Y a pesar de ello, muchas mujeres piden a gritos el reconocimiento masculino, la aprobación de un hombre: nuestra valía ha dependido siempre del nivel de afecto y de amor que han sentido hacia nosotras. Por lo tanto si no nos quieren, no somos nada.

Vidas que giran en torno a la de los hombres

Cuando tomas conciencia de esta necesidad de atraer y complacer a los hombres es cuando te das cuenta de que no eres la única (y de que es inútil pedirles que nos miren en horizontal): ellos pueden actuar de maestros, de guías, de guardaespaldas, pero no se ponen a nuestro nivel porque quieren siempre que te esfuerces más.

Los hombres patriarcales se aprovechan de la baja autoestima que tienen las mujeres más dependientes, y saben que cuánto más baja esté, más se benefician ellos. Creen que nuestra necesidad de reconocimiento nos hará conformarnos con cualquier migaja de amor, que nos pondrá a sus pies, y que podrán ser queridos y cuidados sin hacer mucho esfuerzo.

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Por eso es tan importante liberarnos de esta necesidad de reconocimiento masculino: tomando conciencia de que no podemos vivir para ellos, pendientes de su aprobación, buscando migajas, suspirando por un poco de tiempo o conformándonos con lo poco que nos dan.

En la medida en que podamos entender que nuestra valía no depende de ningún hombre, de que somos valiosas solo porque estamos vivas y mucha gente nos quiere, nos será más fácil independizarnos del amor y de los hombres. Y así será también más fácil relacionarnos con ellos de tú a tú, sin someternos, sin dependencias que nos aten a nadie.

Nacimos seres libres, somos seres libres, y el amor no funciona si no hay reciprocidad, buenos tratos, complicidad y compañerismo.

Si nos libramos de la necesidad, podremos amar en libertad y construir relaciones sanas e igualitarias que nos permitan vivir el amor desde el disfrute y el gozo. Sólo hay que tomar conciencia, y ponerse a trabajar, chicas.
Vamos a ello.