Todos, sin excepción, necesitamos sentirnos parte del grupo. Queremos agradar, y para hacerlo, no son pocas las veces que cedemos por complacer. No te apetece preparar galletas para la fiesta de fin de curso de tu hijo, pero lo haces porque otras madres te lo han pedido. No te apetece ayudar con tu amigo con la mudanza, pero lo haces porque decir que no te parece un horror. Y sí, a veces tenemos que hacer sacrificios por los demás. Pero la clave está en saber dónde está el límite para poder decir que no a tiempo.

El día en que empiezas a priorizarte, en el que confías en tu instinto y te permite poner límites. El día en que pones tus necesidades primero, y ya luego las de los demás, ese día, la vida cambia. Y entonces te suceden estas diez cosas maravillosas, explica el psicólogo Ángel Rull.

Empiezas a decir “no” sin justificaciones

Imagina poder decir “no” cuando no quieres hacer algo. Sin dar explicaciones. Sin justificarte. “No, no voy a ir a esa fiesta. No, no puedo echarte una mano ahora. No, no puedo escucharte en este momento”. Y tras él no, silencio. Sin excusas. Sin justificaciones. ¿Puedes imaginarte una vida así?

Esto es lo que Ángel Rull asegura que sucede cuando al fin pones límites. “Ya no sientes que debas dar explicaciones cada vez que decides priorizarte”, explica para El Periódico. Porque cuando dejas de complacer a los demás, finalmente puedes empezar a complacerte a ti misma.

Tienes más energía

¿Te has preguntado alguna vez cuánta energía estás gastando en hacer cosas que realmente no quieres hacer? No es solo el tiempo que inviertes en tareas, compromisos y citas que no te aportan nada y van contra tus necesidades. También es el agotamiento que produce, mentalmente, estar postergando eternamente lo que necesitas.

Es por eso, nos dice el experto, que “al dejar de entregarte por sistema, tu cuerpo y tu mente empiezan a sentirse más livianos”. Recuperas la energía perdida y, de repente, sentirte con energía al final del día se convierte en una realidad, y no en un sueño.

Te sientes coherente

La coherencia es esencial para la felicidad. Solo si sientes que lo que haces, lo que piensas y lo que dices coincide, puedes sentir calma. Porque decir “no me gusta el fútbol” y verte arrastrada a un partido por compromiso, te hará sentir que dentro de ti hay contradicciones inexplicables. ¿Por qué diablos estás haciendo algo que aborreces?

En cambio, cuando aprendes a poner límites, nos explica Rulll, “actúas en base a lo que piensas y sientes, no solo a lo que los demás esperan”. Y eso, te permite ser fiel a ti misma de una forma que antes habría sido imposible.

Gestionas mejor el malestar ajeno

Cuando das el paso y dices, “hasta aquí”, explica el psicólogo, “aprendes que no tienes que resolver la incomodidad de los demás para sentirte en paz”. ¡Y qué importante es esta lección!

Quienes tienden a complacer, tienden a buscar maneras de aliviar el malestar de los demás por sistema. Y a veces, sencillamente, no está en nuestra mano solucionar nada. De hecho, dar un paso atrás y dejar espacio para que resuelvan sus propios problemas puede ser el mejor favor que hagas a aquellos a los que quieres.

Redefines tus amistades

Es inevitable. Cuando pones límites “algunas personas se alejan”, expone Rull, “pero otras nuevas llegan con relaciones más equilibradas y auténticas”.

Las relaciones saludables no se pueden construir bajo el yugo de la complacencia. No siempre podemos estar para los demás y darles todo lo que quieren o necesitan de nosotros. Y está bien comprenderlo. Una verdadera relación saludable es aquella en la que tú cuidas de ti, y yo cuido de mí. Y juntos, intentamos hacer que el otro asuma la tarea de cuidarse de la manera más sencilla posible.

 

Te sientes más libre

Está claro que cuando empiezas a poner límites, “ya no tienes que estar disponible todo el tiempo, ni decir lo que agrada a todo el mundo”. Y esto, a su vez, te hace sentir más libre.

Porque ya no tienes que preguntarte las consecuencias de cada gesto, de cada acto, de cada decisión. Al menos, no en términos de aprobación externa. Tus decisiones pasan a ser tuyas, y tus consecuencias también. Nadie puede interponerse en tu camino.

Te descubres a ti misma

Si tienes que convertirte en la persona que agrada a todo el mundo, te olvidas de quién eres en realidad. Cuando pones límites, sucede algo extraño. De repente, explica Rull, “recuperas hobbies, deseos y opiniones que habías silenciado por complacer”, y vuelves a aparecer en tu vida, con autenticidad.

La ansiedad social disminuye

¿Tienes ansiedad social? Si te cuesta relacionarte con los demás, y te produce ansiedad rodearte de otras personas, toma nota, porque el psicólogo Ángel Rull asegura que cuando empiezas a poner límites, esta ansiedad puede disminuir.

La razón, nos explica, es que “ya no te preocupa tanto qué piensan los demás, y puedes estar más presente en las interacciones”. Y esto, a la larga, mejora la ansiedad social.

Te cuidas de verdad

Hay formas de cuidarse que vienen obligadas por la sociedad. Estar delgada, feliz y descansada es, para muchas personas, una obligación constante. Pero cuando te deshaces de estas expectativas, cuando al fin puedes empezar a priorizarte, entonces llega el verdadero autocuidado.

Uno que, como señala Rull, no nace “desde la exigencia, sino desde la necesidad legítima de descanso, disfrute o autocuidado”.

Respiras con más calma

“El día que decidí dejar de complacer a todo el mundo empecé a respirar”, escribe el psicólogo. Y asegura que, además de ser una frase bonita, es una realidad. Cuando pones límites y dejas de complacer, “literal y emocionalmente”, asegura Rull, “sientes que, por fin, habitas tu cuerpo y tu vida con más tranquilidad”. Por fin puedes respirar, sin la presión que antes te oprimía el pecho.

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